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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Una lectura gay del Apocalipsis (II)

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Los siete sellos (Ap 4,1-8,1) 1. Introducción Después de las cartas a las siete iglesias, el Apocalipsis nos lleva directamente al cielo, concretamente ante el Trono de Dios. Allí nos relata como Jesús, el León, el Cordero degollado, es el único ser digno de poder abrir el Libro sellado que Dios sostiene en su mano derecha. Y puede hacerlo no por su fuerza o poder, sino por su debilidad y entrega, por su sacrificio que le llevó hasta la muerte en la cruz. El Libro no contiene leyes o profecías, sino el sentido de la historia, que sólo Jesús puede llevar a la consumación. Al abrir cada uno de los siete sellos, el Cordero permite que la historia se despliegue y podamos ver los males que esconde. Los cuatro primeros nos desvelan, mediante cuatro caballos/jinetes, cual es la situación real de la historia. Los Vivientes llamaban al Cordero para que por fin hiciera su aparición en el mundo, pero no fue él quien llegó, sino los cuatro caballos con jinetes que traen destr

Islam o evangelicalismo: ¿Quién necesita a Lutero?

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Leo en un conocido medio de comunicación evangélico que el Islam necesita un Lutero musulmán. Y sinceramente me quedo sin palabras. Otra vez, como siempre, se habla de generalidades que se desconocen o que no se quieren conocer. Es la táctica de meter todo en el mismo saco, el saco de los prejuicios, para mostrar el mundo tal y como nosotros queremos que sea, y evitar mostrarlo tal y como es.  El Islam es una religión fundamentalista como lo era el catolicismo en la época de Lutero, es el mensaje bien clarito que pretenden transmitirnos. Así de un solo golpe, se ataca al Islam, al catolicismo y se exalta la modernidad y la apertura de las iglesias evangélicas. Así, dirigiendo la palabra fundamentalista (que en el ámbito religioso se aplica a las iglesias evangélicas) hacia los otros, los que no conocen a nuestro verdadero y único Dios, se pretende parecer progre, equilibrado, o incluso colaborador con el sistema democrático que vivimos en Occidente. Vaya engaño, y que falta

El encuentro con personas gays me ha hecho conocer mejor su amor y mi pecado

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Entrevista a Juan Larios, pastor de la Comunidad Cristiana La Esperanza, perteneciente a la Iglesia Española Reformada Episcopal de Comunión Anglicana – IERE      Hola Juan, para empezar, y para todas las personas que no te conocen, podrías contarnos brevemente tu trayectoria en la fe cristiana. Bueno, creo que desde muy pequeñito, según yo recuerdo y me contaba mi madre,  tuve un gran interés por  todo lo relacionado con la iglesia. Nací y crecí en el seno de una familia católica y de ideología franquista, mi padre (que era un hombre bueno) era militar. Fui monaguillo, participé de jovencito en lo que entonces se llamaban “grupos de apostolado seglar”, en el “Movimiento Junior”, (que no se si sigue existiendo) fui también miembro de la Acción Católica , y, como no, de la O.J.E, y en un momento de mi vida, ya un poquito más mayor, quise marcharme al seminario para ser sacerdote, pero mi madre no quiso nunca porque decía que “el único hijo que tenía varón no iba a perde

Una lectura gay del Apocalipsis (I)

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Cartas a las siete Iglesias. (Ap 2,1-3,22) El libro del Apocalipsis, escrito a finales del siglo I d.C. cuando Domiciano era emperador del Imperio Romano, comienza situándonos en la isla de Patmos, un peñasco marino cerca de Éfeso donde los romanos desterraban a disidentes y rebeldes. Desde allí el profeta y visionario Juan  insta a los cristianos perseguidos en Asia Menor a no darse por vencidos y critica duramente a quienes han decidido seguir el camino fácil de la colaboración con Roma. En las cartas a las siete iglesias, con las que comienza su obra, Juan anima a los cristianos a no participar de las comidas que tenían lugar en las ciudades durante las fiestas de la “divinidad” de Roma. La razón era que en ellas se servía carne sacrificada a los ídolos y quienes participaban lo hacían para mostrar su fidelidad al Imperio Romano. Los cristianos debían ser fieles a Jesucristo, pero si no participaban en estas comidas, se arriesgaban a ser marginados o ser vistos como en