El Reverendo Edgar Gutiérrez-Duarte
trabaja como sacerdote en la Iglesia Episcopal de San Lucas en Chelsea, Massachusetts,
donde muchos le conocen como “Padre Edgar”. Le agradezco que haya accedido
a contestar estas preguntas para lxs lectorxs de mi blog, justo en un momento en
el que la crisis del covid-19 le ocupa gran parte de su tiempo.
Trabaja como sacerdote en
una comunidad hispana desde hace casi trece años. ¿Ha afectado de alguna forma a
su comunidad que Donald Trump llegara a la presidencia de los Estados Unidos?
En su página de Facebook
al definirse dice: “Creo en la fe como confianza en el amor de Dios por
nosotros, y servicio al prójimo como nuestra respuesta a ese amor”. ¿De qué
forma se materializa esto dentro de su comunidad?
Servimos al prójimo de dos formas: Primero, ofrecemos todos los dones de la religión a todas las personas,
y nuestro mensaje tanto en el culto como en otras formas de comunicación es el
mismo: Dios ama profundamente a toda persona sin distinción de cualquier clase,
incluida la orientación e identidad sexual o afectiva. Nuestro objetivo es
derribar las barreras que hay entre Dios y la persona que lo busca y eso
incluye los Sacramentos: La Comunión no se le niega a nadie, es el alimento
espiritual que Jesús instituyo para todos, no para unos cuantos privilegiados.
En esto trabajamos duro no solo con personas LGTBIQ sino con inmigrantes y
otras minorías a quienes se le han hecho creer que de alguna forma no son
aceptables a los ojos de Dios. La otra
forma es brindando ayuda material a quien lo necesita. Damos gratuitamente
alimentos a unas mil personas por mes. También tenemos un comedor comunitario
que sirve unas trescientas comidas al mes y un almacén de segundas donde damos
ropa gratis o por un precio mínimo a los necesitados. Además, ayudamos con
efectivo a quienes lo necesitan para cubrir gastos de arriendo, medicinas, etc.
De esta forma tratamos de llevar a la gente el mensaje del amor y devoción de
Dios para todos, en forma similar a nuestro Señor Jesucristo, quien no solo
nutrió espiritualmente a quienes venían a Él, sino que alimentó y curó sus
cuerpos, sin excepción.
Después de unos días
preocupado, acaba de dar negativo en la prueba de Covid-19. No las tenía todas
consigo. ¿Cómo ha vivido esa incertidumbre?
Cuando la enfermera que
me hizo la evaluación por teléfono me confirmó que los síntomas que tenía eran
de la infección del Covid-19, sentí primero un gran afán de hacerlo público
porque durante estas últimas semanas había estado en contacto con muchas
personas, en nuestros esfuerzos por enfrentar el impacto del Covid-19 en
nuestra ciudad. Durante los tres días de espera del resultado, primero sentí un
gran terror que prácticamente me paralizó, y lo único que me sostenía era mi fe
en Dios (esto fue central para poder lograr salir de ese estado) y las llamadas
y mensajes de muchas personas que se volcaron a ofrecerme ayuda y apoyo. En
esas llamadas y expresiones de afecto vi la mano de Dios ofreciéndome consuelo
y me aferré a esa imagen. Algo que sentí muy profundamente y me dolió mucho fue
la sensación de estar sucio, contaminado. Esto fue motivado por las extremas
precauciones para su propia protección que el personal médico tuvo conmigo
cuando me atendieron, y en particular cuando me hicieron la prueba, y
ciertamente no los culpo, pero no pude evitar sentirme así. La noche antes de
recibir el resultado, el miércoles santo, me sentí tremendamente culpable de
estar centrado en mí mismo y haber abandonado mis planes de ofrecer algún tipo
de servicio religioso durante los días siguientes Entonces decidí que fuera
positivo o negativo, iba a poner en marcha dichos planes. El jueves Santo
recibí el resultado y la espera concluyó.
¿Cómo está impactando
este virus en su comunidad y en su ciudad?
