El Discípulo Que[er] Jesús ∀maba

 

Cuando explicaba a mis amistades que estaba escribiendo un libro sobre el discípulo que Jesús amaba, muches me preguntaban: ¿Juan, no? Sin embargo, este libro no va de definir una identidad, de saber quién está detrás de una x que nos crea incertidumbre. Sino de saber si ese discípulo —al que el narrador identifica como autor del Cuarto Evangelio— puede aportarnos algo a las personas queer de hoy. A esas que no encajamos en —alguna, muchas, o todas— las identidades que se suponen deberían venirnos como anillo al dedo, pero que más bien nos van como soga al cuello.

«Me propuse releer los textos, reescribir también sobre ellos: escribir respecto de ellos sin dejarlos nunca intactos y de escribir en ellos escrutando entre líneas, en los márgenes. Pero no quise releerlos para demostrar que es posible hacerlo desde una existencia queer, sino para que las lectoras a las que me dirijo aquellas a las que otras teologías no tienen en cuenta más que para deshumanizarlas– valoraran si el mensaje del Cuarto Evangelio las interpela. Si aún son capaces de identificarse como discípules a les que Jesús Ɐma».[1]

Además de una introducción y una reflexión final, el libro consta de siete capítulos, cada uno de ellos centrado en una de las escenas donde aparece este personaje. Para el comentario de las escenas me sirvo del método narrativo, que entiende el Cuarto Evangelio como una creación literaria con la que el autor pretende guiar a las lectoras para que crean en Jesús. Así que me sirvo de las aportaciones de especialistas que han utilizado este método para analizar el Cuarto Evangelio. Y a esto le añado todo lo que he aprendido de autores queer, o de personas con las que he compartido experiencias en comunidades cristianas, entidades LGTBIQ+, entornos ecuménicos, amistad y/o lazos familiares. Creo que la fusión de todo esto hace de El Discípulo Que[er] Jesús maba un libro singular. No es fácil encontrar juntes en una obra de contenido teológico a Alan Culpepper y Judith Butler, Paul Preciado y Rudolf Bultmann, Roberto Vignolo y Camila Sosa Villada, o a Marcella Althaus Reid y Paco Vidarte.

«Llegadas hasta aquí, y siendo nosotres también conscientes de que nuestra hora ha llegado, la hora de hacernos presentes en la escena, podemos decir basta, y hacer una especie de Stonewall pero a la inversa, queremos dejar la oscuridad y la intemperie donde se nos ha obligado a vivir, para acercarnos a Jesús y poner nuestra cabeza sobre su pecho. Estamos decididas a pasar por encima de la policía teológica que nos hace pagar sus indulgencias a un precio inasumible para nosotras. Somos educades, hemos llamado muchas veces a esa puerta pero nunca se nos ha abierto, ahora estamos empoderades y no aceptamos un no por respuesta. Rechazamos toda clase de violencia, hemos padecido demasiada como para creer ahora que nos serviría de algo, pero vamos a entrar».[2]

La lectora a la que me dirijo, como he explicado anteriormente, se reconoce queer. Eso es importante tenerlo en cuenta porque aunque la queeridad nos traspasa a todas, no siempre somos conscientes de ello. Aún así, espero que esta obra ayude a que algunes lectores dejen aflorar lo queer que consciente, o inconscientemente, esconden. Además, mi lector implícito no es solo queer, es también muchas otras cosas, y no solo es objeto de rechazo o aceptación, sino que también es sujeto que rechaza o acepta a otres. Y aunque es capaz de gritar para pedir justicia, también es sensible a los gritos –o los susurros– de quienes la quiere para ellas.

«Se puede construir a Jesús de otras formas, de hecho se hace: puede ser blanco, poderoso, heterosexual, occidental, cristiano, misógino, un asesino, o adecentarlo con cualquier categoría de opresión. Pero ante ese Jesús de malas nuevas que controla, juzga y mata, deberíamos huir, si podemos hacerlo, y ojalá no lo hubiéramos conocido nunca. No estaría mal que, al menos por un tiempo, hasta que nos desintoxiquemos de los dogmas de fe que corren por nuestras venas, me refiero a los que nos provocan adicción, ansiedad o alucinaciones, echemos mano de la ética marica que propuso Paco Vidarte, una ética marica que recupere la solidaridad entre sí de los oprimidos, discriminados y perseguidos».[3]

Añadir, para acabar, que en los comentarios a las escenas trato de poner en valor lo que el autor del Cuarto Evangelio nos propone: Un discipulado del mor, no un discipulado del patriarcado, del mercado, del miedo, o de las costumbres. Un discipulado que, como muy bien dice Carmenmargarita Sánchez de Léon, «sangra/menstrua, que llora, que baila y mueve sus caderas, de cuerpos gordos y sensuales, de cuerpas que resucitan una y otra vez ante los proyectos de muerte de los necropoderes».[4]

Agradezco de antemano todos los comentarios y observaciones que me hagáis llegar después de la lectura del libro. También estoy abierto a presentarlo en vuestra entidad, comunidad, asociación, etc. Podéis poneros en contacto conmigo a través de mi correo electrónico. Escribí este libro «para compartir el descubrimiento que había supuesto para mí encontrarme con el discípulo que[er] Jesús Ɐmaba. Espero que mis reflexiones os inspiren, que las contradigáis, las completéis, las mejoréis, pero sobre todo: que os animen a compartir con quienes tenéis alrededor, el Ɐmor de un dios queer que nos ha hecho a todos diversas y hermanes. Que disfrutéis – al menos tanto como lo he hecho yo– al caminar entre las escenas donde el discípulo que[er] Jesús Ɐmaba os acompaña en el seguimiento de Jesús».[5]

Carlos Osma
 
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Notas:


[1] Carlos Osma, El Discípulo Que[er] Jesús maba (Barcelona: Ediciones Homoprotestantes, 2024), 71.

[2] Ibíd., 65.

[3] Ibíd., 115.

[4] Carmenmargarita Sánchez de León, “Los múltiples cuerpos de Jesús”. En Knauss y Mendoza-Álvarez, eds. Teologías queer: Devenir el cuerpo queer de Cristo, Revista Internacional de Teología Concilium 383 (Estella, Navarra: Verbo Divino, 2019), 712.

[5] Osma, El Discípulo Que[er] Jesús maba, 19-20.

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