La mentira os dará poder
Aunque uno de los textos
más conocidos del evangelio afirma que “conoceréis
la verdad, y la verdad os hará libres[1]”,
la historia muestra una y otra vez que las iglesias han preferido el “aprenderéis a mentir, y la mentira os dará poder”.
Y es que, como cualquier otra institución, las iglesias se han sentido
muchas veces amenazadas por personas, ideologías o cosmovisiones; y ante esa
supuesta amenaza han respondido a menudo de forma poco evangélica, poco humana.
Esa es nuestra historia, esconderla sería faltar a la verdad y un impedimento
para liberarnos.
Es difícil encontrar instituciones
que controlaran mejor la utilización del relato con fines represivos. Antes de
entrar a humillar, discriminar, someter e incluso asesinar a un grupo de
personas, las iglesias sabían que era necesario crear un relato que diera
legitimidad a su barbarie. Los judíos, por ejemplo, fueron los que asesinaron a
Jesús; eran sucios, olían mal, eran criminales, avaros y maestros del engaño. Las
mujeres que se negaron a poner su cuerpo y su capacidad reproductiva al
servicio de poder, fueron denominadas brujas: depravadas sexuales capaces de
asesinar a niños, o desenterrarlos de sus sepulturas, para comérselos en los
banquetes de sus aquelarres. Los negros eran los descendientes de Cam, que había
avergonzado a su padre Noé, y habían sido castigados con la maldición divina de
ser siervos de sus hermanos[2].
Las personas negras no tenían la inteligencia del resto de seres humanos, eran
sanguinarias, ladronas, supersticiosas e indignas de confianza. Los dirigentes
de la Iglesia católica, eran para los protestantes, los representantes del
poder del Anticristo y la Prostituta de Babilonia de la que habla el
Apocalipsis. Sus seguidores, personas incultas, idólatras y supersticiosas. Los
protestantes fueron, para los católicos: herejes, herramientas diabólicas
contra la Iglesia, mentirosos, comunistas y masones.
Me parece evidente que las
iglesias deberían ser abanderadas de la lucha por la justicia y la
dignificación de las personas que son oprimidas en nombre de la
heteronormatividad, el binarismo de género y el patriarcado. Sin embargo, para
muchas de ellas, estas tres ideologías han sido disueltas de tal manera en sus
estructuras, que las confunden con el evangelio mismo y son incapaces de
extirparlas de su seno por miedo a perder su esencia. Hago aquí un inciso para
indicar lo perverso que ha llegado a ser un cristianismo que entiende que estas
tres ideologías son parte esencial del evangelio, y está dispuesto a pasar por
encima de la vida de tanta gente para defenderlo. Ante esta visión
completamente alejada del evangelio de Jesús, estas iglesias perciben a las
personas LGTBIQ, a los colectivos que las apoyan, y a los poderes políticos que
legislan en favor de toda la población (también LGTBIQ), como una amenaza.
Como han hecho casi
siempre, ante la sensación de amenaza, han decidido contraatacar. La fórmula
clásica del silencio, de no nombrar y expulsar a la marginación, ya no es
suficiente para someter y humillar a las personas LGTBIQ en Occidente. Así que
para hacerlo ahora con éxito, son conscientes de que necesitan un relato que
haga de estas personas un peligro para la sociedad, y sobre todo para las
iglesias (que se convertirían en objetivo prioritario de las personas LGTBIQ).
Si hacemos un repaso a titulares de algunas páginas cristianas conservadoras
observaremos como intentan construir dicho relato: ¿Podemos salvar el Encuentro Mundial de las Familias del lobby gay?
