"He tenido que pelear para reconocerme mujer sin ser heterosexual, bonita sin ser flaca, importante sin ser blanca, y con derechos siendo pobre". Entrevista a Tania Irias Guerrero


Tania Irias Guerrero llegó el pasado mes de abril a Barcelona desde Nicaragua, con su esposa y sus dos hijos, huyendo del Gobierno de Daniel Ortega. Hoy, mientras cambia constantemente de lugar de residencia, espera junto a su familia la respuesta a la demanda de asilo. Nos conocimos en el último encuentro de familias LGTBIQ organizado por la FLG(1) donde compartió su experiencia. Le agradezco su amabilidad por concederme esta entrevista.


¿Cómo os conocisteis Imara y tú?

En el año 2007 contacté con el grupo Artemisa y allí conocí virtualmente a Imara que era la coordinadora del grupo. Tres años después empecé a participar activamente en sus actividades, aunque con miedo y de forma clandestina porque mi familia no sabía que yo era lesbiana. En esa época, hace exactamente hoy nueve años, comenzamos nuestra relación de pareja, y pronto nos fuimos a vivir juntas. Ella ya conocía a mi hijo mayor Fer, de hecho desde que se conocieron (yo llevaba conmigo a Fer a las reuniones) establecieron una conexión muy bonita, algo que siempre nos ha ayudado en la relación que tenemos Imara y yo.

Podrías explicarnos qué es y qué hace Artemisa

Artemisa es un grupo de y para mujeres lesbianas en Nicaragua. Nació a partir de un grupo de cinco mujeres que se encontraron en una discoteca, se hicieron amigas, y poco a poco se fueron identificando como mujeres lesbianas. Todas estaban en el closet porque hasta 2008 en Nicaragua el artículo 204 del código penal castigaba las relaciones homosexuales a penas de entre seis meses y dos años de cárcel. Artemisa empezó proporcionando a las mujeres espacios seguros de autoapoyo donde podían reconocerse como lesbianas, después de un tiempo se fue consolidando y comenzó a hablar de derechos. Con esta autoconciencia, no solo de ser un lugar de apoyo sino de incidencia pública para conseguir derechos, fue buscando lugares donde incidir públicamente y también maneras para acceder a fondos. Más tarde se extendió fuera de la capital Managua y empezó a  trabajar en diferentes departamentos del país, como León y Chinandega, para formar grupos de base de mujeres lesbianas en comunidades rurales y semirurales. Queremos que se reconozca los derechos de las mujeres lesbianas en las políticas públicas.

¿Cómo fue recibido Artemisa por el feminismo nicaragüense?

Por Artemisa yo conocí el feminismo gracias al vínculo que tenía con el Programa Feminista la Corriente. Artemisa forma parte del Movimiento Feminista de Nicaragua, formado por veintidós grupos de mujeres a nivel nacional, y no nos ha sido difícil trabajar conjuntamente porque la mayoría de mujeres son conscientes de nuestra situación, aunque esto no significa que estemos siempre en sus agendas. Creo que hay muchas deudas del feminismo hacia las lesbianas y otros cuerpos feministas del mundo. Pero mis referentes feministas han tenido siempre una mente muy amplia y yo he podido adherirme a ese planteamiento. En realidad donde más conflicto hemos tenido no fue con el movimiento feminista, sino con el movimiento LGTBIQ por ser feministas. En Nicaragua llamarse feminista es todavía una mala palabra, hay mucho estigma. Los grupos LGTBIQ en Nicaragua están encabezados por hombres, y ser homosexual no te quita lo machista. Muchos hombres homosexuales rechazan a las mujeres que no cumplen con el modelo tradicional de feminidad, no están acostumbrados a que estemos dispuestas a expresar nuestras ideas y nos neguemos a aceptar las suyas simplemente porque como hombres son la autoridad absoluta.

¿Cuándo y por qué vuestra familia empezó a ser perseguida? ¿Hay una persecución a mujeres lesbianas en Nicaragua o vuestro caso es puntual?

