¡Stop bullying LGTBI!
Esta semana en Barcelona, como en
muchas otras ciudades, se celebra la fiesta del Orgullo LGTBI. El lema que las
entidades y asociaciones han escogido para visibilizar aspectos en los que todavía
es necesario seguir avanzando, es el bullying que sufren muchas personas por
ser LGTBI. Aunque este acoso puede ser padecido por cualquiera, son sobre todo
menores, personas de la tercera edad, dependientes, o personas en situación de
vulnerabilidad, las que están más expuestas a sufrirlo. El odio, siempre se
ceba con los más débiles, porque en el fondo son los cobardes los que lo
ejercen.
No hay verdad divina que pueda mantenerse
en pie si sirve para que un adolescente pueda ser golpeado o insultado por no
parecer suficientemente masculino. No hay cristianismo que pueda justificar que
una niña que nació en un cuerpo que no reconoce como propio, esté avocada a la
marginación social. No hay Dios que pueda pedir a madres y padres, que rechacen
a su hijo o hija por ser gay o lesbiana. No hay fe en Jesús de Nazaret que se
aproveche de la fragilidad de ancianos LGTBI para negarles sus derechos más
básicos. No hay biblia que niegue el derecho de los hijos e hijas de familias
LGTBI a ser felices y recibir una educación que respete su realidad familiar. No
hay iglesia, que pretenda ser evangélica, que afirme que sólo la
heterosexualidad salva y que quienes no son heterosexuales no tienen nada que
decirle ni que aportarle.
Una ideología que desemboca en la
negación y el sufrimiento de tantas personas no puede tener cabida en una sociedad
igualitaria, y mucho menos en comunidades cristianas que predican la
fraternidad de todas y todos los seres humanos. La LGTBfobia no puede seguir
acompañando el discurso y la praxis de las seguidoras y seguidores de Jesús.
Pero la meta no es erradicarla de nuestras comunidades cristianas, sino que
éstas se conviertan en motor de cambio social para que el bullying sea
extirpado de la
sociedad. Mientras una sola persona sufra bullying a nuestro
alrededor, el Reino de Dios no habrá llegado. Mientras haya una iglesia que
discrimine a las personas por su orientación sexual o de género, el nombre de
Jesús será utilizado contra la vida y la justicia.
No se puede animar al silencio y
a la negación a quienes no son o sienten como la mayoría. No podemos
permitir que un solo adolescente se suicide por el odio de quienes se creen
mejores. Y mucho menos que sea el rechazo que ha vivido dentro de comunidades
cristianas el que le empuje a acabar con su vida. Queremos un mundo mejor, un
mundo más libre, más justo y más feliz para todas y todos. Y lo queremos como
cristianos y cristianas porque el evangelio nos habla de eso, de construir un
mundo donde no sea la verdad quien triunfe, sino el amor. Donde no haya gente
que tenga razón y otra que esté equivocada, sino donde haya personas que desde
sus diferencias se reconozcan hermanos y hermanas. Cualquier tipo de odio, aunque
sea ejercido en nombre del amor, nos divide y nos hace daño, por eso no debemos
darle cobertura.
Stop al bullying LGTBI, en la
escuela, en los hospitales, en los juzgados, en los hogares, en las calles, en la iglesia. Acabemos
con el odio que al final acaba siempre afectando a gente que tenemos cerca o a
nosotros mismos. Decidámonos ya a levantar la voz contra la injusticia, contra
el sufrimiento de tanta gente. ¡Basta ya de debates teológicos y discusiones
teóricas! ¡Basta de mantener un discurso religiosamente correcto que no se
traduce en nada! El cristianismo es compromiso con el amor, con la justicia y
con la vida. Salgamos
estos días a demandar, a exigir, a decir que no estamos de acuerdo con las
políticas, las costumbres, las normas, los discursos o las teologías que dan
cobertura al bullying. Que se nos vea, que se nos escuche, que hay cristianas y
cristianos que con orgullo y empoderamiento son capaces de pedir, de demandar,
una sociedad y unas iglesias donde la gente pueda vivir tal y como se siente,
que pueda amar libremente y que pueda formar, si lo desea, la familia que
siempre ha soñado.
No estamos solas ni solos, hay
mucha gente, asociaciones y colectivos que demandan también que termine el
acoso, el sinsentido, la falta de caridad. Pero sobre todo, no estamos solos ni
solas porque es Jesús quien nos acompaña en cada paso que damos a favor de la justicia. En las
marchas del orgullo, Jesús estará a nuestro lado.
Comentarios