Una lectura gay del Apocalipsis (II)


Los siete sellos (Ap 4,1-8,1)

1. Introducción

Después de las cartas a las siete iglesias, el Apocalipsis nos lleva directamente al cielo, concretamente ante el Trono de Dios. Allí nos relata como Jesús, el León, el Cordero degollado, es el único ser digno de poder abrir el Libro sellado que Dios sostiene en su mano derecha. Y puede hacerlo no por su fuerza o poder, sino por su debilidad y entrega, por su sacrificio que le llevó hasta la muerte en la cruz. El Libro no contiene leyes o profecías, sino el sentido de la historia, que sólo Jesús puede llevar a la consumación.

Al abrir cada uno de los siete sellos, el Cordero permite que la historia se despliegue y podamos ver los males que esconde. Los cuatro primeros nos desvelan, mediante cuatro caballos/jinetes, cual es la situación real de la historia. Los Vivientes llamaban al Cordero para que por fin hiciera su aparición en el mundo, pero no fue él quien llegó, sino los cuatro caballos con jinetes que traen destrucción a la tierra. El quinto y el sexto sello muestran el clamor de las víctimas y la respuesta a su situación desesperada. El séptimo nos hace contener la respiración, y nos prepara para la sección siguiente: las siete trompetas.

Continuando con nuestra lectura desde una experiencia gay, con la apertura de los sellos caen los velos tras los que se escondían los mecanismos que utiliza la Bestia de la heteronormatividad, y de la relación unívoca entre sexo y género, para imponerse en el mundo y ahogar la voz de quienes no siguen sus dictados. Con los primeros cuatro sellos descubrimos cuatro fuerzas destructoras que arrasan todo a su paso, y ante las que tenemos la sensación de que no hay escapatoria posible.

2. Los cuatro jinetes del Apocalipsis

El primer Jinete es engañoso, vestido de blanco viene montado en un caballo también blanco. Todo nos hace pensar en el Mesías, todo apunta hacia esa posibilidad, pero es sólo un espejismo, una falsa promesa de vida y de salvación para las personas lgtb. Es el poder de la falsa religión, de las teologías, iglesias, morales cristianas que quieren acabar con nosotros. Así lo percibimos, hablan de amor, comprensión, perdón... pero con su arco están dispuestos a lanzarnos flechas que nos dejen sin vida. No siguen al Cordero, al enviado de Dios para liberarnos, sino a la Bestia.

Tras su paso, un reguero de sangre y sufrimiento: familias rotas, vocaciones frustradas, autoodio, falta de aceptación, violación de la dignidad, personas destruidas, enfermedad, suicidio y muerte. Todo en nombre de Dios, pero al servicio del Imperio de la heteronormatividad al que realmente sirven. Pueden hacerlo abiertamente, declarándonos la guerra desde los púlpitos, o de formas más sutiles, prometiéndonos la liberación de sus prisiones en un futuro incierto. En el fondo no hay mucha diferencia, la muerte, la imposibilidad de que vivamos tal y como somos es su propósito, y al final utilizarán todas las armas que tengan a su disposición para lograrlo.


Para ser fieles a la verdad no todas las teologías, iglesias y morales cristianas están al servicio de la Bestia. Las hay que trabajan para desenmascararla. Pero parece claro que en este caso no hay puntos intermedios, no hay zonas neutrales, o se colabora con la opresión, o con la liberación. La inacción es una forma de opresión, y tiene su origen en una homofobia que quiere esconderse o disimularse. El trabajo de todas las personas y comunidades cristianas que acompañan y defienden los derechos de las personas lgtb es la verdadera liberación que se fundamenta en una relación real con el Cristo crucificado, el Cordero de Dios.

