Amarás los genes de tu prójimo como los tuyos mismos
Amigos y amigas, hace unas semanas nos enteramos que un novedoso estudio que intentaba determinar si
la heterosexualidad tiene una base genética, ha concluido que no hay
suficientes elementos para concluir nada. Vamos que, aunque parezca
descabellado e incluso contra natura, los heterosexuales tienen los mismos
genes que el resto de sus vecinos. Esto tira por tierra algunas teorías, como la de
mi amiga Lola que decía que el gen heterosexual dotaba de una capacidad
superior en las mujeres para coser y bailar, y a los hombres para creer que el tamaño
de su pene era directamente proporcional a su inteligencia.
Muchos han salido a
matizar lo que dicho estudio quería decir, y las consecuencias que algunas
mentes privilegiadas creen que de él se desprenden, intentando contextualizar
el estudio y dando miles de explicaciones que a nadie ya le importan. Y es que el
titular ya está en la calle: “la heterosexualidad, ese mayoritario desorden, no
es innato, sino aprendido”. ¿Serán las barbies, las pelotas de futbol, las
cocinitas o los coches de carreras? ¿Cómo hemos hecho para que tan alto índice
de la población tenga atracción por personas de distinto sexo? ¿Dónde están
fallando sus familias? ¿Y los docentes? ¿Podemos hacer algo para revertirlo?
¿Puede un heterosexual dejar de serlo? ¿A qué se enfrenta nuestro mundo si les permitimos reproducirse sin control?
Algunos cristianos
fundamentalistas se niegan a aceptar el estudio y pretenden que científicos cristianos
fundamentalistas -una especie mitológica como el unicornio, según las malas
lenguas- repitan el estudio no solo aumentando la muestra, sino obligando a que
toda ella sea fundamentalista, ya que no descartan que el pecado haya
transformado los genes de la población que no asiste a sus iglesias. Médicos y
escritores de este entorno se aferran a la visión genética de la heterosexualidad,
Pedro Tarquis por ejemplo afirma en su artículo Genética y homosexualidad
que: “genéticamente el ser humano nace hombre o mujer, sin que exista una
predeterminación diferente a la heterosexual” -Os prometo que esta cita no es
inventada, y que el tal Pedro Tarquís afirma que es médico-. Sin embargo, parece
evidente que tendrán que mejorar algo su estrategia si quieren convencer a
alguien, porque hasta hoy ninguna doctora ha entregado el bebé recién nacido a
su madre diciendo: “Ha tenido un hombre”. Socialmente está bastante aceptado
que un bebé no es un hombre ni una mujer, que eso es algo que, en todo caso,
vendrá más tarde. Además, ¿qué tiene que ver el género con la orientación
sexual? Mi primo Paco es trans y, como dios manda, le encantan los hombres trans.
Mientras el fundamentalismo
y el conservadurismo heterocentrado van puliendo sus estrategias, quizás
nosotras deberíamos intentar dar respuesta a las preguntas que se hacen tantos padres y
madres heterosexuales: ¿Qué hemos hecho mal para que nuestra hija o nuestro
hijo sea como nosotros? ¿Qué podemos cambiar en la forma en que educamos para que esto
no ocurra con el siguiente? Y echando mano de nuestra experiencia les
podríamos decir que no se estresen, que estén tranquilos, que si por negligencia
o incapacidad,han hecho que su hija sea heterosexual, no pasa nada, que la
quieran como si fuera bisexual, o lesbiana, o queer.... Que ahora, que la
cosa es irreversible, la ayuden a ser una buena persona y a respetar a los
demás. Que, aunque tenga más probabilidad de ser una acosadora en su instituto
hacia un compañero LGTBIQ, con una educación adecuada puede evitarse -la ayuda
de un psicólogo puede venir bien-. Y en el caso de haber creado un hijo
heterosexual, pues la cosa es algo más complicada, pero en todo caso no
imposible. Hay que animarle a que se eche un amigo marica, el más marica
posible, que le ayude a ver la riqueza de su parte femenina y a resistirse a
convertirse en un machote. Probablemente esto hará que sus niveles de violencia
sean menores y nos ayudará a tener una sociedad mejor. En resumidas cuentas, que
intenten poner de su parte para que la heterosexualidad de sus hijos sea un mal
menor para el resto de seres humanos con los que conviven. Y si tienen otro
hijo, pues en vez de determinarlo, que lo acompañen, el gen gay se manifestara
espontáneamente.
No existe el gen
heterosexual, eso parece que dicen quienes dicen que han oído a alguien que dice
que se ha leído el estudio. Y es que eso es algo que mi prima Loida ya intuía, pero no
nos pongamos nerviosos ni seamos inflexibles. Aunque algunas teorías afirmen
que quizás con la ayuda idónea y una terapia que aborde la ADS – atracción hacia
personas de distinto sexo-, el desorden de la heterosexualidad puede
revertirse, tengamos cuidado. No les produzcamos más dolor, mostremos algo de
humanidad y fijémonos en que parece que incluso, a veces, pueden mantener
relaciones que les hacen felices a ambos -no como a nosotras, claro, tampoco exageremos-.
No es lo perfecto, pero mejor eso que hacerles sufrir, ellos no tienen la
culpa, lo tiene el ambiente en el que nacieron. Tienen nuestros mismos
genes, genes gais, así que potencialmente son tan perfectos como nosotras -Sé
que suena raro y que contradice toda lógica, pero es lo que afirma el estudio
en cuestión-.
Yo, como buenísima e
intachable cristiana que soy, optaría por la tolerancia, el respeto, y una educación
que paulatinamente haga descender el síndrome de la ADS -me refiero sobre
todo al impostado, al obligado, al que es fruto de la presión ambiental-. Y antes
de actuar ante un desorden como este, me haría aquella pregunta que lanzaba el
pastor Charles Sheldon a su congregación a finales del siglo XIX: “What would Jesús
do?”. Es decir: ¿Qué haría Jesús? ¿cómo actuaría aquel que fue en todo igual a
nosotras, que tuvo nuestros mismos genes, genes gais, y que jamás se sintió
atraído por una persona de diferente sexo? Pues siento ser repetitivo, pero me
vienen a la cabeza siempre las mismas palabras, aunque esta vez me atreva a tunearlas:
“Amarás los genes de tu prójimo como los tuyos mismos, digan los estudios que
son iguales o completamente diferentes”. Y es que, en realidad, no hay gen que invalide
este mandamiento: ¿o el gen fundamentalista sí? Dejo en el aire esta pregunta para
animar a las investigadoras a realizar otro estudio que determine si, a diferencia
del heterosexual, el gen homófobo-fundamentalista sí existe.
Carlos Osma
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