Carta abierta a Maxsoud Luiz


No comenzaré diciendo que como padre entiendo lo que estás pasando, sería un hipócrita, un mentiroso. No puedo, no me atrevo a imaginar cómo me sentiría si una de mis hijas fuese asesinada. Mis experiencias y reacciones ante la muerte de personas queridas no son ejemplares, y no creo que pueda decirte nada que te sirva de ayuda. De hecho, después de escuchar tu intervención en un programa de televisión, me ha impactado tu entereza y tu capacidad para ponerte en el lugar de los otros, también en el lugar de los padres y madres de quienes asesinaron a tu hijo Samuel. Nos une la misma fe, y el mismo Dios Padre/Madre, aquel que también padeció la muerte violenta de su hijo Jesús, por eso deseo que ese Padre/Madre te consuele y acompañe a ti y a tu familia en estos momentos, y el resto de vuestra vida.

Muchas entidades LGTBIQ han organizado o participado estos días en concentraciones y manifestaciones para mostrar el rechazo por el asesinato de tu hijo Samuel y pedir justicia. Y aunque has pedido expresamente que no haya banderas ni se politicen las concentraciones, las banderas LGTBIQ han estado presentes, y me gustaría explicarte el porqué. No sé si la agresión que sufrió tu hijo tuvo una motivación homofóbica, parece que varios testigos apuntan en esta dirección. Pero aunque no fuera así, lo ocurrido a Samuel ha conectado con las experiencias de muchas personas LGTBIQ, personas que observamos cómo en los últimos años los discursos de odio promocionados por la ultraderecha y los fundamentalismos religiosos se traducen en violencia física y psicológica hacia nosotras. Tu hijo Samuel, lamentablemente, ha puesto rostro a lo que muchas personas padecemos cada día, y por eso sentimos que lo que a él le ha ocurrido, nos puede pasar también a nosotras. Sabemos lo que significa que te llamen bollera o maricón, que te miren mal por cómo te expresas, que te hagan bullying en el colegio o instituto, que tengas que ocultar quién eres y quién te gusta, que te digan que te irás al infierno o que eres un enfermo, que te ridiculicen, que te den una paliza, que te maten. Las banderas no pretenden aprovecharse de lo ocurrido, siento si vuestra familia lo ha entendido así, quieren mostrar empatía con vosotros y exigir justicia.

Has descrito a tu hijo como amigo de sus amigos, como amigo de sus padres, cariñoso, amoroso, como una buena persona, un hijo maravilloso que ayudaba a la gente, y que así os gustaría a la familia que se le recordase. Y siempre debería ser así, que nuestros hijos e hijas fueran valorados por sus cualidades humanas, por ser reflejo del amor con el que Dios nos bendice a todas y todos. Pero la realidad, lamentablemente es otra, y para muchas personas que Samuel fuese gay borraba todo lo anterior. O al menos, para poder valorar todas sus cualidades, había que borrar que era gay. Sé que no os sentís cómodos con la politización del asesinato de vuestro hijo, pero el auge de los ataques LGTBIQfóbicos en los últimos años está directamente relacionado con los discursos de odio de la ultraderecha que tantos intentan blanquear. Entiendo que el tema político en este momento, a tu familia y a ti es lo último que os importa, y tenéis derecho a vivir este momento tan duro de manera privada, sin embargo también espero que la sociedad se percate de cuáles son las consecuencias de estos discursos de odio hacia la diversidad, y que comprendáis que es necesario visibilizarlos.

Me ha dado un vuelco el corazón cuando has pedido a los padres y madres de los asesinos que, si no pueden acompañar a sus hijos para entregarse a la policía y asumir su responsabilidad, que oren por vuestra familia. Y lo ha hecho porque en estos mismos valores he sido yo educado, creo que eso mismo hubiera dicho mi madre. Es con actitudes como la tuya con la que yo aprendí que significaba ser evangélico, seguidor de Jesús. He leído que Samuel también participaba activamente en la música de la iglesia. No sé si a cambio de mantener en silencio su orientación sexual, deseo que no, aunque imagino que sí porque es algo por lo que muchas y muchos hemos tenido que pasar. Es tan triste e injusto la forma con la que la mayoría de iglesias evangélicas tratan a las personas LGTBIQ, es tan incomprensible que identifiquen evangelio con discursos de odio. Es tan poco evangélica su homofobia, es un pecado tan grande que estén en el bando de quienes nos discriminan. Y lo digo con dolor, no con resentimiento, y también con esperanza, por eso te pido que reivindiques a tu hijo, sin negar nada de él, dentro de la comunidad. Que no tenga que silenciarse su homosexualidad para poder decir que era una gran persona, un gran hijo, un buen cristiano. Si se silencia, se está negando una parte de quien era. También que mires a los niños y niñas de tu comunidad como si fueran Samuel, para poder crear una comunidad cristiana acogedora y respetuosa para ellos, como ha sido siempre tu familia para tu hijo Samuel.

Espero no haberte ofendido con alguna de las cosas que he escrito en esta carta, solo pretendía que entendieras por qué el asesinato de Samuel nos moviliza a tantas personas LGTBIQ, también a las que compartimos con él la misma fe. Vuelvo a decir que no tengo, no sé palabras que puedan ni siquiera aligerar un poco vuestro dolor. Pero quiero acabar esta carta con algo que parece poco apropiado en este momento, se trata del comienzo de una canción que compuso hace muchos años una prima mía, y que me he descubierto tarareando en los momentos más complicados de mi vida, imagino que la conoces, espero que os dé fuerzas para apoyaros en el Dios Padre/Madre que sufrió por la muerte violenta de Jesús, su hijo: «Cuan profundo es tu amor, no lo puedo comprender, alto es para mí, cuan inmenso es. Cuan profundo es tu amor, Dios de los cielos, más profundo que el mar, es tu grande amor. Alto es, inmenso es, profundo es tu gran amor».

Carlos Osma

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