Iglesias, abusos y hashtags absurdos
La cumbre vaticana sobre pederastia
acababa el pasado 24 de febrero dejando de nuevo una gran decepción entre las
víctimas que esperaban algo más que palabras y buenas intenciones. Miguel
Hurtado, portavoz español de la Organización Global de Víctimas ECA (Ending Clergy Abuse) afirmó tras
conocerse las conclusiones de la cumbre que: “El papa Francisco ha dado un guantazo a todas las víctimas de pederastia
que hemos venido de los cinco continentes para pedir explicaciones. Se ha
pasado la mitad del discurso hablando de los abusos fuera de la Iglesia. A
nosotros nos abusaron dentro de la Iglesia, eran sacerdotes, monjes, profesores
católicos. Esperábamos una respuesta que no nos ha dado”.
Dos días después, un tribunal australiano
ordenaba detener al cardenal católico George Pell que había sido declarado
culpable de violar a un menor (y por otros cuatro cargos de abusos). George Pell
era ni más ni menos que el número tres del Vaticano e incluso estuvo en las
quinielas en la última elección papal. Su abogado Robert Richter, en su defensa,
comentó que el incidente con el menor había durado pocos minutos y que no fue premeditado,
sino producto de un impulso, “un simple
caso de penetración sexual convencional en el que el niño no participa
voluntaria ni activamente”. Al leer las declaraciones de Robert Richter, yo
me pregunto: ¿Quién paga a este
abogado? ¿La Iglesia católica? ¿De verdad que el cardenal George piensa que
está es la mejor defensa que tiene? ¿Era esta la idea de justicia, de trato con
las víctimas, que hubiera promovido si hubiera llegado a ser papa? ¿Esta es la
moralidad que se necesita para ser papable? ¿Cuántos George Pell había en la
cumbre vaticana sobre pederastia que no llegó a una conclusión que pudiera satisfacer
a las víctimas?
El tema de la pederastia dentro de la
Iglesia católica es un drama que no tiene que ver únicamente con esta confesión
cristiana, ya que es evidente que los controles educativos a instituciones
escolares que pagamos toda la población con nuestros impuestos (independientemente
de lo que creamos o dejemos de creer) no parece que hayan sido los más
adecuados, (como tampoco lo fueron en el caso de bebés robados en centros médicos
que pertenecían también a esta iglesia). Actualmente la sociedad está más
sensibilizada ante estos dramas y espera algo más que buenas intenciones y
palabras huecas, tanto de la Iglesia católica como de los Estados donde se han
producido los abusos a menores. ¿Qué hubiera ocurrido si los casos de pederastia
a este nivel hubieran ocurrido en otro entorno? Evidentemente la respuesta hubiera
sido otra. El tema del silencio en los casos de abusos a menores tiene que ver tanto
con el poder del adulto que ejerce sobre un menor, como del poder de la Iglesia
católica sobre los Estados. Que en Estados Unidos (un país donde la Iglesia católica
no es mayoritaria) haya 7000 sacerdotes acusados de abuso, mientras que en
España las cifras se mantienen ocultas, no me parece que sea un dato anecdótico.
El jueves pasado la organización #ConMisHijosNoTeMetas
España promovió una campaña en redes sociales. Si como la mayoría del mundo no conoces
esta organización, probablemente habrás pensado que, al coincidir con la cumbre
vaticana, su campaña pretendía defender la vida de los niños y niñas, la
libertad que tiene cualquier menor de poder vivir con seguridad en todos los
entornos, (iglesia, centros educativos, familia…), animar a denunciar los abusos
y maltratos, pedir trasparencia a la Iglesia católica e implicación al Gobierno
español. Pues no, este movimiento tan sensibilizado con la infancia, y con su
protección, pretendía que sus seguidoras y seguidores denunciaran en las redes
sociales la demoniaca, y por tanto inexistente, ideología de género que están
recibiendo sus hijos en los centros educativos. Una de estas acciones consistía
en utilizar el hashtag #ConMisHijosNoTeMetas en las redes, y otra en cambiar la
foto del perfil de Facebook, Twitter, Instagram o WhatsApp por una imagen que
denunciara al gigante de la Ideología de Género (aquí lo pongo en mayúsculas
para que parezca más importante y de algo más de miedo). La verdad es que no
consiguieron su propósito, al menos en Twitter, porque no aparece en la lista
de los 100 trendings topics de ese
día, algo que sí hizo #XavierArzalluz #Stoptonterias o #LeyLGTBIya. Y aunque no
tengo ningún dato, creo que tampoco tuvieron mucho éxito con el cambio de la
foto del perfil porque, aunque no sirva como prueba, de las personas que conozco
en mis redes sociales únicamente una se sumó a la iniciativa en WhatsApp.
Lo sorprendente es que esta mujer que cambió
la foto del perfil, y con la que hace tiempo no tengo relación debido a su
homofobia, hace más de cuarenta años tuvo que enfrentarse a una situación muy
complicada en su familia: su hermano, que era el pastor de una iglesia
evangélica, abusó de unas niñas, y no de unas niñas cualquiera, sino de las
hijas de otra de sus hermanas. Y tras reunirse varias personas, entre las que
se encontraba esta mujer, con el pastor-hermano-abusador, en vez de ponerle un
cartel que dijera #ConMisSobrinasNoTeMetas, se decidió que la mejor solución era
el silencio. Sacarlo a la luz podría producir males peores, el padre de las niñas
podría matar al pastor-abusador, dijeron. Pero la verdadera razón del silencio fue
otra, tenían miedo a que el testimonio de la iglesia evangélica de esa ciudad, por
la que tanto habían luchado en momentos tan difíciles, quedara desacreditado
para siempre. Tenían miedo también a perder la posición que cada uno de ellos y
ellas tenía dentro de aquella iglesia que pensaban quedaba amenazada por la
Verdad (esta sí en mayúsculas). Así que lo mejor para el evangelio, lo mejor
para el pastor-abusador, y lo mejor para la iglesia evangélica, fue el acuerdo
de que todas y todos se callarían si el pastor-abusador no volvía a repetir los
abusos. Evidentemente ese acuerdo tan satisfactorio para las partes, no lo fue para
las víctimas, y todo el mundo prefirió mirar hacia otro lado y no saber si se siguió
respetando con esas niñas, o con otras.
En todas las iglesias hay intereses que
van más allá de los que nos atrevemos a reconocer, y mucha gente dispuesta a
todo por defender el testimonio y la credibilidad de “su iglesia”, así como la silla que ocupan dentro de ella. Tras las
denuncias, las portadas de periódicos, o los informativos de televisión,
únicamente ven el daño que esto hace a su credibilidad. Y al poner la vista
allí, la apartan de las víctimas. Ese es el resumen de todo, al mirar sus
intereses, o los de la iglesia de la que forman parte (que suelen ser los
mismos), se alejan de lo más básico, de lo más humano, del evangelio mismo. Los
abusos se dan en todos los entornos, eso es cierto, pero encubrirlos en nombre
de Dios es repugnante, diabólico e indecente. Propongo que las iglesias organicen
otro tipo de cumbres para hablar sobre abusos, y que en esas cumbres únicamente
hablen las víctimas, que sean ellas las que saquen a la luz la verdad, y
propongan las soluciones que consideran justas. Únicamente poniendo en el
centro a quienes padecieron los abusos, el silencio y la negación, se resolverá
de verdad esta lacra. Lo importante no son las instituciones, ni cómo les
afectará que la Verdad salga a la luz, lo esencial, lo decente, lo humano, es responder
con celeridad a las demandas de las víctimas.
Carlos Osma
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