Además del Dios “respuesta para todo”, hay otros dioses que han ocupado y ocupan el centro de nuestro mundo. Uno de ellos es el Dios heterosexual, aquel que bendice a sus adoradores, que les otorga dignidad, relevancia, normalidad, credibilidad, y sobre todo poder. Está tan arraigado en nuestro mundo como hace mil años lo estuvo el Dios “explicación de lo inexplicable”. Y al igual que aquel, nos envía a muchos y a muchas a los márgenes de la sociedad y de las iglesias. Su propuesta homofóbica de la realidad nos la encontramos antes de nacer, y vivimos imbuidos en ella incluso cuando todavía no tenemos uso de razón. Quizás sea por eso que nos parece tan normal, natural, divina incluso. Y nos cuesta imaginar un mundo alternativo donde ella no lo determine todo.
Marginar al Dios heterosexual
Además del Dios “respuesta para todo”, hay otros dioses que han ocupado y ocupan el centro de nuestro mundo. Uno de ellos es el Dios heterosexual, aquel que bendice a sus adoradores, que les otorga dignidad, relevancia, normalidad, credibilidad, y sobre todo poder. Está tan arraigado en nuestro mundo como hace mil años lo estuvo el Dios “explicación de lo inexplicable”. Y al igual que aquel, nos envía a muchos y a muchas a los márgenes de la sociedad y de las iglesias. Su propuesta homofóbica de la realidad nos la encontramos antes de nacer, y vivimos imbuidos en ella incluso cuando todavía no tenemos uso de razón. Quizás sea por eso que nos parece tan normal, natural, divina incluso. Y nos cuesta imaginar un mundo alternativo donde ella no lo determine todo.