Fuera del Mesón



Según el evangelio de Lucas, el nacimiento de Jesús tuvo lugar mientras su madre y su padre realizaban un viaje. María se puso de parto en el momento más inapropiado, pero la vida es así, no espera a que todo el mundo esté preparado para recibirla, sino que se abre camino en cualquier circunstancia.

Quizás era tarde, pero cuando intentaron encontrar cobijo en el mesón, el lugar donde otros viajeros se resguardaban, les fue ya imposible. A nadie le importó demasiado el embarazo de aquella joven, estaban todos demasiado cansados de su propio viaje para plantearse seriamente renunciar a un lugar seguro. Al día siguiente tendrían que retomar de nuevo un largo camino.


Nuestras vidas son complejas, compuestas de innumerables facetas, unas que están bien resguardadas bajo el techo de algún mesón, y otras que llaman a su puerta, pero que acaban durmiendo a la intemperie. Y sorprende observar como el evangelio nos enseña que Jesús no está dentro de ningún mesón, que allí tampoco a él lo quisieron. Su vida comenzó donde empiezan muchas de nuestras desesperaciones, fuera de todo aquello que nos puede resguardar en la noche.

Y así nos encontramos a muchos cristianos homosexuales, golpeando a la puerta del mesón porque la vida que surge de su interior, no puede esperar ni un minuto más. Y allí en esa puerta tropiezan con el miedo de aquellas personas que no quieren perder su lugar, que no desean compartir su techo con ellos, que sólo están preocupadas por recuperar fuerzas para seguir al día siguiente el camino que ya otros les marcaron.

Pero nuestra vida no nacerá en un lugar establecido, nacerá fuera, corriendo riesgos. Nacerá en el mismo lugar donde Dios se hace hombre, en un pesebre, donde comían las bestias. Es el lugar escogido por Él para irrumpir en nuestras vidas, demostrándonos que no sólo Dios tiene la libertad para plantar su tienda donde Él quiera, sino que huye de los lugares donde la seguridad no le deja ni un resquicio para manifestarse.

Dios irrumpe en la vida de transexuales, bisexuales, transgénero, lesbianas y gays en medio de la noche, del frío, del rechazo y la soledad en que muchos mesones les han dejado. E irrumpe para traerles vida, buenas noticias y salvación. Porque la vida con Dios sólo puede vivirse plenamente a la intemperie, por mucho que cueste aceptarlo. Y en esa intemperie se unirán a muchos otros que están obligados a pasar la noche fuera. No es motivo de tristeza para el colectivo lgtb el mensaje del evangelio de Lucas, sino de profunda alegría; nuestra orientación sexual o identidad de género no nos impide acercarnos más a Dios, sino todo lo contrario, ese es el lugar que ha escogido Dios mismo para manifestarse en nosotros. No hay que buscar en el mesón para sentirse seguro.

Conectar la navidad con la identidad sexual o de género, puede ser una locura para muchos, pero creo que abre un sentido más a nuestra experiencia cristiana como lgtb. Dios mismo se revela en esa experiencia, y la escoge para aproximarse a nosotros y traernos vida. Sólo siendo verdaderamente lo que somos, lesbianas, transexuales, transgénero, bisexuales o gays, podemos vivir plenamente el mensaje de esperanza y vida que hay en la navidad. Y siendo sólo como somos, viviendo como tal, y exigiendo en cada lugar la dignidad que tenemos, Dios se decide a traernos vida.

                                                                                                                    
Carlos Osma

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