Según el Evangelio de Juan la tercera y última aparición de Jesús después de su resurrección tuvo lugar mientras siete de sus discípulos estaban pescando. Bueno, más bien intentando pescar, porque el discípulo amado que estaba en esa barca, y que según el evangelio puso por escrito lo ocurrido[1], explica que en toda la noche no habían podido pescar nada. No deberían tener la barca muy lejos de la costa, porque cuando al amanecer Jesús se apareció en la playa y les preguntó si tenían algo para comer, ellos le respondieron desde la misma barca que no tenían nada. Justo en ese momento “Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces”[2].
Volviendo al tema de la pesca milagrosa, no es muy difícil percatarse de que el autor está intentando colocar su mensaje a una comunidad cristiana escribiendo un texto cargado de símbolos. El tema que hay detrás de la escena tiene que ver con la predicación, con llevar nuevos discípulos (peces) hasta Jesús, que ya no está con ellos en la barca (comunidad) sino en la playa (cielo). Cuando los siete (todos) discípulos intentan pescar (predicar) por sus propios medios en la noche (ausencia de Jesús), no consiguen pescar nada, pero cuando Jesús aparece al amanecer (es la luz) y les guía para que lo hagan, la pesca es un éxito. Si algo podemos deducir para empezar, es que la comunidad a la que el autor del evangelio se dirige, tiene algún problema con la transmisión del mensaje de Jesús y no consigue hacer nuevos discípulos. Algo que, por otra parte, no es ajeno a la situación de la mayoría de comunidades cristianas en el siglo XXI.
Pero pese a la absoluta actualidad de la historia para las iglesias de hoy, voy a irme por la tangente, porque al leerla esta vez me he quedado con la incomodidad que me producen algunas de las imágenes que utiliza. Ya sé que es absurdo aplicar a un texto que tiene casi dos mil años algunas hipersensibilidades modernas (o incluso personales), pero tampoco me parece honesto pasarlas por alto. Identificar a quienes no son discípulos de Jesús con peces que se mueven libremente en el mar, el mensaje cristiano con una red, y la misión de los discípulos con atrapar a los pobres peces para llevarlos a la muerte en la playa con Jesús, pues me ha echado un poco para atrás. Vuelvo a repetir que ya sé que la idea que pasa por mi cabeza es completamente ajena a la voluntad del texto, pero tengo que decir que he sido incapaz de leerlo sin pensar en ella.
Leo la Biblia desde mi propia experiencia, por eso
como cristiano gay me parece inapropiada la identificación del evangelio con
una red que te atrapa y pretende llevar hasta la muerte. Decir que es
inapropiada, es una manera bonita de explicar el sufrimiento que ha podido
infringirnos a las personas LGTBIQ esa forma de entender el evangelio, o lo demoledor
que es poner nuestra fe en un Jesús que quiere acabar con nosotros. Algunos lo
dulcificarán, quizás porque prefieren olvidar, y tienen todo el derecho del
mundo a hacerlo, pero yo prefiero decir que sí tuviera que escribir la historia
de la pesca milagrosa hoy, a partir de nuestras experiencias queer, lo primero
que haría sería cambiar el título por el de la liberación milagrosa. La buena
noticia del evangelio no estaría en una red, sino en explicar cómo a pesar de
vivir atrapados dentro de ella en nombre de dios, logramos escapar rompiéndola a
base de mordiscos de esperanza, y también de desesperación.
En la historia de la liberación milagrosa, Jesús no se aparecería en la playa, porque los Jesús que producen víctimas son siempre unos impostores. A él nos lo encontraríamos dentro de la red junto a nosotros, intentando destrozarla con sus propias manos aunque eso le produjese heridas. Al final conseguiría romperla por algún lado para hacernos un hueco por donde poder salir, y nos empujaría a hacerlo. Una vez fuera, nos diría que cuanto más lejos estemos de la playa y de la barca más posibilidades tenemos de permanecer con vida, y que en las profundidades del mar, donde no hay redes que nos amenazan, podemos movernos libre y felizmente. Y le seguiríamos hasta allí, y comprenderíamos aquello de que “si Jesús nos libera, seremos verdaderamente libres”[3].
Nunca podré entender como hay personas que necesitan vivir en una red para sentirse seguras, o que no les importa que las saquen de su medio natural, el mar, para ser llevadas hasta una playa donde saben que morirán. Me duele cuando alguien me explica que un día pudo escapar de la red, pero que ahora siente angustia ante la libertad y la responsabilidad. Y aunque de verdad que lo intento, soy incapaz de comprender a quienes, tras ser liberados de una red de acero, se esfuerzan noche y día por aprender a dar saltos fuera del agua con la esperanza de ir a parar dentro de alguna barca. Cada uno puede hacer con su vida lo que considere, nunca sabemos las razones que llevan a los demás a hacer lo que hacen, así que es estúpido intentar juzgarlo desde fuera. Pero lo que mi experiencia me dice es que, si hablamos de evangelio, de buena noticia, eso no puede vivirse dentro de una red que te lleva hasta la muerte. Si no hay libertad, no hay evangelio. Solo donde la hay, es posible seguir a Jesús y convertirse en uno de sus discípulos.
Carlos Osma
Consulta dónde encontrar "Solo un Jesús marica puede salvarnos".