Es un tema de todas las defensoras y los defensores de los derechos humanos, lo que pasa es que en nosotras hay una intersección de luchas. Imara y yo hemos sido visibles como mujeres feministas lesbianas a nivel nacional, hemos sido activistas participando en entrevistas en revistas y televisión, denunciando en la calle y haciendo actividades por la comunidad. El 18 de abril de 2018 explotó en Nicaragua lo que se había venido fecundando producto de la violación de los derechos humanos de forma constante, y se empezó a detener a todos los y las activistas, campesinos, estudiantes, defensoras de los derechos humanos y miembros de partidos políticos no adeptos al Gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que tuvieran un papel protagonista en la denuncia de lo que estaba pasando.

¿Pero qué era lo que denunciabais?

A principios de abril de 2018 empezó a arder la Reserva Indio Maíz sin que el Gobierno hiciera nada para sofocarlo durante semanas. Los estudiantes comenzaron a denunciar y hacer manifestaciones. Entonces el Gobierno actúa y apaga el incendio, pero a la vez aprueba una ley con la que incrementa el número de cuotas a trabajar para recibir pensiones, y recorta las pensiones de jubilación. Las pensiones son casi miserables en Nicaragua, y muchos estudiantes reciben apoyo de sus abuelos para estudiar, o viven con ellos porque sus padres han emigrado. Ante esa represalia del Gobierno los estudiantes vuelven a salir a la calle, las organizaciones de mujeres y otras más los apoyan y salen con ellos, y el Gobierno envía turbas de juventudes sandinistas para reprimirlos. El 18 de abril la policía empieza a disparar pelotas de goma contra los manifestantes, producto de ello en menos de 6 meses 16 jóvenes pierden un ojo. Al día siguiente se empieza a disparar fuego real y matan al primer joven. Los estudiantes toman las universidades del país y la policía pone francotiradores para tomar las universidades, hay más de 600 estudiantes asesinados. El presidente Daniel Ortega prohíbe que se atienda a las víctimas. Recuerdo que muchos jóvenes escribían su nombre y teléfono en sus brazos porque pensaban que los iban a asesinar. Hubo un caso emblemático, el del chico de 15 años Alvaro Conrado que fue a llevar agua a la universidad y la policía le dio un disparo en la garganta. Lo último que se le escuchó decir en televisión, cuando le preguntaron cómo se llamaba, fue: “Me duele respirar”. Por eso en Nicaragua decimos que todavía nos duele respirar.

¿Qué hicieron las iglesias?

Al prohibir la asistencia en hospitales a los manifestantes se buscan formas para recolectar medicamentos, ropa, alimentos, etc... y la policía intenta bloquear esa ayuda. La Iglesia católica pone en ese momento sus templos como punto de acopio, y la policía bloquea los entornos de las iglesias para que no llegue la ayuda. Hubo ataques a sacerdotes e iglesias católicas por personas afines al Gobierno. La Iglesia católica demanda un diálogo entre los estudiantes y el Gobierno, y se instaura el primer diálogo en el que se acuerda que la Conferencia Episcopal sea la mediadora. Aunque posteriormente el presidente Daniel Ortega la saca de la mediación. Hasta ese momento las iglesias evangélicas ausentes, y la mayoría de ellas se posicionan del lado del Gobierno, incluso acaban de recibir hace unas semanas una donación de terrenos para construcción de iglesias. Hasta lo que yo conozco tienen intereses económicos. Además han creado asociaciones con personalidad jurídica para recibir financiación y ayuda internacional. Esa personalidad jurídica puede ser revocada por el Gobierno. La Iglesia católica no necesita tanto esa financiación, tiene otros recursos propios.

Supongo que para una persona creyente el hecho de que la Iglesia católica se pusiera del lado de los estudiantes es algo positivo, sin embargo su posición respecto a las mujeres lesbianas feministas, no lo es tanto. ¿Cómo vives esto?

