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Ahora que las evangélicas ya somos una Religión

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  Las evangélicas españolas —ahora que somos plurinacionales— llevábamos unos años a punto de que, a quienes les hemos otorgado el honor de que nos pongan un nombre que nos dignifique —me refiero a políticos, medios de comunicación, poderes económicos y demás mandamases— nos dejaran de llamar secta y nos reconocieran como Religión —en mayúsculas para que quede claro que no somos de esas que no tienen notorio arraigo en suelo español—. Y en este 2023 por fin lo hemos conseguido. Algunes evangéliques creen que en realidad ocurrió mucho antes, concretamente en 2016, cuando Santiago Abascal bendijo a los pastores evangélicos de España asistiendo a uno de sus Desayunos de Oración anual para, según uno de sus tuits, «defender las raíces cristianas» — imagino que de España—. Pero no, por aquel entonces el ultraderechista Abascal era solo un visionario, y a nosotras todavía nos faltaba lo que hay que tener para ser una Religión respetable: alguna posibilidad de influencia, por remota que es

Frente a la amenaza Voxpopular

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  Hoy, mientras tomaba el café de la mañana viendo las noticias, me he enterado de que el Partido Popular ha pactado con el partido de ultraderecha Vox la presidencia de la Comunidad Valenciana. En el reparto Vox se ha llevado, además de la consejería de Agricultura, las de Educación y Asuntos Sociales. Que un partido xenófobo, LGTBIQfóbico, y que pretende derogar la Ley de Violencia de Género, haya conseguido estas consejerías es una derrota para todas las que trabajamos por una sociedad más igualitaria, justa, y decente. De eso no hay duda alguna. Además, es el nodo de la película en blanco y negro que veremos los próximos cuatro años si los Voxpulares ganan las elecciones generales en España el 23 de julio.

Iglesia o madre

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  Es lamentable que haya personas que tengan que escoger entre su comunidad y su hija, y aunque suene a la trama de una lacrimógena novela de mediados del siglo veinte, esto sigue pasando hoy dentro de muchas comunidades evangélicas (ese es el nombre que usan para vergüenza del evangelio). Cuando una persona medianamente equilibrada se siente sometida a este chantaje, no hay duda ninguna, sale de esa comunidad pitando, ya sea pentecostal, bautista o católica. Las hijas se tienen para cuidarlas, para protegerlas, para que se sientan seguras y amadas, ese es el mandamiento primero de la paternidad o maternidad cristiana, musulmana, judía, agnóstica o atea. Cualquier otra reacción es no estar a la altura de la responsabilidad que asumimos cuando decidimos tener hijes.

Lo que no se nombra, no pertenece

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  No es cierto que el silenciamiento de las personas queer dentro de la mayoría de comunidades cristianas responda a la voluntad de negar nuestra existencia. Todas esas comunidades saben que lo queer siempre ha estado y estará presente dentro de ellas. Conocen nuestros nombres y apellidos desde que cantábamos en el coro infantil: «Yo tengo un amigo que me ama, y su nombre es Jesús», con el mismo ritmo que lo hubieran hecho los Village People. Por mucho que cuando una(s) década(s) después salimos del armario se hicieran las sorprendidas y nos dijeran: «¿Quién lo iba a decir? No se te nota nada». Y nosotras, como siempre, nos hiciéramos las tontas y respondiéramos:   «No te preocupes cari, es que soy una pecadora rainbow que sabe mentir a las mil maravillas».

¿Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos?

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  Las iglesias, algunas iglesias, celebran como cada año la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos . Y bueno, la verdad es que la invisibilización de, en su caso, unas mayorías como son las cristianas y cristianes, explicita claramente como entienden esa unidad. Unidad en lo que nos une, aunque lo que nos separe sea un abismo tan insalvable como el respeto a la dignidad y los derechos de todas las seres humanas. Unidad en lo que nos une, aunque lo que nos separe sea la exclusión, el insulto, y los discursos de odio. Unidad en lo que nos une, aunque el mundo que quieren imponernos de la mano de la ultraderecha política sea uno en el que nosotres no tenemos cabida. Unidad en lo que nos une, cuando ya no nos une nada, porque el Jesús al que siguen crucificaría al que estamos siguiendo nosotres.