No nos ha salido un papa raro
Creo, como el papa
Francisco afirmó en el programa Salvados de la Sexta, que las tendencias no son
pecado, y por tanto (a partir de aquí es deducción mía) si una persona tiene
tendencia a la LGTBIQfobia no está pecando, que el pecado (y disculpar por utilizar
una palabra con un pasado tan sangriento) está en la práctica. Es decir, que lo
encontramos cuando actuamos, de pensamiento, palabra y obra de una forma LGTBIQfóbica.
Quienes hayan escuchado el resto de la entrevista podrán valorar ellas mismas
si el papa Francisco está o no cometiendo un pecado con las personas LGTBIQ. Y
después, tendrán más herramientas para juzgar si su discurso da, o no,
cobertura a las terapias para “curar la
homosexualidad” que impartía el obispado de Alcalá de Henares en Madrid y
que ha destapado eldiario.es.
La palabra destapar es
muy grandilocuente, y queda muy bien en los medios periodísticos, pero cualquier
persona medianamente informada sabrá que estas terapias pseudocientíficas,
pseudocristianas, y nefastas para la identidad (y la vida) de tantas personas
LGTBIQ, son habituales en los entornos cristianos. Digo cristianos, en general,
porque los evangélicos también tienen papas que, a su lado, hacen parecer a
Francisco un feminista queer de extrema
derecha. Y quienes creemos que un Jesús marica salvaría a muchos niños y niñas
de la LGTBIQfobia de sus familias, de sus iglesias, y sobre todo de estas terapias
demoníacas, sabemos también que únicamente considerar delito la LGTBIQfobia no logrará
eliminar el problema (aunque evidentemente deba considerarse así, para que cada
cual asuma lo que ha hecho), se necesita urgentemente una ley de educación que
incluya la diversidad en los currículos educativos y empodere a los menores. Cualquier
solución que no pase por una ley de estas características, es simplemente un
brindis al sol, puro marketing político.
No debemos poner a todos
en el mismo saco, y hay una parte del cristianismo en cualquiera de sus
expresiones, para el que la diversidad sexual y de género es una forma más de
la manifestación de una divinidad diversa que nos crea a todas y todos a su imagen
y semejanza. Pero también hay que decir que estamos hablando de una minoría, y
que mayoritariamente el cristianismo no solo es LGTBIQfóbico, sino que piensa
que es la única forma posible de ser del cristianismo. Dentro de este gran
grupo, tenemos a uno muy pequeño al que no le importa decir claramente que las
personas LGTBIQ hemos de arder en el infierno y que lo mejor que se puede hacer
con nosotras es expulsarnos de las iglesias. Pero el grupo más grande de la
mayoría homófoba de las iglesias, es lo suficientemente inteligente para saber
que este discurso choca con el mensaje de amor cristiano. Ninguno de estos
cristianos, ni de estas iglesias quieren llevar colgando el sambenito de LGTBIQfóbicos,
y tienen que buscar soluciones más o menos imaginativas a esta evidente
contradicción que no les deja en buen lugar. Por poner un ejemplo, ¿te imaginas
que eres una responsable de ConMisHijosNoTeMetas en España y tienes un hijo
gay? Si eres incapaz de poner a tu hijo por delante de tu homofobia, es decir, si eres incapaz de seguir a Jesús: ¿qué harías para poder seguir considerándote
una buena madre y una buena cristiana?
Decía el estribillo de la
canción de una prima mía, que la solución está en Jesús. Yo añadiría en un
Jesús marica, pero como esto suena muy irrespetuoso para los cristianos LGTBIQfóbicos
de bien, parece ser que la solución está en un psicólogo o psicóloga que
intente formatear el disco duro de menores “raros”. Las terapias reparativas
son la oración de muchas iglesias, padres, madres, hermanos y hermanas, para no
tener que enfrentarse a sus contradicciones, a su incapacidad de escuchar al Espíritu
diciéndoles que a lo mejor la Biblia no debe interpretarse así, que es posible
que las relaciones sexuales de dos personas del mismo sexo también estén
abiertas a la vida (al menos a una vida mejor que la de quienes viven torturados
en una continua represión), o que Dios nos hizo mujeres y hombres, no nuestros
genitales. Son oraciones para hacerlos sentir buenos, oraciones de gente
incapaz de conmoverse al ver el sufrimiento que están infringiendo a quienes se
supone que más quieren (¿o solo se quieren a ellos mismos?). Es la manera de
eludir la responsabilidad, de no dejarse interpelar por aquello que no esperan,
es la manera de coger todas sus contradicciones y cobardías y colgárselas a un
niño o una niña para que sea el culpable de todo. La responsabilidad del rechazo
ya no será de la iglesia, del padre, de la madre, del hermano o de la hermana,
la responsabilidad es de la niña que no logrará cambiar quien es con una terapia
que le marcará para toda la vida. La niña o el niño “raro” habrán elegido que
se les margine, insulte y desprecie… No su familia, ni su iglesia, que le llevaron
con amor a la consulta de un “especialista”.
Por todo esto las terapias
de reconversión son tan habituales en los entornos cristianos, esa es la razón
por la que un señor vestido con una gran falda blanca, les dice con una voz angelical
a las familias cristianas en una entrevista de La Sexta que no deben echar de casa a una persona que tenga “tendencia”
homosexual, pero que si ven que su hijo es pequeño y muestra “síntomas raros”
conviene que le lleven a un psicólogo por si todavía se puede hacer algo. Porque
él es bueno, y también los padres y las madres cristianas, ellos no son LGTBIQfóbicos,
el problema está en el niño o niña “raro”. Siempre es más fácil culpabilizar a
los más débiles. Yo pensaba, quizás por seguir a un Jesús marica, que era
haciéndonos como uno de estos niños que podríamos entender el reino. Lamentablemente,
no nos ha salido un papa raro. Lamentablemente, tampoco tenemos muchas iglesias
evangélicas raras. Sigue siendo todo tristemente normal, olvidando aquello de que: "cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe" (Mt 18,5).
Carlos Osma
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