Cuando se legalizó el matrimonio igualitario en Canadá decidimos formalizar nuestra unión. Raquel, mi pareja, quería una celebración de tipo religioso. Unas amigas nos hablaron de la Iglesia y decidimos pasarnos por allí. Cuando llegamos, lo que más nos llamó la atención fue ver a mujeres dando la comunión y ese mismo día, era una mujer la que oficiaba. Nos llevó algunos meses el quitarnos ciertos prejuicios. Nos sentíamos extrañas pues todo era tan abierto e inclusivo.... Era bastante chocante; el servicio, la participación, las canciones tan llenas de vida, la alegría, la sensación de unidad...
Como
tal, soy líder laico voluntario y me encargo de asistir en los servicios
religiosos, organizar actividades y sobre todo, mi función principal, el
cuidado o atención pastoral a la comunidad, visitar enfermos, etc.
Desafortunadamente
esta cuestión es mas común de lo que la gente se pueda imaginar. Hay muchísimas
personas que están pasando o han pasado por esa situación, en la que ven que
son rechazados según sus creencias religiosas por ser quienes son, como son. En
general es un tema que afecta a toda la comunidad LGTB. Creo que es importante
ponerse en contacto con otros grupos que puedan resultar afines y compartir con
otras personas que hayan pasado por eso o aun incluso estén viviendo ese mismo
problema. El sentir que uno no está solo y que tiene el apoyo de otras personas
que lo entienden es muy importante para poder superar esa situación y
recuperarse. El dialogo y el compartir experiencias es fundamental. El primer
paso es conseguir reponerse del sentimiento de culpa, y llegar a aceptarse uno
a si mismo, tal y como es. Por ello creo que es muy importante el poder ofrecer
un espacio seguro donde las personas puedan compartir y sentirse aceptadas
incondicionalmente.

