Las iglesias, algunas iglesias, celebran como cada año la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Y bueno, la verdad es que la invisibilización de, en su caso, unas mayorías como son las cristianas y cristianes, explicita claramente como entienden esa unidad. Unidad en lo que nos une, aunque lo que nos separe sea un abismo tan insalvable como el respeto a la dignidad y los derechos de todas las seres humanas. Unidad en lo que nos une, aunque lo que nos separe sea la exclusión, el insulto, y los discursos de odio. Unidad en lo que nos une, aunque el mundo que quieren imponernos de la mano de la ultraderecha política sea uno en el que nosotres no tenemos cabida. Unidad en lo que nos une, cuando ya no nos une nada, porque el Jesús al que siguen crucificaría al que estamos siguiendo nosotres.
Hace muchos años que no tengo relación con una parte de mi familia que tiene una concepción fundamentalista del cristianismo. Hace un mes, una prima contactó conmigo para decirme que quería retomar la relación, que el hecho de que no comparta mi estilo de vida no es justificación para que yo haya roto la relación. No me lo dijo, pero también me podría haber dicho que, aunque no esté de acuerdo con que mi marido y yo tengamos dos hijas y que apoyará todas las manifestaciones que se hagan contra mi familia, eso no es justificación para que no podamos sentarnos en la misma mesa y bendecir juntas los alimentos. No me dijo, quizás se le olvidó, pero también me podría haber dicho que, aunque estoy enfermo, eso no es justificación para que no podamos pedir a dios juntos que me sane. No me dijo, pero también me podría haber dicho que, aunque cree que soy un pecador que arderá en el infierno, eso no es justificación para que no podamos orar juntes en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
La unidad cristiana pasa por Jesús, no por una ideología patriarcal cisheteronormativa, pasa por el amor, pero por el amor al otre, no a lo que yo considero que debería ser el otre. Pasa por poner al prójimo y a la creación en el centro, para escucharlas y respetarles, no por situar como medida de todo la ley, la tradición, y las interpretaciones fundamentalistas de la Biblia. Hay muchas personas a las que realmente queremos, como yo a mi prima, con las que no podremos orar juntas. Mucho menos con aquellas otras con las que no tenemos lazos afectivos y experiencias compartidas, que pretenden imponernos algo a lo que ellas llaman cristianismo y nosotros antievangelio.
Hace mucho tiempo que me considero ecuménico, de ello tiene mucha culpa el hecho de reconocerme gay. Mi experiencia de exclusión me aportó otra en la que conocí una comunidad de cristianas LGTBIQ+ de diferentes tradiciones cristianas con las que podía orar compartiendo un proyecto común de justicia. Eso me ayudó después a vivir el ecumenismo también fuera de entornos exclusivamente queer, pero que entendían el evangelio como liberación, a lo mejor de una forma muy distinta a como yo lo entendía, pero cuyo resultado final era la liberación personal, colectiva, y de toda la creación. Para mí no hay ecumenismo posible cuando no hay reconocimiento, ni siquiera de lo que el otre es. Y las oraciones ecuménicas que se realizan bajo esa premisa, no deberían ser llamadas ecuménicas, sino hipócritas, o incluso diabólicas. Flaco favor hacen al ecumenismo.
Quienes se llaman a sí mismas cristianas, pero colaboran conscientemente con un sistema de exclusión que rechaza la diversidad, provocando sufrimiento y muerte, no importa que formen parte de nuestra iglesia o de otra, no son cristianas. No oramos en nombre del mismo Jesús, ni al mismo dios. Por esas no cristianas oramos, para que dios las transforme mediante la renovación de su mente, como lo hacemos para que lo haga también en nosotros por otras miles de razones. Pero con ellas no compartimos la Semana de Oración por la Unidad de lxs cristianxs, porque no queremos unidad con quienes van contra nuestra dignidad y la de nuestras familias, así como contra todas aquellas personas que no encajan en sus rígidas estructuras.
Para poder orar juntes no necesitamos tener la misma interpretación de la Iglesia, la Biblia, María, o los sacramentos. Todo eso se puede salvar cuando respetamos la dignidad, la vida, los derechos, el amor, de quien es diferente a nosotres, y oramos con elles conscientes de que tenemos la misma Padre/Madre a la que pedimos juntas que su Reino de justicia para todes, se haga presente entre nosotros.
Carlos Osma
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