“Dios me animó a quererme y aceptar mi homosexualidad como un regalo”. Entrevista a Alberto Rodrigo, cantante del grupo de música cristiana “Comisión”.


A principios de los noventa Alberto Rodrigo lideró junto a Aitor de la Cámara el grupo Comisión, que ha sido, sin duda alguna, uno de los grupos de música cristiana más rompedores y con más éxito de nuestro país. Sus potentes directos llegaron a reunir a miles de jóvenes cristianos que rapeaban junto a ellos canciones como “Jesús me ha hecho libre”. Una década después, tras varios trabajos discográficos, miles de kilómetros recorridos, y cientos de conciertos a sus espaldas, intentarían con el grupo Síon dar el salto a la música secular. Pero justo en el 2006, tras la publicación de su último trabajo “Síon”, Alberto decide salir del armario. Desde entonces poco se ha sabido de él, por eso le agradecemos que nos conceda ahora su primera entrevista.

Alberto, han pasado seis años, ¿por qué decides ahora compartir públicamente tu experiencia?

He tardado 6 años en contar mi historia de una manera tan abierta, quizás porque en realidad no quería mostrar ningún resentimiento hacia la iglesia, pues no lo tengo, he perdonado y diariamente perdono a todos aquellos que siguen ignorándome, omitiéndome… Pero me ha parecido éste, el tiempo de hacerlo, y ésta, una buena oportunidad para quizás poder ayudar a otros chavales o jóvenes que se sienten de alguna manera identificados. A mi modo de ver creo que la iglesia está obsesionada con el sexo en general y que sobredimensiona todo lo referente a ello. Creo en un Dios que le importe más el corazón de la gente que sus genitales.

Veo que sigues hablando de Dios, que no has perdido la fe, pero ¿hay algo nuevo que hayas aprendido de Él desde que tuviste que dejar Sión?

Por supuesto. Tuve que desaprender todo, para volver a aprender. Me di cuenta que el Dios que creía conocer, distaba mucho del que realmente es, y aún así es una búsqueda de por vida. Me he sentido más cerca de Dios que nunca en todo este proceso, crisis, trauma…su cariño ha sido y es “mágico”, como el que sentía cuando tenía 5 añitos, o como el que sentí en mi cama del hospital cuando sufrí un infarto, o tras mi operación del cáncer que desarrollé por no haberme sabido querer a mí mismo, por la dañina represión y el abandono que sufrí; de lo cual salí milagrosamente y experimente a Dios de una manera que nunca antes había experimentado.

¿También habrá cosas que has echado de menos?

Si hay algo que echo de menos realmente es a la gente. Me considero una persona comprometida y fiel, y por esa época estaba muy unido a mucha gente a la que quería y creía que me querían, pero cortaron radicalmente todos los lazos. Yo intenté algún acercamiento, pero ellos/as rechazaron todo tipo de relación. No han sabido estar a la altura a nivel humano y menos a nivel cristiano. No pretende ser esto un reproche hacia ellos, ya que como he dicho he perdonado y perdono; pienso que hicieron lo mejor que sabían, o lo que los líderes les marcaban que hicieran, pero creo que es una seria señal de alarma que refleja cómo se tratan algunos temas, y sobre todo a las personas, en las iglesias. Otra cosa que echo de menos es hacer exactamente lo que hacía, cantar, compartir, ayudar a otros… Más tarde he descubierto que estoy en otro territorio y que puedo seguir siendo el mismo y reinventarme, y en ello estoy. ¡Ah sí! Y echo mucho de menos el escenario y el micrófono, pues me gustan más que a un tonto una tiza…

Para situarnos vamos mejor al principio, sabemos que tu familia es muy religiosa…

Sí, nací en una familia muy religiosa. Mi padre pasó once años de su juventud en una Cartuja antes de casarse. Soy el menor de cinco hermanos, y desde niño se nos inculcó mucho la fe, íbamos a misa toda la familia y yo cantaba en el coro de la iglesia. A los 6 años mi familia tomó contacto con un movimiento carismático que derivó en una comunidad cristiana evangélica; así que yo viví de lleno este “cambio de religión” y vi como mi familia aún se radicalizaba e implicaba mucho más en la fe cristiana, abandonando la Iglesia Católica y  formando parte activa en una iglesia o comunidad evangélica.


¿Cómo influyó esto en ti?

