“Es hora de que deje la cruz, el sepulcro y el closet”. Entrevista al Reverendo Edgar Gutiérrez-Duarte


El Reverendo Edgar Gutiérrez-Duarte trabaja como sacerdote en la Iglesia Episcopal de San Lucas en Chelsea, Massachusetts, donde muchos le conocen como “Padre Edgar”. Le agradezco que haya accedido a contestar estas preguntas para lxs lectorxs de mi blog, justo en un momento en el que la crisis del covid-19 le ocupa gran parte de su tiempo.

Trabaja como sacerdote en una comunidad hispana desde hace casi trece años. ¿Ha afectado de alguna forma a su comunidad que Donald Trump llegara a la presidencia de los Estados Unidos?                 

Muchísimo, desde el comienzo de su presidencia. El impacto se vio en un aumento significativo de ataques a miembros de nuestra comunidad por parte de sus partidarios. Dichos ataques se multiplicaron en toda la nación y no se limitaron a la comunidad hispana sino a otras poblaciones minoritarias y a los musulmanes. El gobierno de Trump empezó a generar políticas contra los inmigrantes en general pero especialmente contra los indocumentados, con un aumento en redadas y detenciones en todos los estados, pero particularmente los de la frontera con México, donde ha sido notoria la separación de las familias y la encarcelación de menores en centros dedicados únicamente a la custodia de estos niños. Todo esto ha tenido un enorme impacto en nuestra comunidad en Chelsea porque el 60 por ciento de la población de esta ciudad es hispana y un porcentaje grande de ellos son indocumentados y muchos de los detenidos tienen lazos familiares o de amistad con nuestra comunidad. Resumiendo (y podría hablarle mucho más sobre esto) el gobierno de Trump ha generado un ambiente de terror y zozobra en nuestra comunidad y ha llevado a que organizaciones tanto laicas como religiosas (incluida mi iglesia) redoblemos nuestros esfuerzos por proteger y ayudar a los directamente afectados por sus acciones.

En su página de Facebook al definirse dice: “Creo en la fe como confianza en el amor de Dios por nosotros, y servicio al prójimo como nuestra respuesta a ese amor”. ¿De qué forma se materializa esto dentro de su comunidad?                                   

Servimos al prójimo de dos formas: Primero, ofrecemos todos los dones de la religión a todas las personas, y nuestro mensaje tanto en el culto como en otras formas de comunicación es el mismo: Dios ama profundamente a toda persona sin distinción de cualquier clase, incluida la orientación e identidad sexual o afectiva. Nuestro objetivo es derribar las barreras que hay entre Dios y la persona que lo busca y eso incluye los Sacramentos: La Comunión no se le niega a nadie, es el alimento espiritual que Jesús instituyo para todos, no para unos cuantos privilegiados. En esto trabajamos duro no solo con personas LGTBIQ sino con inmigrantes y otras minorías a quienes se le han hecho creer que de alguna forma no son aceptables a los ojos de Dios.  La otra forma es brindando ayuda material a quien lo necesita. Damos gratuitamente alimentos a unas mil personas por mes. También tenemos un comedor comunitario que sirve unas trescientas comidas al mes y un almacén de segundas donde damos ropa gratis o por un precio mínimo a los necesitados. Además, ayudamos con efectivo a quienes lo necesitan para cubrir gastos de arriendo, medicinas, etc. De esta forma tratamos de llevar a la gente el mensaje del amor y devoción de Dios para todos, en forma similar a nuestro Señor Jesucristo, quien no solo nutrió espiritualmente a quienes venían a Él, sino que alimentó y curó sus cuerpos, sin excepción.

Después de unos días preocupado, acaba de dar negativo en la prueba de Covid-19. No las tenía todas consigo. ¿Cómo ha vivido esa incertidumbre?                           

