Deivis Ventura está haciendo su pasantía en la Saint Peter Lutheran Church de Manhattan para ordenarse como pastor. Es una persona que lleva décadas implicado en varias luchas por la justicia, y le agradezco que haya accedido a compartir su experiencia con las personas que leen El blog de Carlos Osma.
En muchas sociedades del siglo 21 intentamos ocultar la pobreza, meterla debajo de la mesa o pintarla con colores para matizarla y desaparecerla. La pobreza está entre nosotros y no es un delito más bien es el resultado de los sistemas de injusticia que impone la cultura de la muerte. Digo que soy pobre porque nací pobre y he vivido como pobre, en mi mesa algunas veces falta la comida, tengo que trabajar para enviar dinero a mi familia que es pobre. ¿Qué hay de malo en decir esto?
No me quiero avergonzar de una realidad que me ha acompañado durante toda mi vida. Yo he tenido que luchar mucho para estudiar y satisfacer mis necesidades básicas, he vivido la incertidumbre de no tener el dinero para pagar la renta. Vivo la realidad de millones de personas en el mundo. Decir que soy pobre me ubica en el lugar de mis luchas cotidianas en medio de un mundo que proclama la igualdad, pero donde algunos son más iguales que el resto.
No es habitual que una persona de República Dominicana se identifique como negro, y que diga que la negritud es un asunto de esencia. ¿Cuándo empezaste a hacerlo, y por qué?
Cuando era niño me decían que yo era Indio Claro (este calificativo racial estaba institucionalizado en República Dominicana), esto me liberaba de la carga discriminatoria que sufrían los niños y las niñas negras en la escuela.
Siendo maestro en una escuela observaba como los niños y niñas negaban la identidad negra y se inventaban mil fórmulas para evitar el dolor de la discriminación racial. En ese momento decidí asumir plenamente mi identidad. Me mostraba ante mis estudiantes como un hombre plenamente negro. Si de algo me siento orgulloso es de eso, porque vi como mis alumnos y alumnas comenzaron a cambiar de actitud, disfrutaban las experiencias asociadas a la cultura negra que hay en República Dominicana y se presentaban como personas negras ante los demás.
Yo soy lo que soy y eso incluye asumir que soy un hombre negro.
¿Cómo fue para un joven católico descubrir que era gay?
Descubrir que era gay fue doloroso, pues como católico implicó luchar para tratar de cambiar mi orientación sexual. Recuerdo la cantidad de veces que me confesé para denunciar algo que como católico consideraba pecado. Oraba durante las procesiones para que Dios me quitara esa cruz.
Un día conversé con un sacerdote que también era psicólogo, él me invitó a aceptarme como era y a vivir en paz. Ese día decidí ir ante Dios sin máscaras. Asumirme como gay y cristiano ha implicado una gran lucha. Yo he defendido mi fe en Jesús a capa y espada.
¿Cómo llegaste al activismo LGTBIQ en Santo Domingo, y qué recuerdas de los primeros años como activista? Supongo que no era una tarea fácil.
Yo llevo en mi ser la semilla de la lucha, en el colegio, la universidad y en la iglesia siempre estaba luchando por cambiar las cosas para bien entre la gente pobre como yo.
Llegue al activismo por accidente. La lucha por los derechos de las personas LGBTQI en República Dominicana estaba centrada en el tema del VIH y la población de hombres gais era la más visible por esta razón. Yo comencé a trabajar en una organización de hombres gais como asistente de un proyecto y desde allí comencé a hacer acciones sencillas con un grupo de personas de corazón inquieto. Esas acciones comenzaron a crecer y a hacerse más sólidas, y yo estaba allí. El carro comenzó a correr y ya no había reversa.
No me inicie en el activismo en solitario, éramos un grupo de chicos inquietos que nos lanzamos a una aventura. Teníamos el mejor combustible para el cambio, la ilusión por cambiar la realidad para bien. Soñaamos y fuimos forjando los sueños poco a poco, con miedo, pero la idea de cambio era tan poderosa que nos hacía lanzarnos a la aventura por un mundo mejor.
No eran tiempos fáciles, vivíamos el acoso policial, la burla y las amenazas de las iglesias, pero la ilusión era mayor, sabíamos que podíamos cambiar esa realidad, queríamos romper esas puertas del closet y lo logramos.
¿Crees que desde Estados Unidos, o desde Europa, se han construido unas identidades LGTBIQ, que no encajan bien, o que ignoran la experiencia de las personas diversas en República Dominicana?
El colonialismo existe en todas las esferas incluidas las propias de los sistemas LGBTQI. Ver el mundo desde mi realidad particular y querer que el mundo sea como yo lo imagino o concibo es cosa común en el mundo de la colaboración LGBTQI.
El gran problema con la colaboración entre países y organizaciones es este: Creernos que las fórmulas para el cambio son universales y que lo que funcionó en España para lograr el Matrimonio Igualitario tiene que funcionar en República Dominicana.