A nivel personal, desde muy pequeño tuve la extraña y emocionante sensación de “sentirme mágico”, de sentir a Dios muy cerca de mí. No entendía demasiado ni me importaban (siguen sin importarme) las doctrinas, pero sí el hecho de creer que Dios existía y que podía relacionarme con él. Fue a los catorce años cuando tomé una decisión más consciente y decidí seguir a Jesús y comprometerme con la iglesia. Me bauticé a los 18, a pesar de haberme ya bautizado de bebé…

¿Fue a esa edad cuando te fuiste a Inglaterra?

Sí, fue exactamente entre los 18 y 20 años que tuve la oportunidad de ir al Reino Unido a vivir en una comunidad evangélica muy radical llamada “Jesus Army”, de corte muy carismático y comprometida socialmente, pero también excesivamente radical en su manera de vivir, incluso algunas denominaciones protestantes llegaban a considerarla como secta por su estilo de vida y por el precio tan alto que pagábamos (no dinero, por supuesto) los que éramos miembros comprometidos de la misma. Después decidí volver a mi ciudad, a Burgos, para servir dentro de la iglesia evangélica con todo lo aprendido allí y la gran influencia que esa comunidad ejerció sobre mí. Aunque había muchas cosas de las que no estaba de acuerdo con el “Jesus Army”, supe filtrar y quedarme con todo lo positivo, que era mucho.

¿Puedes contarnos algo de esa comunidad evangélica en Burgos y cómo te influyó a la hora vivir la fe?

Pues la verdad es que la iglesia evangélica de Burgos tuvo un nacimiento bastante peculiar, fue un movimiento de “avivamiento” entre los jóvenes en la época hippie durante los años 70, y tuvo mucho gancho. Familias enteras se convirtieron a través del testimonio de sus hijos adolescentes. El movimiento tuvo origen dentro de los grupos católicos, pero los promotores venían de un contexto protestante, y en unos años casi todo derivó en un grupo de comunidades de denominación evangélica, pero no tradicional, debido a sus raíces. De alguna manera la esencia hippie y rebelde siempre estuvo, así como la creatividad, el uso de la música, arte, teatro como herramientas de evangelización. No era una iglesia evangélica convencional en absoluto, más bien era un movimiento muy atractivo liderado y compuesto principalmente por gente joven. En mi caso esta raíz junto con mi experiencia en el reino Unido, fue una bomba de relojería en cuanto a querer vivir la fe de manera comprometida, divertida, real, efectiva, no religiosa.

¿Cuándo empiezas a interesarte por la música? ¿Y porqué concretamente en la música cristiana?

Desde pequeño cantaba en el coro de la iglesia católica, luego estudié guitarra y piano un par de años, y a los 16 años formé un grupo junto con otro chico, que tuvo cierto éxito. Se llamaba África Dividida, y llegamos a tocar con grupos de la época como Gabinete Caligari, Golpes Bajos, Objetivo Birmania, Duncan Dhu, entre otros. Éramos muy, muy jóvenes y todo esto era como un sueño para nosotros, pero la música que hacíamos era a nivel secular y pronto yo decidí dejarlo pensando que no era “lo que Dios quería” que yo hiciera. Por lo que a partir de ahí, decidí volcarme en todo lo relativo a la música dentro de la iglesia, tocando la guitarra y cantando en las reuniones, formando parte del equipo de alabanza. Ahí me di cuenta que la música que se hacía en las iglesias era un muermo total, y que si queríamos pasárnoslo bien con Dios y también atraer a otros jóvenes, debíamos de cambiar de estilo y ponernos las pilas.

Si no voy desencaminado estamos hablando de principios de los noventa, y es justo por esa época que nace el grupo Comisión, ¿cierto?

Sí, es cuando empecé a componer mi propia música, y junto con Aitor, que también componía y tocaba muy bien la guitarra, formamos el grupo de música llamado “COMISIÓN” con el que estuvimos viajando por varios países y recorriendo también la península. Fueron 12 años intensos, 7 álbumes editados, dos de ellos en Estados Unidos, más de 500 conciertos y 500.000km recorridos en furgoneta para tocar en festivales, encuentros de jóvenes, y todo tipo de eventos evangelísticos organizados principalmente por la iglesia evangélica, pero también en varias ocasiones en eventos católicos. Todo se desarrolló casi sin darnos cuenta, las puertas se abrieron de par en par y viví única y exclusivamente para ello, dedicando muchos años de mi juventud en los que renuncié a formarme o estudiar otra cosa, ya que esto me absorbía todo el tiempo y además funcionaba y hacía lo que quería.