El segundo jinete es rojo, como la sangre, lleva en sus manos una espada y en su cabeza una corona. Podemos interpretarlo como el poder político que busca la paz segando la vida de quienes no se inclinan ante la Bestia. Puede hacerlo de forma implacable violando, encarcelando o colgando de una horca a los disidentes mientras el resto del mundo permanece en silencio. O quizás utilizando métodos más “sofisticados” y “liberalconservadores” que invisibilizan o deforman  la realidad lgtb. Su principal arma es la propaganda, que presenta a los seguidores de la diversidad divina como una insignificante minoría que pone en  peligro la convivencia.

Vence dividiéndonos y haciéndonos creer que tenemos intereses diferentes y contrapuestos, de esta manera nos enfrenta para debilitarnos. Finalmente nos entrega sus espadas de guerra para que nos matemos unos a otros en una guerra fratricida. Sabe muy bien que la unidad es nuestra fuerza, y por eso ataca sin piedad la tolerancia, el respeto a la diversidad o la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, imprescindibles para que la comunidad lgtb pueda sobrevivir y hacerle frente. Es un poder corrupto y putrefacto del que forman parte muchos que han renegado de quienes son y se han vendido a la Bestia.

El poder político por sí mismo no es el segundo jinete del que nos habla el Apocalipsis, aunque una mirada a nivel mundial pueda hacernos pensar lo contrario. En los últimos años hemos visto como puede ponerse al servicio de la liberación. Sin embargo seríamos ingenuos si no nos diésemos cuenta de que es uno de los pilares fundamentales sobre los que se sostiene la Bestia, y que incluso en los países donde la comunidad lgtb ha logrado que la mayoría de partidos políticos defiendan sus derechos, su potencial destructor sigue presente en algunas formaciones políticas. Aquí sus estrategias son más sutiles, y se pone el disfraz de tolerancia, pero su finalidad sigue siendo la de destruir la vida de los seguidores del Cordero.

Negro es el color del tercer jinete, y con la balanza que sostiene en su mano trae el hambre al mundo. Se nos advierte así que la justicia, representada por la balanza, adquiere una dimensión perversa en manos del Imperio. Su propósito: que nunca quede satisfecho el hambre de justicia de homosexuales, bisexuales, transexuales, transgénero, o de toda persona que crea en el mensaje de amor y fraternidad de Jesús. La ley al servicio de la Bestia, del estatus quo, del conservadurismo más rancio que convierte en delincuentes a quienes no toman parte de los principios de la uniformidad y el sectarismo.

Con la ley puede prohibirse la misma existencia de las personas lgtb, o impedirse toda manifestación pública que haga tambalear las mentiras de la heteronormalidad y la transfóbia. Pero más acostumbrados estamos a que esa ley nos invite a pactar, dejándonos reductos de libertad a cambio de que renunciemos a ver reconocidos nuestros derechos. Sus migajas son adoradas por algunos como verdaderos banquetes, cuando realmente se nos está ofreciendo la comida que comen los perros cuando ésta cae de la mesa de su amo.

Ante esta situación, algunos deciden alejarse del mundo y esperar con los brazos cruzados, o con las manos pegadas y las rodilla dobladas, a que la justicia divina llegue algún día. Es posible que para muchos ésta sea la única posibilidad si quieren seguir con vida, pero para otros, el Apocalipsis es una llamada a la responsabilidad y al compromiso por una justicia que nazca de los principios del evangelio. La resistencia ante la in-justicia de la Bestia es una obligación ineludible para quienes desean permanecer fieles al Cordero aquí y ahora. Resistencia o sumisión, aquí reside la cuestión. Construir justicia para todos, o mantenerla sólo para algunos.

El último jinete que azota la historia es la peste, enfermedad que genera muerte a su paso y se propaga con enorme facilidad. Su color es verde, como el dólar; y es que no hay poder mayor en el mundo que el de la economía y los mercados. Es cruel e inhumano y no escucha jamás el dolor de las víctimas, sólo el sonido de los tesoros mientras caen en sus sacos de codicia. Es un poder que entroniza el individualismo y hace vivir exclusivamente para el enriquecimiento propio, inmunizándonos ante las necesidades del resto de seres humanos. Destruye personas, familias, empresas y países enteros si se lo propone. Parece insaciable y temible, tras su paso, todo queda arrasado.

