Mi reino sí es de este mundo



El pasado 14 de octubre el conflicto entre Cataluña y España se hizo aún más profundo cuando el Tribunal Supremo español, en mi opinión absolutamente politizado, se decantó por satisfacer las tesis de la fiscalía general del Estado, y condenó a las presas y presos políticos catalanes a penas de entre 9 y 13 años de cárcel por organizar el referéndum del 1 de octubre de 2017, al considerarlo un delito de sedición. Algunas de mis amistades me han enviado mensajes haciéndome saber que no entienden mi posicionamiento, ya que me he significado públicamente rechazando esta sentencia por vengativa, pidiendo la libertad de los presos y presas políticas,y exigiendo un referéndum de autodeterminación para que las personas que vivimos en Cataluña podamos decir libremente cuál es la relación que queremos tener con el Estado español. He decidido escribir unas líneas para responderles, y concretamente lo haré respondiendo a unas preguntas que me ha hecho llegar una persona que respeto y aprecio profundamente.

Me preocupa tu compromiso con la causa independentista en Cataluña, Jesús advierte en varios lugares a sus seguidores que “mi reino no es de este mundo”.

No me siento reflejado cuando alguien habla de “mi compromiso por la causa independentista”, a decir verdad creo que cualquier cristiano o cristiana debería mostrar un firme compromiso por el respeto a las libertades. Lo que en Cataluña se demanda desde hace años es un referéndum de autodeterminación, para que ciudadanos y ciudadanas libres puedan decidir si quieren seguir formando parte del Estado español. Hay muchas justificaciones para negar este derecho, pero la que se esconde tras ellas es que todos saben que la mayor parte de los catalanes votarían por la independencia. Si fuera de otro modo el referéndum ya se habría producido hace años y las tensiones que estamos viviendo desde hace más de una década se habrían evitado. La única opción posible que parecen barajar los últimos Gobiernos que ha habido en Madrid, es que Cataluña siga formando parte del Estado por la fuerza, y eso no puede más que crear una tensión que irá en aumento ya que el independentismo es absolutamente mayoritario en las generaciones más jóvenes.

No voy a entrar aquí en la contextualización del texto del evangelio “mi reino no es de este mundo”, pero por mi experiencia como cristiano y como activista LGTBIQ, solo puedo afirmar con rotundidad que: mi reino, sí es de este mundo. En realidad lo que hacemos cristianas y cristianos cuando luchamos por los derechos de la personas LGTBIQ es hacer que nuestro mundo se parezca más a ese Reino de justicia que encontramos en los evangelios. La evasión no está pensada para nosotros, incluso el teólogo LGTBIQ más teórico que dedica toda su vida a explicar el significado real de los textos bíblicos con los que los homófobos y tránsfobos nos condenan, lo que verdaderamente hace es luchar por la justicia y la vida de personas reales, intentado que en este mundo se haga real el Reino que anunció Jesús de Nazaret.

¿Ya hemos hecho suficiente los que nos dedicamos a la teología en defensa de las personas LGTBIQ? ¿Esta causa ya no es urgente?

Sé perfectamente cual es mi tarea: crear reflexiones que puedan ayudar a personas LGTBIQ a aceptarse y vivir su fe cristiana con libertad y alejadas de los planteamientos fundamentalistas que son hegemónicos en el cristianismo hispano. Pero desde antes de empezar casi por accidente esta labor, aprendí que las miradas unidimensionales nos debilitan. Me declaro aprendiz y militante de muchas otras luchas: el feminismo, la acogida de aquellos que vienen a nuestro país huyendo del hambre y de la guerra, el derecho a una vivienda, a tener un trabajo digno, a que una mujer decida libremente si puede o no llevar adelante un embarazo, a que nuestros mayores reciban una pensión digna, a la educación de calidad, el ecumenismo.... y también, como he dicho antes, a la de aquellos movimientos que en Cataluña exigen el derecho a un referéndum de autodeterminación. No me muevo ni un ápice del lugar que sé que ocupo y en el que creo que soy útil: el de la lucha por la dignidad de los cristianos y las cristianas LGTBIQ. Pero ese lugar está traspasado por muchas otras necesidades que debemos reconocer que nos interpelan. Además de una orientación sexual o una identidad de género, somos muchas otras cosas más. Sí viendo la necesidad no levantase la voz contra una condena injusta, por ejemplo la de dos líderes sociales catalanes como Jordi Cuixart i Jordi Sánchez, presidentes de Òmnium Cultural y la ANC respectivamente, que han sido condenados a nueve años de cárcel por organizar manifestaciones (esa es en realidad la razón), entonces mi labor como cristiano activista LGTBIQ me parecería más bien poco coherente. Deseo la libertad de las personas LGTBIQ, y también la de aquellas otras que son condenadas injustamente, como Carme Forcadell, once años y medio de cárcel por permitir un debate y una votación en el Parlament de Catalunya.