Después llegaría Contra Corriente, háblanos un poco de ese proyecto.

Contra Corriente surgió un par de años más tarde que Comisión. Al viajar tanto y ver el panorama que la iglesia ofrecía a la juventud cristiana, pensamos que había que hacer algo para cambiar el chip y atraer a los jóvenes. Todo se dio de una manera bastante natural, conversando con una pareja joven de misioneros americanos con los que estábamos muy conectados, empezamos a hablar, a soñar, a trabajar, y nos tiramos a la piscina. La visión era arriesgada, radical, provocadora, comprometida, muy artística, y con la idea de acoger a gente de toda la amplia gama denominacional cristiana. Empezamos con un evento anual con unos 150 jóvenes y a los tres años estábamos reuniendo más de mil jóvenes de distintas partes de España y otros países, invitando a bandas de música profesionales y ponentes muy alternativos, utilizando a Dj’s para llevar la alabanza, etc. El movimiento tuvo mucho éxito durante sus diez primeras ediciones y algo de controversia también.

Conociendo la homofobia de los ambientes religiosos en los que te movías, ¿no sabías que eras homosexual o vivías un conflicto personal terrible?

Mi orientación sexual la percibo desde muy pequeño, quizás antes de los 10 años. El conflicto personal era total durante toda mi adolescencia, me sentía un bicho raro, acomplejado…pero dejó de ser un problema en mi juventud, ya que de alguna manera había decidido ser célibe y dedicar mi juventud a servir a Dios. Me encontraba bastante completo a nivel emocional y afectivo, pues casi siempre vivía en comunidad y además por el hecho de estar tan involucrado en Comisión y Contra Corriente y llevar una vida tan emocionante, pues casi ni tenía tiempo de pensar en mi orientación, lo que más tarde (en mis 30 años) derivaría en una profunda crisis personal y espiritual. El hecho de no permitirme a mí mismo expresar mis sentimientos y mi afectividad, me pasaría factura, llegando a enfermar por ello. Yo era el primer homófobo, claro está, influenciado por la lo que la iglesia decía de la homosexualidad. Más tarde descubrí que Dios tenía otra cosa que decir al respecto.

Al leer algunas de las letras de tú último disco: “Hemos quemado el amor, hemos arrestado la ilusión”, “Siento como un viento que me empuja mar adentro. Me sumerge en las olas de mi ansiedad…”, uno se da cuenta de que al final el conflicto entre tu orientación sexual y tu fe se hizo evidente, ¿puedes explicarnos un poco cómo te sentías y qué hiciste?

Mi intención era servir a Dios y vivir para Él, y eso siempre era lo más importante, pero no podía entender mi atracción sexual hacia los chicos y la impotencia de no sentir nada afectivo o sexual hacia las chicas. Llegué a ayunar, orar, recibir terapia reparativa (que resultó ser muy dañina), viajé a Chicago para entrevistarme con el líder de una organización dedicada a “curar la homosexualidad” y tras una charla extensa con este hombre, autor de un libro muy conocido que aborda dicho tema, me di cuenta que él no vivía lo que decía y que su maravilloso matrimonio con sus hijos no eran garantía de nada; de hecho me sentí acosado por él por su manera de mirarme y hablar, cuando yo ni siquiera tenía experiencia alguna en el tema. Aún así, pensé que gente falsa hay en todos los sitios y que quizás debería seguir apostando por pensar que yo debía cambiar. Fue entonces cuando empecé una terapia con un pastor en España, que con sus mejores intenciones intentó ayudarme sin éxito, más bien el efecto que consiguió fue el contrario y cada vez la cosa iba a peor.

Estás diciendo que no sólo en Estados Unidos, sino en nuestro país, en los ambientes evangélicos en los que te movías, se practican las terapias reparativas que dicen poder “curar” la homosexualidad. ¿Cuáles fueron las consecuencias de todo lo que estabas viviendo?