El engaño de lo que ha venido en llamarse el “estilo de vida gay” reside sobre todo en crear un espejismo, un ideal sin contenido que dice que las personas lgtb tienen dinero, buenos coches, viven en áticos de lujo y van de vacaciones a Tokio o San Francisco. Todo lo demás no importa, la única forma de salvación pasa por evadirse completamente en el paraíso del dinero. Quienes no pueden o quieren hacerlo quedaran marcados como travelos, bolleras o maricones, y la sociedad los seguirá despreciando.

No se trata tanto de invitar al desprendimiento o de hacer un voto de pobreza, sino de preguntarse porqué el modelo que se vende de persona lgtb, no es el de aquella que se implica en la mejora de su entorno, en dignificar la vida de quienes lo han perdido todo o la que se preocupa más por la justicia que por su bolsillo. Cierto es que toda la sociedad es manipulada por el poder económico, pero es innegable que el colectivo lgtb lo está siendo de una manera más acusada. Hay que reconocer que el dinero ayuda a defenderse mejor de una sociedad heterocentrista y patriarcal,  pero todo es hueco, puro humo. Pactamos con una Bestia que puede volverse contra nosotros cuando lo crea conveniente.

3. Quinto y sexto sello

El quinto sello deja ver a las victimas y permite escuchar sus súplicas. Su deseo de justicia sólo puede ser satisfecho por Dios mismo, por eso no dudan en dirigirse a Él para lograrla y pedir venganza. No puede vencer la opresión; el Imperio que ha traído la muerte a tantas personas, por el simple hecho de ser distintas al modelo heteronormativo, debe ser derrotado y eliminado. La liberación de un mundo uniforme que desprecia la diversidad es tarea de Dios, y por tanto también de quienes dicen seguirle. Pero sería ingenuo no darse cuenta de que sólo es con la ayuda de Dios que David puede acabar con Goliat. Por eso el creyente, mientras trabaja por la justicia, mientras se niega a agachar la cabeza ante la imagen de oro y piedras preciosas de la homofobia, la transfobia y el machismo, dirige a Dios su grito desesperado.

No puede vencer la injusticia, no puede quedar sin respuesta el dolor, la tortura psicológica, o la muerte de tantas y tantas personas distintas. Con toda seguridad no es la venganza la respuesta que Dios dará, eso lo sabe bien la víctima que le conoce, pero confía en que Dios le dignificará y le hará justicia. “Yo sé que mi redentor vive, y al final me levantará de los muertos” gritaba Job, y nosotros como él, mientras trabajamos para que sea posible, gritamos también: “Yo sé que mi redentor vive, y muy pronto derrotará todos los poderes que nos oprimen, y curará todo el dolor que hicieron en la vida de millones de personas”.

La destrucción del mundo es la promesa que encontramos al abrir el sexto sello, es eso una promesa, una visión que ayuda a los oprimidos a entender que su lamento no quedará en el olvido y que su labor, que ya deja ver brotes de vida, traerá un nuevo mundo al fin. La vida tal y como la conocemos no puede sostenerse y por eso caen los elementos que la sostienen. Todo lo que había sido establecido para mantener un mundo injusto, se vuelve contra quienes lo habían creado y mantenido para caer sobre ellos. No es Dios quien los destruye, sino la inconsistencia de un sistema cruel ante el que toda la creación se revela. Los que vivían al servicio del Imperio prefieren esconderse en los últimos reductos de oscuridad que les quedaban para morir aplastados por todo aquello que ya no se mantiene.