¿Cómo interpretas el versículo “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,9)?

Cuando decidí explicar a mi familia y a mi entorno que era gay, se rompió la supuesta paz en la que vivía. Una paz que se basaba más o menos en un acuerdo que nadie verbalizaba: yo me mantenía callado, no ponía en entredicho su homofobia, y así podía ser tan buen cristiano como el resto. Esta claro que eso le venía muy bien a todo el mundo, menos a mí. Esta experiencia es compartida por la gran mayoría de personas LGTBIQ que conozco, y algunas de ellas sufren por esta causa secuelas psicológicas y físicas durante años. También muchas de las iglesias en las que la aceptación de la diversidad se va abriendo paso, piden que mantengamos la paz. Pero esa no es la paz de la que nos habla el evangelio... Con esa paz del esclavo, no veremos a ningún Dios.

Ser pacificador es poner las injusticias al descubierto y trabajar por encontrar una solución. Un referéndum en Cataluña nos hubiera ahorrado mucho sufrimiento. Toda la violencia inaceptable que vemos hoy en las calles y que los medios tratan de magnificar, se hubiera evitado; también aquella que la policía nacional realizó contra las personas que intentamos votar el 1 de octubre de 2017, y que muchos de los que ahora hablan de paz nunca han condenado. No veo otra solución que no pase por un referéndum vinculante de independencia, pero si a alguien se le ocurre otra solución que tenga tanto apoyo en Cataluña y que ayude a pacificar, bienvenida sea. Si queremos una paz real, deberíamos denunciar las actitudes del Estado español que únicamente pretenden silenciar y acallar a millones de catalanes. La policía, las pelotas de goma, las furgonetas atropellando jóvenes, los discursos incendiarios de los partidos políticos de uno otro lado, no son la solución. La división será mayor cada vez, la desconexión en realidad ya ha tenido lugar para mucha gente, aunque la solución que sigue teniendo más aceptación, la que une a más de las dos terceras partes de la población, es un referéndum vinculante de independencia.

Agradezco a la todas las personas que me han hecho llegar sus inquietudes por mi posicionamiento en el conflicto entre Cataluña y el Estado, y aunque puedo entender que muchas de ellas tienen opiniones muy alejadas de lo que aquí he escrito, quiero acabar diciendo que más que el referéndum, que evidentemente es algo que no se puede tardar en abordar, lo que ayudaría a dar un primer paso en la resolución del conflicto, es que también desde otros lugares del Estado personas que siempre se han posicionado a favor de las libertades, exigieran la puesta inmediata en libertad de los presos y presas políticas: Oriol Junqueras, Raül Romeva, Jordi Turull, Dolors Bassa, Carme Forcadell, Joaquim Forn, Josep Rull, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Personas cuyo único delito ha sido permitir que la población catalana pudiera expresar cuál es la relación que quieren tener con el Estado español. Algo que les agradezco, ya que el 1 de octubre de 2017 fui partícipe de uno de los días de más solidaridad, colaboración ciudadana, y dignidad, que recuerdo.



Carlos Osma







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If Jesus did not represent a gay or a lesbian person, if he did not represent a trans or bisexual person and many more, then, he is not a Jesus who could save and make us happy. If he excludes even one person, he cannot save anyone.