Para ese tiempo estaba viviendo los mejores momentos con Comisión y Contra Corriente, con mucho éxito y trabajo, pero veía como mi vida se estaba perdiendo. Empecé a tener ataques de ansiedad serios, sentirme fatal después de cada concierto. Me mareaba al hablar con la gente tras un concierto, me sentía vacío, a pesar de que hubiera sido un éxito. La presión que sufría era insoportable, tenía tiempo para todos y para todo menos para mí mismo. Mi cuerpo empezó a somatizar este estrés y lucha interior, provocándome síntomas muy extraños que hacían que se me hinchara la cara o perdiera la voz del miedo. Los médicos no encontraban nada, pero yo me sentía fatal. Fue horrible.

Imagino que en una situación tan vulnerable, uno está dispuesto a todo. ¿Hubo un último intento de “cambio”?

Sí, mi último  intento fue cuando viajé hasta Méjico DF para una conferencia de Exodus Internacional que reunía a los expertos en este tema de “curar la homosexualidad”. Tuve un pase VIP debido a ser alguien conocido en el mundo evangélico, lo que me permitió hablar directamente con todos los ponentes, y no sólo verlos hablar desde la plataforma. Mi sentido de fraude fue total. Cuando salían a contar sus testimonios se notaba mucha tristeza en ellos y realmente no trasmitían credibilidad, más bien era algo muy antinatural, me parecieron enfermos que intentaban creerse sus propias mentiras. De hecho fui acosado por uno de ellos que me invitó a pasar unos días con él al Caribe y me pidió que no se lo dijera a nadie. Además él mismo me confesó que en varias ocasiones tras dar una charla en el que explicaba su testimonio de liberación de la homosexualidad, se iba a una sauna gay a tener encuentros sexuales. Yo no había tenido contacto con el mundo gay aún y no acepté su invitación. Pensé: - ¡seré marica, pero no tonto!-

Escuchándote, uno se pregunta si no había nadie a tu alrededor que te animase a aceptarte tal y como Dios te había creado.

Absolutamente nadie del entorno cristiano me sugirió que debía aceptarme tal y como era y dar gracias a Dios por ello. Todo lo contrario, el tema era tratado como una enfermedad que se podía curar con mucho esfuerzo o como una “cruz” que debería soportar como buen discípulo de Jesús. No había más oferta. Llegué a pensar que tenía tres opciones únicamente: 1- intentar por todos los medios cambiar ayudado por esas terribles terapias, con la confianza de que algún día pudiera casarme con una chica, 2- privarme de mi sexualidad, vivir como célibe y confesar cualquier tropiezo” que tuviera al respecto, y 3- abandonar mi fe y convicciones y vivir como un pacador homosexual que sin duda iría al infierno. Gracias a Dios, Él me revelo la cuarta opción, que era sentir su amor, ver su sonrisa sobre mí, y aceptar mi orientación con gratitud sin tener que abandonar mi espiritualidad y mi fe, eso sí, sabía que el precio implicaba rechazo, soledad, y abandono por parte de la iglesia.

Si no es mucha indiscreción, ¿a través de quién te pusiste en contacto con grupos tan peligrosos como Exudus Internacional?

Me puse en contacto con Exudus a través del pastor con el que empecé la terapia. Él junto con mis otros mentores, pensaron que la cosa se estaba poniendo difícil y que quizás esto sería un buen cartucho para lograr mi liberación definitiva. Además querían que trajera libros y material de ayuda a España para empezar aquí algo parecido y que yo formara parte de este nuevo ministerio de “curar a los homosexuales”, ya que veían la cantidad de jóvenes homosexuales que había (y hay) en las iglesias y se sentían desbordados e impotentes. Si yo me “curaba”, yo mismo podría ser clave en ayudar a otros debido a la influencia que tenía sobre la juventud…

¿Qué ocurrió tras tu vuelta de Méjico DF y que fue lo que finalmente te ayudó a aceptarte?

Volví a España completamente frustrado y rabioso por ver como se jugaba con algo tan serio y por sentirme profundamente engañado, no sólo por ellos, sino por la religión y por mí mismo. Decidí dejarlo todo, tomarme unos meses sabáticos y dedicarme tiempo a mí mismo. Empecé a entrevistarme con otros homosexuales cristianos y no cristianos, escuchar su experiencia, y luego a buscar ayuda profesional de psicólogos creyentes y no creyentes. El 31 de Diciembre del 2005 lo pasé en ayuno y oración y sentí el amor de Dios de una manera espectacular que me animaba a quererme a mí mismo y aceptar mi homosexualidad como un regalo. También ese mismo día sentí y escribí en mi diario que Dios me tenía reservado otro regalo muy especial. Trece días más tarde conocería a Jonatan, que es actualmente mi marido. Curiosamente la noche que conocí a Jonatan era luna llena, sentí como se cumplía la “profecía” que escribí en una de mis canciones: “…y pueda ver que en la noche algo brilla, que no es tan oscuro y tu luna llena de luz mi anochecer…” (“Volver a Amanecer”, del disco “Pasión”)

