Teolog[IA] ChatGPT



Ayer recibí la recensión de un alumno sobre el artículo de Agustí Borrell: Jesús de Nazaret, entre historia y teología. La verdad es que comencé a leer con mucho interés la presentación y contextualización del artículo, pero tras leer unas pocas frases ya era evidente que aquello no parecía estar escrito por un ser humano. La poca pericia de mi alumno, que probablemente utilizó una herramienta de IA que tenía un límite de palabras que debía introducir para que le hiciera la recensión, hizo que en su trabajo no apareciese ni un solo comentario sobre la última mitad del artículo. Era bastante evidente que ni se había leído el artículo de Agustí Borrell, ni su supuesta propia recensión, antes de enviármela. Quizás no tuvo tiempo: ¡qué sé yo!

 

La parte del trabajo donde debía hacer una valoración personal del artículo fue quizás la más decepcionante, me dieron alergia las frases compuestas tan largas y bien construidas, el lenguaje tan pomposo como superficial y tan preciso como frío. No había nada humano, nada que hubiera pasado por su experiencia, no había conexión alguna entre el texto y su vida, o la vida de las personas que tiene a su alrededor. Ninguna duda, incomodidad, crítica, nada le interpelaba; es como si las consideraciones de Agustí Borrell sobre la situación actual de los estudios sobre el Jesús de la historia, y sus implicaciones para la teología, fueran algo que no tenían nada que ver con él. Me resultaron insoportables las frases hechas, y me molestaba saber nada más empezar a leerlas cómo iban a acabar. Creer que se puede hacer una valoración personal con IA de un texto teológico, muestra una forma perversa de entender la teología, una en la que se asume que un ente ajeno a mí y a la experiencia humana, dicta como debemos comprender correctamente cosas como la vida y el mensaje de Jesús.

 

No es que crea que la IA no pueda ser una herramienta al servicio de la teología, lo que no comparto es que la sustituya. Ya me dijo el editor de mi libro Él Discípulo Que[er] Jesús maba que actualmente es posible generar libros realizados íntegramente con IA, siempre y cuando no se quiera aportar nada, únicamente repetir o reforzar algo que otros han dicho antes. Algo que me llevó a contestarle en tono humorístico que después de leer muchos libros y artículos de teología, o de temática cristiana, deberíamos plantearnos la posibilidad de que muchos autores lleven la IA integrada de serie.  Digamos que esta forma de teología, que yo llamo la Teolog[IA] ChatGPT, consciente o inconscientemente aceptada, nunca me ha resultado atrayente. Por muchas limitaciones y errores que tenga, prefiero la teología que parte de la experiencia compartida en el pasado, en el presente, y abierta al futuro de quien la realiza. Aunque no entienda, o no esté de acuerdo con sus conclusiones.

 

Después de la corrección de la recensión de mi alumno, pensándolo un poco más, llegué también a la conclusión de que en el fondo él solo había modernizado algo que se lleva haciendo desde tiempos inmemoriales, me refiero a la delegación de la responsabilidad a la hora de pensar, entender, e incluso poner en práctica, el mensaje de Jesús. La novedad está quizás en que si tradicionalmente dentro de las iglesias esa responsabilidad se confiaba al padre, el pastor, el obispo, o a cualquier institución que protegiera la sana doctrina y la ortodoxia, ahora se hace sobre un ente que parece estar más allá de lo humano, y que no está sujeto a su arbitrariedad, ni a su mala prensa. Por eso, quizás solo es cuestión de tiempo que —como los robots de seguridad a los policías chinos— la IA sustituya a nuestras mejores predicadoras, al Dicasterio para la Doctrina de la Fe católica, a la junta directiva de la Alianza Evangélica, y a todos los que tratan de decirnos qué podemos creer, quién puede creer, y cómo podemos hacerlo. Algo que por el momento no estoy seguro si será bueno, malo, o regular. Habrá que verlo. Estaremos expectantes.

 

Huelga decir, que mucho antes de que eso ocurra los profesores seremos —en el mejor de los casos— como la máquina de coser de mi abuela que todavía conservo en el trastero. ¿Para qué sirve la formación teológica? Si es únicamente para que nuestros alumnos repitan como loros y cotorras la sana doctrina —que no es otra cosa que la ideología teológica impuesta por quienes tienen el poder de hacerlo­— entonces el presente ya es de la Teolog[IA] ChatGPT. Si no se tiene ni siquiera la necesidad de pensar por una misma, si se tiene miedo a equivocarse, si la teología solo es algo a lo que yo debo amoldarme, y a la que por todos los medios el resto del mundo —sea o no cristiano— debe amoldarse también, entonces la Teolog[IA] ChatGPT ya ha triunfado. En poco tiempo le pediremos también que genere al nuevo profesorado, que lo cree a su imagen y semejanza. Serán mucho más baratos, dóciles, y políticamente correctos. 

 

Antes de que llegue todo eso, podemos todavía poner en valor la teología evangélica, y no estoy hablando de la teología de una determinada confesión religiosa. Como bien decía Karl Barth «el Dios del Evangelio rechaza cualquier conexión con una teología inmovilista y estática. La teología evangélica solo podrá existir y permanecer en vigoroso movimiento, cuando sus ojos se hallen fijos en el Dios del Evangelio… la teología evangélica es una teología eminentemente crítica, porque siempre está expuesta al juicio y nunca se halla aliviada de la crisis en la que está expuesta por su objeto o, más exactamente, por su sujeto vivo»[1].  Y su sujeto vivo no es el ChatGPT.

 

Carlos Osma

 

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Notas: 

[1] Karl Barth, Introducción a la Teología Evangélica (Salamanca: Sígueme, 2021), 28.


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