Como hubo tanto interés y trabajo desde el partido del Gobierno por descalificar a la Iglesia católica y atacar a los sacerdotes, hubo una marcha en Nicaragua para apoyar a los sacerdotes. Las feministas fuimos todas, yo fui, mis compañeras de lucha no entraron en la iglesia, hasta allí llegaba su acompañamiento, pero yo sí entré. Yo soy clara, no hay ningún movimiento dentro de las iglesias que nos hayan dado apoyo. Para mi es problemático, algunas veces paso por la iglesia y me quiero persignar, pero después pienso en los sacerdotes y en cuanta gente ha sido humillada en aquel lugar, y me niego la oportunidad de persignarme por lo que eso puede significar para otros. Incluso cuando intento educar a Fer me pregunto si no le estaré imponiendo algo que va a significar para él una cruz. Es algo conflictivo porque no solo tiene que ver conmigo. Así como tuve necesidad de organizarme con otras mujeres lesbianas cuando me identifiqué, también cuando tuve conflictos religiosos me procuré conectar con gente que tiene otra mirada sobre Dios, por eso los espacios de fe también han sido importantes para mí. Me gustaría que en Centro América hubiera la posibilidad de que la gente vea esas otras lecturas, porque hay mucha gente LGTBIQ dentro de las iglesias que sienten mucha culpa. En Artemisa por ejemplo hemos estudiado el peso del fundamentalismo religioso en las relaciones familiares de las lesbianas, gais y trans. Y hemos hecho un trabajo de acompañamiento con madres y padres, donde les preguntamos por qué tienen ese rechazo hacia sus hijas e hijos, y siempre sale el miedo al castigo divino que va a recibir él o ella y su hijo o hija que vive una vida de pecado. Pero cuando empiezan a despojarse de la culpa se flexibilizan las tensiones familiares.

¿Cuándo os enteráis Imara y tú de que erais objetivo del Gobierno y de que estabais en peligro?

Con Artemisa empezamos a hacer una investigación junto a Cisas(2) y la Asociación Nicaragüense de Mujeres Trans para visibilizar la participación de las personas LGTBIQ en el contexto de la crisis sociopolítica que estábamos viviendo. Gracias a esta investigación descubrimos y entrevistamos a personas LGTBIQ que participaron en las manifestaciones o en el apoyo a los estudiantes. La mayoría de ellas fueron secuestradas, recibieron agresiones por parte de la policía, o estuvieron presas. Casi todas están en el exilio. Decidimos crear una red de apoyo a familiares de personas LGTBIQ presas, y al mismo tiempo, un trabajo de visibilización de presas y presos políticos LGTBIQ proporcionando datos a la Comisión Internacional de Derechos Humanos para el informe que iba a realizar sobre lo que estaba ocurriendo en Nicaragua.

En el colegio empezaron a decirle a Fer que nos iban a meter presas por terroristas. Comenzaron a seguirnos en el auto, un motociclista nos perseguía, un hombre nos gravaba mientras estábamos en el parque. El 29 de octubre la policía viene a buscarnos a nuestra casa, pero nosotras no estábamos. Tuvimos que dejar nuestra casa e ir a la de mi madre por un tiempo, pero la poníamos en peligro, así que alquilamos una casa, pero los vecinos se asustaron cuando vieron un coche rondando constantemente por allí y tuvimos que dejarla. Ya no podíamos organizarnos, no teníamos oficina, estábamos vigiladas, tuvimos que sacar a Fer del colegio. Teníamos que salir de allí.

Has tenido que pelear por todo...