Cuando la enfermera que me hizo la evaluación por teléfono me confirmó que los síntomas que tenía eran de la infección del Covid-19, sentí primero un gran afán de hacerlo público porque durante estas últimas semanas había estado en contacto con muchas personas, en nuestros esfuerzos por enfrentar el impacto del Covid-19 en nuestra ciudad. Durante los tres días de espera del resultado, primero sentí un gran terror que prácticamente me paralizó, y lo único que me sostenía era mi fe en Dios (esto fue central para poder lograr salir de ese estado) y las llamadas y mensajes de muchas personas que se volcaron a ofrecerme ayuda y apoyo. En esas llamadas y expresiones de afecto vi la mano de Dios ofreciéndome consuelo y me aferré a esa imagen. Algo que sentí muy profundamente y me dolió mucho fue la sensación de estar sucio, contaminado. Esto fue motivado por las extremas precauciones para su propia protección que el personal médico tuvo conmigo cuando me atendieron, y en particular cuando me hicieron la prueba, y ciertamente no los culpo, pero no pude evitar sentirme así. La noche antes de recibir el resultado, el miércoles santo, me sentí tremendamente culpable de estar centrado en mí mismo y haber abandonado mis planes de ofrecer algún tipo de servicio religioso durante los días siguientes Entonces decidí que fuera positivo o negativo, iba a poner en marcha dichos planes. El jueves Santo recibí el resultado y la espera concluyó. 

¿Cómo está impactando este virus en su comunidad y en su ciudad?                                   

Es desastroso. Por una parte, el impacto económico. La mayoría de nuestra población es de bajos recursos, y por lo tanto el cierre de muchas fuentes de trabajo debido al impacto del Covid-19 ha dejado a una enorme cantidad de familias sin capacidad económica para pagar renta, comida y otros servicios básicos. El asistirlos es parte del esfuerzo conjunto y masivo del gobierno local e instituciones de ayuda, incluidas las iglesias. Por otro lado, muchos de los nuestros tienen trabajos que son indispensables: limpieza (en hospitales, almacenes, etc.) ayudantes en los supermercados, etc., donde las posibilidades de exposición al Covid-19 son muy grandes y donde la implementación de medidas de protección ha sido muy lenta. Esto ha contribuido a que la cantidad de personas infectadas en esta ciudad sea la más grande del estado. Por otro lado, la población inmigrante, en particular los indocumentados, aterrorizados ya por lo que mencioné en la primera pregunta, se niega a buscar ayuda de cualquier clase por temor a ser detenidos y deportados, lo cual está causando estragos entre ellos, y nosotros estamos haciendo lo posible por llegar a ellos y darles la ayuda que requieren.

Hace unas décadas se inició otra pandemia, la del VIH/SIDA, y en aquella ocasión las personas enfermas no recibieron el apoyo de la sociedad, muchas fueron culpabilizadas o incluso abandonadas. ¿Cómo vivió aquella pandemia?

Yo acababa de llegar a los Estados Unidos cuando se desató la pandemia. Era el comienzo de la década de los ochenta y yo vivía en la zona metropolitana de Nueva York. Pronto me di cuenta de que en la comunidad gay, particularmente en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles se respiraba un aire de libertad de expresión y experimentación sexual como nunca había visto. Al cabo de algún tiempo empezamos a oír rumores sobre una plaga que solo nos afectaba a nosotros. A medida que la pandemia se expandía, esa vida de libertad terminó y empezó el tiempo del terror a infectarse similar a lo que estamos viviendo ahora. La gran diferencia era el estigma social: El ser VIH positivo era motivo de escarnio y condena social y discriminación abierta. Yo viví todo aquello, primero en Nueva York y luego en San Francisco donde me mudé para sacar una maestría en psicología. Una vez, estando en Misa un domingo en que se celebraba el día de los padres, me di cuenta de que, después de haber orado por los hombres de toda condición, no se ofreció ni una oración, ni se hizo una referencia siquiera a los hombres afectados por el VIH/SIDA en una ciudad donde tantos miles estaban afectados por esa condición. En ese momento, horrorizado por esa total falta de compasión, decidí dejar la iglesia Católica Romana por siempre.  Y por un tiempo me convertí en paria religioso hasta que encontré la iglesia Episcopal.

¿La Iglesia Episcopal tiene algún programa para dar apoyo a las personas con VIH/SIDA?                          

Hay ministerios de ayuda a personas con VIH/SIDA y sus familias a lo largo de toda la iglesia. La mayoría son iniciativas de las diferentes diócesis y muchos de estos programas han evolucionado con el tiempo. Le doy este enlace donde se da información al respecto (El artículo es viejo, pero todavía refleja la situación actual): ACCEDER.

Se ordenó como sacerdote en la Iglesia Episcopal a finales del 2003. ¿El hecho de que fuera gay supuso algún problema?