Es desastroso. Por una parte, el impacto económico. La mayoría de nuestra población es de bajos recursos, y por lo tanto el cierre de muchas fuentes de trabajo debido al impacto del Covid-19 ha dejado a una enorme cantidad de familias sin capacidad económica para pagar renta, comida y otros servicios básicos. El asistirlos es parte del esfuerzo conjunto y masivo del gobierno local e instituciones de ayuda, incluidas las iglesias. Por otro lado, muchos de los nuestros tienen trabajos que son indispensables: limpieza (en hospitales, almacenes, etc.) ayudantes en los supermercados, etc., donde las posibilidades de exposición al Covid-19 son muy grandes y donde la implementación de medidas de protección ha sido muy lenta. Esto ha contribuido a que la cantidad de personas infectadas en esta ciudad sea la más grande del estado. Por otro lado, la población inmigrante, en particular los indocumentados, aterrorizados ya por lo que mencioné en la primera pregunta, se niega a buscar ayuda de cualquier clase por temor a ser detenidos y deportados, lo cual está causando estragos entre ellos, y nosotros estamos haciendo lo posible por llegar a ellos y darles la ayuda que requieren.
Hace unas décadas se
inició otra pandemia, la del VIH/SIDA, y en aquella ocasión las personas
enfermas no recibieron el apoyo de la sociedad, muchas fueron culpabilizadas o
incluso abandonadas. ¿Cómo vivió aquella pandemia?
Yo acababa de llegar a
los Estados Unidos cuando se desató la pandemia. Era el comienzo de la década
de los ochenta y yo vivía en la zona metropolitana de Nueva York. Pronto me di
cuenta de que en la comunidad gay, particularmente en Nueva York, San Francisco
y Los Ángeles se respiraba un aire de libertad de expresión y experimentación
sexual como nunca había visto. Al cabo de algún tiempo empezamos a oír rumores
sobre una plaga que solo nos afectaba a nosotros. A medida que la pandemia se
expandía, esa vida de libertad terminó y empezó el tiempo del terror a
infectarse similar a lo que estamos viviendo ahora. La gran diferencia era el
estigma social: El ser VIH positivo era motivo de escarnio y condena social y
discriminación abierta. Yo viví todo aquello, primero en Nueva York y luego en
San Francisco donde me mudé para sacar una maestría en psicología. Una vez,
estando en Misa un domingo en que se celebraba el día de los padres, me di
cuenta de que, después de haber orado por los hombres de toda condición, no se
ofreció ni una oración, ni se hizo una referencia siquiera a los hombres
afectados por el VIH/SIDA en una ciudad donde tantos miles estaban afectados
por esa condición. En ese momento, horrorizado por esa total falta de compasión,
decidí dejar la iglesia Católica Romana por siempre. Y por un tiempo me convertí en paria
religioso hasta que encontré la iglesia Episcopal.
¿La Iglesia Episcopal tiene algún programa para dar apoyo a las personas con VIH/SIDA?
Hay ministerios de ayuda a personas con VIH/SIDA y sus familias a lo largo de toda la iglesia. La mayoría son iniciativas de las diferentes diócesis y muchos de estos programas han evolucionado con el tiempo. Le doy este enlace donde se da información al respecto (El artículo es viejo, pero todavía refleja la situación actual): ACCEDER.
Se ordenó como sacerdote en la
Iglesia Episcopal a finales del 2003. ¿El hecho de que fuera gay supuso algún
problema?
Ninguno. Para entonces ya
habían pasado 26 años desde la ordenación de la primera persona abiertamente
gay al sacerdocio en la iglesia Episcopal, la Reverenda Ellen Barret en 1977,
seguida por la del Rev. J. Robert Williams en 1989 y muchos otros. Antes de
nuestra ordenación, en el seminario, se nos habló del hecho de que había iglesias
donde seriamos rechazados por ser gay, por lo cual no todas las puertas se nos
abrirían.
¿Cómo lleva su comunidad
en la práctica eso de tener un sacerdote gay? ¿Ven alguna ventaja?