Sí, he tenido que pelear todo, para reconocerme mujer sin ser heterosexual, bonita sin ser flaca, importante sin ser blanca, y con derechos siendo pobre. Además he tenido que defender mi derecho a tener familia sin ser heterosexual, y a tener un vínculo con Dios siendo lesbiana. Por defecto la gente cree que no podemos creer en Dios, o que hemos de vivir toda la vida con culpa. Y la culpa es el mejor regalo que nos ha dejado el sistema heteropatriarcal, escapar de la culpa es casi imposible.  Para mí hay un vínculo entre la fe y todo lo que hago y estoy intentando educar a mi hijo con una conciencia de justicia. En Mayo, Junio y Julio con todos los que murieron asesinados por la policía en Nicaragua. Mi hijo y yo yacíamos orando en la orilla de la cama de tanto dolor que no soportábamos y lo único que podíamos hacer era decirle a Dios que ya parara todo y que estábamos cansados y agotados.

La madre de mi ex me dijo una vez que Dios tenía grandes cosas preparadas para mí, y a veces en el camino me voy preguntando cuáles eran esas grandes cosas. La gente no sabe lo que ha significado para mí ser madre, no tiene ni la mínima idea de lo que he tenido que hacer para ser madre. La forma en la que yo soy madre no está en el imaginario de nadie y me lo he tenido que callar por eso, porque no está en el imaginario de nadie. No estaba destinada a ser madre pero Dios me ha dado la oportunidad de tener dos hijos. Hemos olvidado que Dios no es la religión, y quien nos discrimina es la religión y sus interpretaciones.

Al final pudisteis coger un avión y venir a Barcelona. Imagino que no fue fácil.

Fue difícil, creo que para Imara ha sido aún más difícil, ella tuvo que luchar por formar y sustentar el grupo Artemisa. En marzo de este año lo dejamos todo, vendimos lo que teníamos para poder venir hasta aquí, no tuvimos tiempo de despedirnos. Le dije a mi madre que no viniera al aeropuerto porque si nos veían llorar podríamos levantar sospechas. Dijimos que nos veníamos de vacaciones, incluso a Fer le engañamos diciéndole que venía a ver a Messi al Camp Nou. No llegamos ilusionadas, pero sí con la esperanza de poder estar tranquilas; todavía no la encontramos. Al llegar pedimos asilo, no entendíamos nada, Acathi nos ayudó. La respuesta puede tardar hasta tres años, y puede ser positiva o negativa. Entramos en un programa de Cruz Roja para solicitantes de asilo, todavía no tenemos permiso de trabajo. Estamos como atrapadas.

¿Qué esperas en el futuro?

Me gustaría poder volver a Nicaragua y seguir siendo la familia que somos, que tuviéramos intimidad. Me duele negarle a mis hijos la posibilidad de tener a su abuela, a su familia, aquí no tienen a nadie. Ojala no tuviera que ser una activista lesbiana más, que no hiciera falta, pero sé que cuando no nos opriman por una cosa nos oprimirán por otra. En Nicaragua se está organizando una oposición al Gobierno que también da miedo, supuestamente son nuestros aliados pero cuando el presidente Daniel Ortega salga y este punto en común deje de existir y se confronte mi necesidad de ser reconocida como mujer lesbiana con su necesidad de imponer el esquema heteropatriarcal como única forma: ¿Entonces qué? El futuro pasa por cambiar las estructuras, todavía nos queda muchísimo por recorrer, y cuando pienso en todo lo que nos falta por recorrer, me doy cuenta de que es imposible que volvamos a Nicaragua.

¿Y en la Iglesia?

La Iglesia va a tener que cambiar, que cómo quedaremos las personas LGTBIQ en ese cambio, no lo sé. Cada vez hay más personas que van aportando algo, como por ejemplo con la teología feminista, pero esto siguen siendo cúpulas. La gente que hace esta reflexión no tiene la capacidad de llegar a la gente de abajo, muchas veces hablan de los pobres pero no los conocen. Es un trabajo de élites reducido. Me gustaría que cambiaran todas las iglesias, que Dios no las necesitara para dar la mala imagen que le dan.



Gracias Tania Irias Guerrero por tus respuestas,

Carlos Osma






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Notas:

(1) Associació de famílies LGTBI.
(2) Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud.
(3) Associació Catalana per la Integració d'Homosexuals, Bisexuals i Transexuals Inmigrants.


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