Ninguno. Para entonces ya habían pasado 26 años desde la ordenación de la primera persona abiertamente gay al sacerdocio en la iglesia Episcopal, la Reverenda Ellen Barret en 1977, seguida por la del Rev. J. Robert Williams en 1989 y muchos otros. Antes de nuestra ordenación, en el seminario, se nos habló del hecho de que había iglesias donde seriamos rechazados por ser gay, por lo cual no todas las puertas se nos abrirían.

¿Cómo lleva su comunidad en la práctica eso de tener un sacerdote gay? ¿Ven alguna ventaja?

Después de doce años y medio de estar con esta comunidad me aprecian por ser su Sacerdote o Padre Edgar como todos en la iglesia y ciudad me llaman. Mi política desde el comienzo fue no hacer algún anuncio dramático de mi orientación sexual a la congregación entera, en público. Sencillamente lo menciono cuando es relevante y eso pasa muchas veces. La preocupación que muchos me han expresado es que no tengo esposo y, particularmente después de la muerte de mi madre el año pasado, les gustaría que me consiguiera un buen marido para que no esté tan solo. Los que piensan que es una ventaja el tener un sacerdote gay son nuestros jóvenes LGTBIQ que me dicen que es muy “cool” (bueno, chévere).

Sin embargo, la realidad es que una mayoría de iglesias defienden posiciones homófobas que impactan negativamente en muchas personas LGTBIQ, algo que parece más que evidente contradice el mensaje del evangelio. ¿A qué cree que se deben estas actitudes? ¿Cómo es posible? ¿Observa algún avance últimamente?

Esto es algo que todavía ocurre en la iglesia Episcopal y que nos ha dividido tremendamente. Una razón fundamental para tanta oposición es la interpretación literal de las Santas Escrituras lo cual cimentó la posición homófoba de la iglesia desde sus comienzos con la consecuente influencia sobre los valores culturales a nivel casi universal. Entonces hay un conflicto entre la interpretación critica de la Biblia que considera la discriminación y rechazo de toda persona por cualquier razón, incluida la orientación o identidad sexual, como opuesto a la voluntad de Dios, basado especialmente en el Evangelio, y quienes ven los pronunciamientos de Levítico y San Pablo como definitivos en la condena de Dios a las personas LGTBIQ. En los últimos veinte años esta polarización ha aumentado, con intensificación de la oposición de las iglesias homófobas. Dicha intensificación se debe en gran parte a su temor a los conflictos y pérdida de miembros que ocurre cuando se empiezan a dar pasos hacia la inclusión de la gente LGTBIQ.

Indudablemente ha habido mucho progreso en los últimos años: Otras denominaciones han seguido el camino de la iglesia Episcopal tomando pasos para eliminar la discriminación de gente LGTBIQ. Además prácticamente en toda denominación esto es objeto de debate. Creo que el Espíritu Santo continúa moviéndose y guiando a la iglesia católica (universal) en la dirección señalada por Jesucristo que es la de amarnos los unos a los otros como Él nos amó. A todos y a todas. Sin distinción.

Le agradezco que haya accedido a esta entrevista en la que hemos hablado mucho sobre enfermedad y exclusión. Para terminar me gustaría hacerle una última pregunta: ¿Cuál debe ser la posición de un cristiano ante estas dos realidades, tanto cuando las vive desde fuera, como cuando las padece?               

Hay muchos cristianos que, estando fuera, se han encontrado en conflicto entre las condenas bíblicas de actos homosexuales y lo que les dice su corazón, especialmente cuando descubren que alguien cercano a ellos es LGTBIQ y empiezan a ver nuestra humanidad. Muchos han decidido seguir su corazón y han encontrado paz. Entonces yo les recomiendo seguir lo que su corazón (o su razón) les dice, y empezar a dar pasos para informarse mejor. Especialmente que si tiene ocasión de conocer mejor a la gente LGTBIQ, que no pierda esa oportunidad, para empezar el camino al cambio, el cual puede ser largo. 

El que es LGTBIQ, que confíe también lo que le dice su corazón. Su corazón le dice que a pesar de que le digan que Dios no le ama, que vive en pecado, y todo lo demás, usted sabe que es una buena persona, sabe que Dios está con usted y usted lo siente así. Confíe más en esa voz interior (la del Espíritu Santo que vive en usted) que en la de predicadores que hablan de lo que no saben, y pídale a Dios que los perdone a ellos porque no saben lo que hacen. Pero ya es hora de que usted deje la cruz, el sepulcro y el closet. ¡La resurrección también es para nosotros/as!

Rev. Edgar Gutiérrez-Duarte

Muchas gracias

Carlos Osma


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