Ya, pero una cosa es que te aceptaras y otra hacer pública tu orientación sexual. Supongo que a Comisión y Contra Corriente, que trabajaban principalmente con comunidades e iglesias homófobas, no les haría ninguna gracia. ¿Qué hiciste?

Decidí ser honesto y hablé con todas las personas con las que trabajaba dentro de la iglesia y en los ministerios de Comisión y Contra Corriente, y decirles la decisión que había tomado de aceptarme tal y como soy, invertir en mi nueva relación con Jonatan, y dejar todo lo que hacía a nivel de iglesia (no porque yo quisiera), sino porque sabía que chocaba frontalmente con su doctrina. Jamás viví una doble vida mientras estuve involucrado en la iglesia, pero a partir de ahora iba a hacer lo necesario para cuidarme a mí mismo y vivir mi sexualidad y afectividad de manera natural. En todo momento fui muy sincero y creo que dí más explicaciones de las que debería haber dado.

¿Cómo reaccionaron?

Un abandono y vacío bestial, rechazo y olvido total. Todas estas personas dejaron de llamarme, interesarse por mí… me quedé literalmente en la calle. Yo no pretendía que entendieran algo que a mí mismo me había costado tantos años entender, y eso viviéndolo en mi propia carne; sólo les pedía cariño y respeto. El vacío recibido fue absoluto. Afortunadamente mi familia y una gran parte de una comunidad católica cercana, así como algún hermano/a de verdad, (contados con los dedos de una mano) supieron acompañarme y darme cariño y apoyo.

Alberto, queremos agradecerte otra vez que hayas compartido con nosotros la experiencia tan dura que has vivido, y como al final has podido superarla. Sin embargo, sabiendo que tu ministerio musical iba dirigido principalmente a los jóvenes, nos gustaría pedirte para terminar que dirigieras un mensaje a esos jóvenes cristianos gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, que viven como un hándicap su fe y su orientación sexual o de género. Y que probablemente no son apoyados por su entorno más cercano.

Les diría lo mismo que diría a cualquier joven y que solía decir en mis conciertos, y es que Dios está locamente enamorado de ellos, que le importan mucho. Les diría que quizás para salvar su fe y su integridad, tengan que dejar la iglesia, pero no renunciar a su fe, ni a su espiritualidad, desde luego. Que somos muchos ya los que hemos pasado por ello, y estamos para ayudaros, animaros, apoyaros en este viaje tan emocionante. Les animaría a borrar el cuadro y empezar a pintar de nuevo, pero esta vez guiándose  por el Espíritu Santo, por el sentido común y por el amor. Que a Dios no se le puede encerrar en unas palabras interpretadas por unos cuantos, que la Biblia es mucho más “mágica” que todo eso. Que Dios no cabe en los cultos, denominaciones, religiones, doctrinas o templos. Les animaría a buscar a Dios en este proceso, y en aquellas personas que ni si quiera crean en él (quizás no porque no crean en Dios, sino porque probablemente el dios que se les ha mostrado no vale la pena), que se dejaran fascinar por un Dios real que es su amigo, y quizás así empezar a descubrir una comunidad, una familia, un pueblo, una iglesia de verdad.  Que pensaran en la imagen de Jesús con la cabeza de su discípulo amado recostado sobre su pecho, o en el gran amor entre David y Jonatan. No imagino a ningún heterosexual cristiano comportándose de manera similar con un hermano/a en la fe…

Y sobre todo que no estáis solos y que queremos ayudaros en lo que sea. Los que ya hemos pasado por ello te comprendemos y estamos para acompañarte y ayudarte a VIVIR con mayúsculas. No dudes en ponerte en contacto con cualquiera de nosotros/as.


 Gracias por tu generosidad Alberto.

Esta entrevista ha sido realizada conjuntamente por Aurelio Lepe del Área de Asuntos Religiosos de la FELGTB y Carlos Osma del blog Homoprotestantes.

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