Protestante Digital: Del fundamentalismo al resentimiento


Esta semana la revista fundamentalista evangélica “Protestante Digital” nos ha regalado un editorial cuyo encabezado muestra la deriva de quienes se han quedado sin argumentos: “Del nacionalcatolicismo a la bandera arco iris”. Me gustaría hacer unas cuantas observaciones sobre dicho editorial.

Para empezar la bandera del arcoíris, bandera rainbow, o bandera de la libertad, fue utilizada públicamente por primera vez como símbolo del colectivo homosexual en San Francisco en el año 1978, como homenaje al activista homosexual Harvey Milk que había sido asesinado hacía unos días. Una bandera cuyos colores intentan reflejar la diversidad de todos los seres humanos, y el deseo de ser tratados con la misma dignidad. Sin embargo no es la primera vez que el símbolo del arcoíris se utiliza  para este fin, en la historia del protestantismo también la utilizó Thomas Müntzer en la revolución campesina del siglo XVI en Alemania para denunciar el trato injusto que sufrían campesinos y artesanos por parte de los gobernantes desorientados por malos sacerdotes: “Mira, los señores y los potentados están en el origen de cada usura, de cada apropiación indebida y de cada robo”. En la ciudad alemana de Stolberg se puede visitar la estatua de este reformador sosteniendo la bandera arcoíris entre sus manos.

Es cierto que hay sectores en la sociedad española que no están por dar los mismos derechos a todas y todos, por respetar la diversidad que existe en el país. Piensan que unas personas por amar, comportarse, vestirse, pensar u opinar de una determinada manera (cada sector determina esa manera), tienen más derechos que otras. Pero eso no es lo que dice nuestra Constitución ni lo que deben defender los representantes escogidos por toda la ciudadanía. La defensa de la igualdad y el respeto a la diversidad son pilares sobre los que nos hemos propuesto construir la sociedad. Por eso no hay contradicción alguna en que una bandera arcoíris ondee en los ayuntamientos de todo el país, mostrando el compromiso político con la justicia para todas y para todos.

El problema que tienen las cruces cristianas, o la ideología que defiende el fundamentalismo, es que nuestra sociedad ha tenido que padecer sus consecuencias. La cruz ha sido utilizada demasiadas veces para dividir, para humillar, menospreciar o incluso asesinar a personas. La sospecha e inquietud que producen las religiones que quieren ocupar el espacio público, no nacieron ayer, y no deberíamos sorprendernos de que esto ocurra. Además si en los últimos años el cristianismo oficial, sea del signo que sea, ha estado más por imponer una ideología de la discriminación, y por mantener ventajas fiscales y posibilidades de influencia política para su propio beneficio, no es difícil entender que exista el recelo a que sus símbolos representen a todos. Tampoco hay que olvidar que si el colectivo LGTBI en todo el mundo lucha por vivir y por sus derechos, el cristianismo no hace lo mismo. Les recuerdo por ejemplo a los fundamentalistas evangélicos, que han sido los telepredicadores americanos evangélicos quienes han puesto el caldo de cultivo del odio con el que son tratados los homosexuales en países como Uganda. Allí, no hay banderas arcoíris en los ayuntamientos, pero si mucho dolor y sufrimiento generado por el fundamentalismo.

Me sorprende también que el editorial enfrente discriminaciones, cuando creo que son todas las discriminaciones, todo lo que limite a los seres humanos, lo que debe ser rechazado en nombre del evangelio. La vida de un cristiano decapitado en Siria vale lo mismo que la de un homosexual lanzado desde una torre en el mismo país. Es una bajeza y una falta de sensibilidad priorizar una muerte a otra. Además, si estamos hablando de nuestro país, el editorial se olvida de que hay personas como el que aquí escribe que ha sido víctima de las dos discriminaciones, una por ser gay y otra por ser protestante. Y le podría explicar donde reside la diferencia: cuando era niño y me obligaban a asistir a clases de religión católica a pesar de ser protestante o me invitaban a quedarme en el pasillo mientras el resto de mis compañeros y compañeras se quedaban en el aula, yo podía explicarles a mis padres lo que me ocurría, podía compartir con otros cristianos la situación; y sobre todo, la ley estaba de parte de mi familia. Pero cuando en mi adolescencia me dí cuenta de que era homosexual, no tuve nada de eso. No conozco ningún evangélico en este país que se haya intentado quitar la vida por la discriminación que padece, pero no puedo decir lo mismo de las personas LGTBI que conozco. Aprovecho para decir, que el colectivo LGTBI es diverso, pero jamás he sentido ningún rechazo por ser protestante, de hecho la colaboración con entidades LGTBI siempre ha sido fácil. Sin embargo el fundamentalismo es incapaz incluso de reconocer que existen evangélicos LGTBI, de sentarse para hablar y escuchar sus experiencias antes de enviarlos al infierno para siempre.

Finalmente vuelvo al encabezado del editorial: “Del nacionalcatolicismo a la bandera arco iris”. Me parece una falta de respeto utilizar a cientos de miles de desaparecidos, asesinados, torturados y encarcelados por el franquismo en un artículo como éste, creo que no hacía falta, y que esto merecería una disculpa. Entre todas esas víctimas había miles de homosexuales que fueron internados en campos de concentración para vagos y maleantes. Y también había muchos protestantes, que se opusieron a un régimen que no respetaba las libertades. Por otra parte pienso que el encabezado deja ver que el fundamentalismo vive ajeno al mundo en el que vive al hacer dicha comparación. Las personas que levantan la bandera arcoíris creen que los fundamentalistas tienen que ver respetados sus derechos en este país, todo el mundo forma parte de la sociedad diversa en la que vivimos. Lo que no creen es que puedan mandar mensajes de odio, discriminar o incitar a la violencia hacia las personas LGTBI. Y sinceramente, en este editorial, más que evangelio y amor, se transmite impotencia y resentimiento.

Decía Thomas Müntzer que cuando las autoridades no cumplen su papel “la espada les será quitada”, y quizás es eso lo que les está ocurriendo a las iglesias cristianas que dicen predicar el evangelio, la reconciliación y la liberación; que como no lo hacen, son otras instituciones, otras personas las que se encargan de levantar la bandera del arcoíris que Dios nos regaló según el libro del Génesis como signo de una sociedad que no volverá a ser destruida. Y algunas personas, entre las que me cuento, piensan que encima de ese arcoíris vuelan los azulillos, y los sueños que soñaron se pueden hacer realidad. Así que en vez de entre papeles en blanco y negro, prefieren estar en algún lugar por encima del arcoíris desafiando sueños de justicia y liberación.




Carlos Osma


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