Llegamos a estos día de Navidad con la "Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI" ya aprobada. Cualquiera que haya seguido su tramitación sabrá de las dificultades que ha tenido que sortear, el largo camino que ha recorrido, las personas e instituciones que le han cerrado la puerta en las narices porque no había lugar en su casa para ella: las feministas históricas que querían pero no querían esta ley, las feministas terf que ahora son primas hermanas de VOX, la Conferencia Episcopal, y la Alianza Evangélica, y los casposos medios de comunicación que intoxicaban con medias verdades y mentiras descaradas sobre lo que supone esta ley. Pero finalmente, y aunque hubo momentos en los que todo parecía irse al garete, Irene Montero ha empujado al asno que llevaba a nuestra María, Carla Antonelli, representante de tantas personas que se han dejado la piel para que hubiera ley, hasta el pesebre, al Senado, el lugar donde los bueyes y las mulas comen a nuestra costa. Allí ha nacido el niñe que traerá algo más de justicia a nuestra sociedad. Gloria a dios en las alturas, y paz en la Tierra para les persones de buena voluntad.
Hoy, en Occidente, las iglesias ponen todos sus esfuerzos en no desaparecer, y las cristianas en particular, en poder vivir su fe en un mundo hostil que, perciben, las amenaza. Pero ese planteamiento solo nos lleva al sectarismo, la insignificancia, y la desaparición. La pregunta para nosotras hoy, en estos días que celebramos la Navidad, también debería ser: ¿Qué mundo queremos? ¿Qué mundo nos trae la buena noticia del evangelio? Y quien diga que el mundo que defienden las instituciones retrógradas, fundamentalistas e integristas que dicen representarnos, es el mundo que el Reino de Jesús nos trae, es porque tiene miedo a perder privilegios y no tiene empatía alguna con el prójime. Tratar de impedir una educación donde trans y cis tengan las misma posibilidades, defender terapias pseudociéntificas para evitar que las personas trans puedan ser quienes son, condenar, expulsar de sus comunidades, animar a sus familias a rechazarlas, insultarles, o manifestarse contra sus derechos, es una forma de proteger un evangelio, pero no el de Jesús, sino el del odio. El mundo que propone el evangelio de Jesús, es muy simple, y la única razón por la que les molesta a tantos cristianos su propuesta, y tratan de desacreditarla y hacerla parecer como infantil, es porque hace tiempo que dejaron de serlo: «Amarás a tu prójime como a ti misma» (Mt 22,39). En Navidad celebramos un dios que nos amó y se hizo une de nosotres, se puso a nuestro nivel, empatizó con nuestras limitaciones pero también con nuestros anhelos. Un dios trans que transitó del género divino al humano, y que nos acompaña a todes nosotres en esas transiciones que nos dignifican, que nos dan voz, que nos hacen más humanas. Ese es el mundo del evangelio que celebramos en Navidad. Porque el evangelio de Jesús siempre ha sido trans, siempre ha sido fluido, siempre ha promovido la liberación.
Estos días celebramos que una Ley Trans nos ha nacido, y no es la victoria de un grupo minoritario de persones, sino de todes, de las trans, de las cis, y de las que abolirían los géneros para siempre. Celebramos la victoria de un ley que permite un mundo más habitable y amable para más persones, donde ampliamos derechos en cuanto a la autodeterminación de nuestro género. Todavía hay camino por delante, no es una ley perfecta, ninguna lo es, el binarismo no representa a todes. Pero la felicidad en el pesebre, es evidente, al igual que la convicción de que, como cualquier otro derecho conseguido por la comunidad LGTBIQ, hay que seguir luchándolo y protegiéndolo, nunca está garantizado para siempre. Herodes no se rinde. A pesar de eso, ahora, la alegría por la esperanza que nos ha nacido supera el pesimismo y el miedo. Me alegro profundamente por todes les persones trans que he conocido: por Marc, por Tayel, por Marta, por Miquel, por Charlotte… Por su ejemplo, por su lucha y su dignidad. Comparto con elles, y con todas las persones trans y no binaries, la esperanza de una sociedad más humana, más libre, más digna. Gracias a las Marías como Carla Antonelli, y las Josés como Irene Montero, que son la punta del iceberg del trabajo de muchas otras personas, por sus renuncias y su capacidad de aguantar los golpes del odio. Al final, venció la justicia, y nos ha nacido la esperanza. Feliz Navidad a todes.
Carlos Osma
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Notas:
[1] Paul B. Preciado, Dysphoria mundi. El sonido del mundo derrumbándose, Barcelona: Anagrama 2022, p. 290-291.