Los cristianos son peligrosos, al menos para las personas LGTBIQ, parece que cual vampiros necesitan de nuestra sangre para poder seguir viviendo. Somos su objetivo, su presa más preciada, vienen a por todas nosotras, no importa si somos maricones con plumas de infinitos colores, u honorables hombres gais de negocios. Les tiene sin cuidado si anunciamos a bombo y platillo que somos lesbitransfeministas, o respetables esposas de machos de toda la vida a los que engañamos con la vecina de enfrente. La última cruzada de cristianas y cristianos pasa por reventarnos el cerebro a todas, reseteárnoslo y convertirnos en trofeos que mostrarán en sus iglesias o revistas, y que servirán para reforzar su ideología criminal. No nos engañemos, no son seguidores de un mesías que habla de amor y de ponerse al lado de las excluidas, su evangelio no tiene nada que ver con locuras de este tipo. En el fondo sus obras de caridad son pura estrategia para imponer su agenda política y defender sus