Dioses extraños
Excepto para quienes han decidido vivir
contra toda realidad, o están atrapados en sus propias mentiras, es evidente
que la diversidad es una de las características que define el mundo en el que
vivimos. Somos seres diversos, que sienten diferente, y que se comprenden de
maneras muy distintas. Al menos eso es lo que te encuentras cuando creas
espacios de libertad donde la gente puede expresarse tal y como le gustaría
ser. Es evidente que las distintas identidades, pese a sus limitaciones, pueden
ayudarnos a intentar plasmar todo aquello que somos, aunque tampoco hay que
obviar que con ellas corremos el peligro de graduar unas por encima de otras, o
incluso negar o silenciar aquellas que nos parecen inaceptables.
A quienes somos cristianos, esta realidad
de la diversidad que se nos presenta cada día, nos hace preguntarnos qué dice
sobre dios, cómo nos lo revela. Y la conclusión más básica es aquella que
afirma que si somos su imagen, ese dios debe ser también diverso. Así que
cuanto más clara, monolítica y completamente evidente tengamos la idea de dios,
posiblemente más equivocados estemos. No voy a entrar ahora mismo en hablar
sobre la divinidad en sí, me preocupa más la influencia que tiene en ella
nuestra percepción de la realidad. ¿Qué cambia si nuestro dios es diverso? Pero
no me refiero, qué cambia de dios, sino qué cambia en nuestra manera de
comprender el mundo y a nosotros mismos si ese dios es algo más complejo que la
radiografía en blanco y negro que algunos han hecho de él.
Es absolutamente evidente que todos
aquellos cristianos que niegan la diversidad, que se oponen a que sea
reconocida dentro de las iglesias o protegida en la sociedad, reflejan un dios
tribal que está con unos (con los que son como ellos) pero no con el resto. Un
dios que sitúa a unas personas, por encima de otras, y que coloca al hombre
rico occidental heterosexual en la cumbre de la torre de Babel a pocos
centímetros de llegar a tocar la divinidad. Evidentemente todas las percepciones sobre
dios son absolutamente parciales y condicionadas, pero: ¿podemos de verdad
decir que en este caso estamos hablando de divinidad? Opino que, por muy
condicionada que esté, hay un límite que aquí se ha superado con creces y que
imposibilita creer que estamos tratando con algo que remita remotamente al*
totalmente otr*.
Negar a quien es distinto, lleva
inevitablemente a la necesidad de dotarse de una serie de normas, leyes,
historias y costumbres que permitan naturalizar esa negación. Así que los
dioses tribales van siempre acompañados por sus sacerdotes legalistas, capaces
de encontrar más rápidamente que Google en qué capítulo y versículo pone que no
se puede ser o sentir de una manera diferente a la divina (la suya). El
Vaticano, por ejemplo, acaba de emitir el texto “Varón y hembra los creó” para
alertar de aquellos que quieren “aniquilar la naturaleza”, demostrando
una vez más su incapacidad de ponerse del lado de quienes sufren opresión. Su
dios tribal está centrado en proteger un determinado sistema que excluye y
discrimina a quienes no encajan en él, y se aleja del dios de la Biblia, ese
del que el Génesis afirma: “Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno
en gran manera” (Gn 1,31). Ese dios diverso que se revela en cada momento
de nuestra vida si tenemos los ojos suficientemente abiertos, y no vamos
condenando a la gente y diciéndole cómo debe identificarse o cómo debe sentir.
Los dioses tribales no solamente son
falsos, al igual que todos los profetas y profetisas que tiene como voceros,
sino que únicamente es capaz de generar vidas falsas. Si algo nos dice la
experiencia, es que cuanto más se parezca el dios de una determinada persona al
dios tribal de las ortodoxias, más represiones y mentiras atesorará. La
opacidad de las estructuras religiosas que más absolutamente se oponen al dios
de la diversidad, al dios de la Biblia, no esconden otra cosa más que corrupción,
envidias, dolor, sufrimiento, abusos, mentiras y falsedad. Y eso lo sabemos
todas y todos, por eso no entiendo por qué algunos seguidores del dios de la
diversidad están tan necesitados de la aceptación del dios de la ortodoxia.
¡Cuánto tiempo necesitarán para darse cuenta de que es falso!
El dios diverso con el que tenemos que vérnoslas
los seres humanos diversos, es extraño. Para empezar porque a pesar de contener
todas nuestras proyecciones, no se deja atrapar, es escurridizo. El dios de la
diversidad jamás nos dice cuál es la acción correcta, o la respuesta exacta; no
nos ofrece seguridad, ni soluciones milagrosas. Un día creemos que nos está
hablando, y al día siguiente nos damos cuenta que el mensaje lo habíamos dejado
grabado nosotros mismos en nuestro subconsciente. El dios de la diversidad es
enorme, inmensa, intratable, indomable... atrevida y valiente. Pero también es
cuidador, protector, amiga, madre... débil, humilde y abnegada. El dios diverso
solo lo percibimos con más nitidez cuando hay amor de por medio. Donde hay
amor, ahí está dios, el dios diverso, el dios extraño. Y es creando esos
momentos, esos espacios donde el amor se hace presente en la diversidad que ha
querido regalarnos, que podemos percibir mejor quién es. En los lugares donde
el amor brilla por su ausencia, donde solo hay una forma correcta de ser, el
dios tribal campa a sus anchas. Donde hay amor hay un camino por recorrer que
nos aproxima a dios a través del prójimo. Este creo que es el mejor criterio
para saber cerca de qué dios estamos.
Carlos Osma
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