Una triste descripción de algo que estamos acostumbrados a ver en los lugares donde la Bestia ha comenzado a ser derrotada. Es cierto que muchas personas entienden que han colaborado con un poder que era injusto, y deciden cambiar y actuar de una manera más humana. Sin embargo hay otras que se niegan a reconocer su pecado contra la creación rica y diversa de Dios, y prefieren esconderse y encerrarse en sus propios mundos de homofobia, creyendo que estos guetos conseguirán algún día reconquistar para el Anticristo el mundo que han perdido y añoran. Pero no hay vuelta atrás, todo lo contrario, los guetos que construyen acabarán por destruirlos a ellos mismos. Las personas lgtb conseguirán transformar las estructuras y derrotar los poderes que son contrarios a la voluntad divina. Esa es la promesa que encontramos en el Apocalipsis, que nos anima a resistir y nos insta a seguir transformando el mundo.

4. Los 144.000 sellados, la multitud incontable y el séptimo sello

Pero el fin no ha llegado todavía, se nos ha dejado entrever la victoria para mantener la esperanza, sin embargo el Apocalipsis nos devuelve de nuevo a la realidad en la que vivimos: la batalla contra la Bestia. Falta el aire en la tierra, y el final parece próximo; sólo los que han permanecido fieles pueden formar parte del ejercito de Dios que acabará con el dominio del Imperio de este mundo. Ésas son las ciento cuarenta y cuatro mil personas escogidas, doce mil de cada una de las doce tribus. Ellas llevan en su frente el sello de Dios, ellas son las portadoras de su Espíritu.

Es difícil encasillar la diversidad humana en unas siglas, siempre caemos en el reduccionismo. Hablar de lesbianas, bisexuales, transexuales, heterosexuales o gays es una forma de describir la realidad, pero no es la realidad misma, siempre habrá personas que no se sentirán cómodas con ninguna de estas palabras. No podemos luchar contra un sistema opresivo porque reduce la diversidad a una o dos categorías y después imponer como verdad absoluta otro que lo amplia a cinco o seis. Las doce tribus que forman el grupo que se resiste a la Bestia son muchas más de las que nosotros conocemos, y cada una de ellas está formada por mil personas distintas. Todas ellas dispuestas a enfrentarse a los ataques de los cuatro jinetes apocalípticos, dispuestas a levantarse cuando caen en la batalla y a dejar su vida en el intento de hacer visible la diversidad divina. Las que han pactado con la Bestia, las que han decidido esconderse en su vida privada y no mostrar lo que Dios ha hecho en ellas, no son contadas dentro de estas ciento cuarenta y cuatro mil personas. Ellas no forman parte del ejercito liberador de Dios, no importa que sus bocas juren adorarlo en cada instante de su existencia.

Inmediatamente después de esto, volvemos a abandonar la tierra y nos trasladamos de nuevo ante el Trono de Dios y el Cordero. Allí somos testigos de la liturgia de victoria final de los salvados. No sólo nos encontramos a los ciento cuarenta y cuatro mil que han luchado contra la Bestia, sino que nuestros ojos pueden ver a una muchedumbre incontable que celebran la salvación de Dios. No hay duda, el Imperio que intenta hacernos daño y destruirnos, será vencido. Su poder no durará siempre, porque aunque dice poseer la bendición divina, no sigue al Dios que ha enviado al Cordero, sino al de sus prejuicios e intereses.

La homofobia, la transfobia, el patriarcalismo, o el resto de rostros de la Bestia acabarán gracias a la labor de una innumerable muchedumbre de todos los lugares de la tierra. No importa nuestra religión, o incluso si creemos o no en Dios. Lo importante es que Dios sostiene cada una de nuestras acciones de liberación, y algún día seremos conscientes de ello, descubriremos a Dios y podremos verlo cara a cara, tal y como ella es. Allí podremos agradecerle su ayuda diciendo: “Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.”

La apertura del séptimo sello ha llegado por fin, el Libro queda abierto mostrándonos los engaños de la Bestia y prometiéndonos que la liberación de Dios no tardará en llegar. En ese momento se hace un silencio en el cielo, y tras él suenan las trompetas, anunciando que las murallas infranqueables de la ciudad de la Bestia, están a punto de caer[1].


Carlos Osma




[1] Jos 6,4-6

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