(infoCatólica), El estado se está sometiendo a la ideología de género (Protestante
Digital), Expertos alertan que los medios
de comunicación estimulan la transexualidad de los niños (Bibliatodo
Noticias), Cristiano podría ser condenado
a 2 años de prisión por decir que la homosexualidad es pecado (Noticia
Cristiana), Activista reconocida LGBT abandona su estilo de vida, se rinde a Jesús (Mundo
Cristiano), Condenaron a panaderos por
negarse a hacer un pastel pro-homosexual (La Gaceta Cristiana), FEREDE reitera su preocupación y posicionamiento crítico por las leyes
antidiscriminación “solo para gais” tras la aprobación de la ley andaluza (Actualidad
Evangélica), Un pediatra augura en el
futuro una “oleada de suicidios” debido a la ofensiva trans en los niños (Religión
en Libertad)…. No importa que el relato de persecución del cristianismo por
parte del supuesto lobby LGTBIQ sea falso,
lo esencial es construirlo y hacerlo creíble para mantener el poder y la
influencia en todas las facetas de la sociedad y de la vida privada del mayor
número posible de personas.
Pienso que el
cristianismo no está llamado a ejercer poder, sino a liberar(se), y para ello
debería cambiar la mentira por la verdad. No me estoy refiriendo a una verdad
absoluta, Dios me guarde, sino a conocer la realidad a la que se enfrentan las personas
LGTBIQ, también las que son cristianas, antes de crear un clima de
confrontación. Estaría bien que, en vez de hacer oídos sordos a las críticas de
muchas personas por la experiencia sufrida dentro de las iglesias a raíz de los
discursos homobófobos y tránsfobos que en ellas se realizan; se sentasen a
dialogar y se dejaran interpelar por sus palabras, y por qué no, aclararan
aquellas que han podido ser malinterpretadas. La única razón por la que se niegan a hacerlo
es porque son conscientes de que su discurso no tiene nada que ver con la vida
y la realidad, sino con el poder, y con la incapacidad de repensar su fe de una
manera que sea liberadora (¿a qué Jesús está siguiendo este cristianismo?). Es
incomprensible que sigan negando la humillación que padecen los cristianos
LGTBIQ que hay dentro de sus iglesias, y sean incapaces, no digo ya de
empatizar, sino de escuchar, de tratarles como seres humanos. También a las
personas que ya no forman parte de sus comunidades porque fueron maltratadas y
expulsadas.
Que un país tenga una
educación que respete las diversidades y que no trate de imponer la
heteronormatividad por la fuerza, que existan leyes (que se pongan en práctica)
que condenen a quienes agreden a las personas LGTBIQ, que todo el mundo tenga el
mismo derecho a formar y ver reconocida su familia, que de la diversidad y la
igualdad de derechos se haga bandera, que haya justicia para quienes padecieron
represión por su diversidad sexual o de género, que nadie tenga que renunciar a
su fe o a la comunidad de la que forma parte por ser LGTBIQ, que una persona
trans y su familia sean acompañadas de manera no invasiva pero sí empoderadora,
teniendo todos los recursos que necesitan a su alcance de manera ágil… Y
podríamos seguir y seguir enumerando las necesidades y las luchas de las
personas LGTBIQ (y de una sociedad -y pocas iglesias- que ha hecho suyas sus
reivindicaciones). Y al enumerarlas, no aparece ninguna de las amenazas que el
discurso cristiano fundamentalista ha generado para hacerse pasar por una
víctima, en vez reconocer y arrepentirse por su colaboración y promoción de la
LGTBIQfobia. Se puede seguir mintiendo, pero me parece ofensivo que se haga en
nombre de Dios, y que no haya más voces cristianas que hagan una denuncia
rotunda del burdo relato que se está intentando construir. Porque el evangelio,
Jesús mismo, llama a la verdad, y la verdad no tiene nada que ver con el relato
que pretenden imponer. La única forma de aproximarse a esa verdad, es sentarse
en la misma mesa con las personas LGTBIQ para dialogar e intentar comprender
sus demandas. Y después, mantenerse con el discurso del antievangelio del
poder, como tantas y tantas veces, o decidirse por el evangelio de la
liberación.
Carlos Osma
Notas:
[1]
Mt 8,32
[2]
Gn 9,18-28
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