Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
“Saulo,
respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al Sumo
sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que, si
hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajera presos a
Jerusalén. Pero, yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de
Damasco, repentinamente lo rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en
tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?[1]”.
Este
fin de semana un programa de televisión denunciaba las terapias para curar la
homosexualidad que se realizan en iglesias evangélicas de Madrid. Lo hizo compartiendo
un vídeo en el que un periodista se somete a un exorcismo para dejar de ser gay
mientras varias personas oran, cantan, y le ungen con aceite mientras gritan: “¡Espíritu
inmundo! ¡Espíritu de homosexualismo! ¡Apártate, Satanás! ¡Espíritu de sexo, de
fornicación, de adulterio! ¡Fuera de aquí!”. Cutre, todo muy
cutre, aunque lo realmente preocupante no es el lodo por el que se arrastran
estas iglesias evangélicas (desconozco si forma parte de Ferede[2],
y si es así, qué medidas tomará), ni que sean las responsables de que la
sociedad ponga al resto de iglesias evangélicas en el mismo saco de extremismo
y fundamentalismo, sino a cuántas personas les han destruido la vida sin que
una cámara de televisión haya dejado constancia.
Hace unos días, Mateo, un
conocido de una iglesia evangélica que lucha cada día de su vida para que nadie
descubra que es homosexual, colgaba en su página de Facebook que el Partido
Socialista quiere adoctrinar a niños y niñas para que acaben siendo gais y lesbianas
(que evidentemente para él es lo peor de este mundo, de su mundo). Además,
hacía una defensa de eso que tanto le aterra que le arrebaten, la masculinidad,
diciendo: “la masculinidad es honorable, un don de Dios por el que sentirse
orgulloso y agradecido”. La verdad es que la guerra por la masculinidad yo
creo que la tiene perdida, no porque no sea un tío machote y todo eso (juega al
futbol como nadie y es de Vox... más masculinidad creo que es inalcanzable),
sino porque su entorno evangélico que es en el que pasa su vida, sabe que es
homosexual y no lo ve como un hombre, sino como un homosexual que lucha por
serlo. Es doloroso ver a alguien atrapado en una lucha sin fin, en una huida
constante de sí mismo. Y más cuando todo eso se hace en nombre de dios.
Mateo no solo cuelga en Facebook
reflexiones sobre masculinidad sino también vídeos y reflexiones de Cesar Vidal
al que creo tiene como ídolo a imitar (será por eso que vive armarizado). Y
justo ayer compartió la presentación que hizo Vidal en Perú, en el Seminario
La Familia Relevante, donde hablaba sobre las amenazas a las que se enfrentan
las familias. Tengo que decir que ya sabía que para este señor las amenazas no
iban a ser los bajos salarios, el desempleo, el precio de la vivienda, la falta
de inversión en educación, etc... Pero no pude resistirme y decidí escuchar su
análisis que consiste básicamente en decir que la ideología de género es el
demonio, y que los evangélicos son los únicos que están resistiéndola (imagino
que con el mismo aceite de oliva que los exorcistas en las iglesias evangélicas
de Madrid). Bueno, en realidad no todos los evangélicos porque aprovechó para
lanzar dardos a Ferede, ya que según él se pliega a la ideología de género para
poder recibir subvenciones del Estado, también a la Editorial Clie por vender
libros como El Evangelio Subversivo que promueven dicha ideología, a Alfonso
Ropero, a Ignacio Simal, a Lupa Protestante.... vamos, a todo lo que se mueva
más que las lorzas que le caían por encima del cinturón. Lo más increíble de
todo es que después de dar palos a diestro y siniestro, acabó su presentación diciendo
que lo que él quiere como cristiano es buscar el Reino de dios y su justicia, y
que éste se hará presente cuando los cristianos reflejemos el carácter de dios.
A uno le aterra el Reino de dios que busca, y no creo que el dios que
refleja, lleno de odio y discriminación, tenga nada que ver con el de Jesús.
La palabra “sagrado”
según la RAE significa “digno de veneración por su carácter divino o por
estar relacionado con la divinidad”, y ayer mismo me enteré de que el Gran
diccionario enciclopédico de la Biblia de Clie es considerado sagrado por
el fundamentalismo. Me enteré al leer un artículo que me envió otro amigo (por
favor desde aquí les pido que tengan misericordia de mí y me envíen cosas más
constructivas) en el que un señor pone el grito en el cielo porque según él, el
Doctor en teología Renato Lings había sido colaborador de dicho diccionario. La
manera de describir a Renato es la siguiente: “teólogo queer luterano quien
desde sus 24 años declaró abiertamente su homosexualidad, coordinador en Europa
del movimiento otras ovejas que se encarga de repartir licencias cristianas a
homosexuales, formando pequeñas iglesias sodomitas... hizo el prólogo del libro
pervertido y abominable titulado Solo un Jesús marica puede salvarnos”. La
tesis de este iluminado es que teólogos (léase como un insulto) como Renato
Lings se están “infiltrando” para intentar “cambiar los conceptos
bíblicos tradicionales”. Que en palabras más llanas se traduce como: los
enemigos ya están dentro, nos quieren destruir, y tenemos que defendernos.
Los cuatro ejemplos que
he puesto son solo una muestra del ridículo, y el daño, que están haciendo
muchos cristianos al intentar defender y predicar un evangelio homófobo. Evidentemente
sus propias palabras los desacreditan, y todo lo demás que puedan añadir o
hacer en cualquier otro aspecto, queda manchado por la cerrazón e intransigencia
que muestran en este. Su voz solo es escuchada por quienes viven encerrados en
el mismo lugar imaginario, y la única posibilidad de mantener su discurso es aislarse
totalmente del exterior. Han perdido la conexión con la sociedad y la realidad,
y parecerían payasos que nos hacen reír si no fuera porque los payasos son
gente que quieren hacer feliz a los demás. Para todos ellos, y para quienes promueven
como ellos la homofobia, sigue siendo pertinente la pregunta que Jesús le hizo
a Pablo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".
Carlos
Osma
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