Saludo las buenas intenciones de muchas organizaciones LGBTQI que están en países desarrollados y que desean apoyar a los movimientos de los llamados países en vías de desarrollo, pero a veces se tienen ideas preconcebidas, asunciones de lástima y pena (Los pobrecitos que no tienen y no saben cómo se hacen las cosas) que impiden una colaboración rica y efectiva.
Los productos enlatados están en los supermercados. Los proyectos humanos y los cambios sociales parten del análisis de las realidades sociales particulares y la implementación de acciones basadas en esas realidades particulares.
En 2016 te convertiste en el primer aspirante a diputado en Santo Domingo abiertamente gay. En aquel momento afirmabas que lo hacías porque solo desde la política es posible hacer los cambios. ¿Sigues pensando hoy lo mismo?
La política es el camino, de eso estoy convencido.
El cambio se puede lograr por el cambio cultural, y los líderes y organizaciones tienen todo el derecho de embarcarse en proyectos para lograr esto, pero este tipo de cambio es a largo plazo y vivimos en un mundo donde los grupos de ultraderecha boicotean las iniciativas de cambio por medio la transformación de la cultura con gran eficacia.
El cambio por medio de la participación política es vital. Los grupos LGBTQI tenemos que ejercitar nuestro músculo político, unirnos a las demás poblaciones que están en riesgo en este momento y plantarnos en la vida partidaria con nuestro discurso y nuestros votos.
La Revista Foreign Policy te escogió ese mismo año como uno de los 100 pensadores globales de 2016. ¿Qué consecuencias tuvo en tu día a día esta exposición pública? No tardaste mucho tiempo en convertirte en una persona migrante en Estados Unidos.
Para mis los reconocimientos son eso, reconocimientos que debes usar para seguir luchando. No soy mejor persona por un título o una medalla. La medalla aporta a la lucha.
Para mí fue una sorpresa esto de ser un pensador Global, incluso viajé a los Estados Unidos a recibir el premio sin un peso en los bolsillos y con los zapatos rotos.
De veras a mí lo de los títulos y reconocimientos me va como tomarme un café o charlar con mis amigos. Tal vez sea una persona rara, pero yo pienso que este honor que he recibido se le otorgó a una lucha que yo y un grupo de personas hicimos por años. Esto no cambia la vida, ni pone un pan en la mesa. A pesar de este título sigo siendo un hombre gay, negro y pobre que vive la discriminación en diferentes dimensiones.
En pocas semanas Estados Unidos tiene que escoger entre Kamala Harris y Donald Trump. ¿Cómo vives este momento?
Lo que vivo aquí es una representación de lo que pasa en todo el mundo. La ultraderecha vestida de la democracia en la que no cree intenta debilitar los sistemas de derecho en todo el mundo.
El Partido Demócrata tiene sus fallos, pero en este momento no hay muchas opciones porque esto transciende los límites cotidianos. Estamos hablando de un cambio en la visión de una sociedad que recientemente ha salido de la segregación racial. Un cambio que desvararía de golpe y porrazo los avances que en materia de Derechos Humanos se han dado aquí y en otros lugares del mundo.
Ahora estás estudiando para ordenarte como pastor en la Iglesia Luterana de Estados Unidos. ¿Cómo llegaste a la Iglesia Luterana, y por qué decidiste convertirte en pastor?
Doy gracias a Dios por ser luterano. La visión teológica sobre Dios y la relación con Dios del Luteranismo me ha liberado de muchos pensamientos y actitudes que me impedían ser yo mismo frente a la idea de Dios.
La pregunta de cómo me hice luterano es digna de otra entrevista. En resumen, yo creo que Dios me fue guiando a este camino desde el misterio que actúa en lo cotidiano.
En mi corazón siempre estuvo el llamado al ministerio ordenado, algo imposible para un hombre gay en la iglesia católica romana. Al hacerme luterano este llamado se renovó y hoy camino paso a paso para concretarlo. No es fácil, pero como buen luterano cuento con la Gracia de Dios y con la fe que es regalo del Espíritu Santo para hacer palpable el don de Dios en la iglesia.
Quiero ser pastor para ser un instrumento de la Gracia en medio de las personas que sufren, las marginadas y los excluidos.
Antes de acabar, no puedo dejar de preguntarte si hay alguna cosa que has aprendido en tu bagaje como hombre de origen pobre, gay, negro, activista, político, y migrante; que te gustaría transmitir en las iglesias donde ejerzas el pastorado.
Quiero estar en una iglesia que abre las puertas a todo el mundo y que no impone a la gente un yugo que no pueden llevar.
Yo vengo desde la periferia, en esta periferia vivió Jesús y allí está Jesús. Encontrarme con Jesús en los que sufren es mi ideal de vida. Llevar algo de la Gracia recibida, a los que este mundo les ha robado la Gracia.
Muchas gracias Deivis por tus respuestas
Entrevista realizada a Deivis Ventura por Carlos Osma
Si quieres saber dónde conseguir el libro,
haz un click sobre la imagen:
Si quieres hacer un pedido de los libros El Discípulo Que[er] Jesús ∀maba y/o Solo un Jesús marica puede salvarnos, haz un pedido directo rellenando este cuestionario con los datos de envío. (Hasta Navidad el primer ejemplar 18€ y el resto 12€).