Después de doce años y
medio de estar con esta comunidad me aprecian por ser su Sacerdote o Padre
Edgar como todos en la iglesia y ciudad me llaman. Mi política desde el
comienzo fue no hacer algún anuncio dramático de mi orientación sexual a la
congregación entera, en público. Sencillamente lo menciono cuando es relevante
y eso pasa muchas veces. La preocupación que muchos me han expresado es que no
tengo esposo y, particularmente después de la muerte de mi madre el año pasado,
les gustaría que me consiguiera un buen marido para que no esté tan solo. Los
que piensan que es una ventaja el tener un sacerdote gay son nuestros jóvenes
LGTBIQ que me dicen que es muy “cool” (bueno, chévere).
Sin embargo, la realidad
es que una mayoría de iglesias defienden posiciones homófobas que impactan
negativamente en muchas personas LGTBIQ, algo que parece más que evidente
contradice el mensaje del evangelio. ¿A qué cree que se deben estas actitudes?
¿Cómo es posible? ¿Observa algún avance últimamente?
Esto es algo que todavía
ocurre en la iglesia Episcopal y que nos ha dividido tremendamente. Una razón
fundamental para tanta oposición es la interpretación literal de las Santas
Escrituras lo cual cimentó la posición homófoba de la iglesia desde sus
comienzos con la consecuente influencia sobre los valores culturales a nivel
casi universal. Entonces hay un conflicto entre la interpretación critica de la
Biblia que considera la discriminación y rechazo de toda persona por cualquier
razón, incluida la orientación o identidad sexual, como opuesto a la voluntad
de Dios, basado especialmente en el Evangelio, y quienes ven los
pronunciamientos de Levítico y San Pablo como definitivos en la condena de Dios
a las personas LGTBIQ. En los últimos veinte años esta polarización ha aumentado,
con intensificación de la oposición de las iglesias homófobas. Dicha
intensificación se debe en gran parte a su temor a los conflictos y pérdida de
miembros que ocurre cuando se empiezan a dar pasos hacia la inclusión de la
gente LGTBIQ.
Indudablemente ha habido
mucho progreso en los últimos años: Otras denominaciones han seguido el camino
de la iglesia Episcopal tomando pasos para eliminar la discriminación de gente
LGTBIQ. Además prácticamente en toda denominación esto es objeto de debate.
Creo que el Espíritu Santo continúa moviéndose y guiando a la iglesia católica
(universal) en la dirección señalada por Jesucristo que es la de amarnos los
unos a los otros como Él nos amó. A todos y a todas. Sin distinción.
Le agradezco que haya accedido a esta entrevista en la que hemos hablado mucho sobre enfermedad y exclusión. Para terminar me gustaría hacerle una última pregunta: ¿Cuál debe ser la posición de un cristiano ante estas dos realidades, tanto cuando las vive desde fuera, como cuando las padece?
Hay muchos cristianos que, estando fuera, se han encontrado en conflicto entre las condenas bíblicas de actos homosexuales y lo que les dice su corazón, especialmente cuando descubren que alguien cercano a ellos es LGTBIQ y empiezan a ver nuestra humanidad. Muchos han decidido seguir su corazón y han encontrado paz. Entonces yo les recomiendo seguir lo que su corazón (o su razón) les dice, y empezar a dar pasos para informarse mejor. Especialmente que si tiene ocasión de conocer mejor a la gente LGTBIQ, que no pierda esa oportunidad, para empezar el camino al cambio, el cual puede ser largo.
El que es LGTBIQ, que
confíe también lo que le dice su corazón. Su corazón le dice que a pesar de que
le digan que Dios no le ama, que vive en pecado, y todo lo demás, usted sabe
que es una buena persona, sabe que Dios está con usted y usted lo siente así.
Confíe más en esa voz interior (la del Espíritu Santo que vive en usted) que en
la de predicadores que hablan de lo que no saben, y pídale a Dios que los
perdone a ellos porque no saben lo que hacen. Pero ya es hora de que usted deje
la cruz, el sepulcro y el closet. ¡La resurrección también es para nosotros/as!
Rev. Edgar Gutiérrez-Duarte
Muchas gracias
Carlos Osma
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