Charlotte Goiar: "El prejuicio es humano, no es de Dios, Dios es amor". Una cristiana que hace unos meses se sometió a una operación de reasignación de sexo y ha querido compartir con nosotros su experiencia.


Hace casi un año y medio nos llegó un mensaje al correo de Protestants Inclusius informándonos de que una mujer gallega estaba en Barcelona para someterse a una operación de reasignación de sexo y pedía acompañamiento pastoral. Fue así como nos conocimos, la noche antes de la operación. Recuerdo entrar a la habitación del hospital en la que estabas sola, y encontrar a una mujer decidida que había recorrido un largo camino para llegar hasta allí. Después hubo muchas conversaciones y momentos de oración, e intuí en ti una mezcla de miedo y esperanza. ¿Cómo recuerdas tú aquellos días?

Aquel momento fue muy importante en mi vida. Necesitaba esa operación desde que había nacido. Pero estaba sola como dices, y sometida a mucha tensión tanto psicológica como física por parte de todos, no me confirmaron la fecha de la cirugía hasta apenas unos pocos días antes. Hicieron todo lo posible por agotarme hasta el último momento. Fueron unos días difíciles y a la vez vitales, no entraba a quirófano por capricho, sino por necesidad. Se trataba de cirugía mayor, sabía que personas habían muerto en los quirófanos de todo el mundo al someterse antes a este tipo de intervención tan compleja. Cuando afrontas algo así tú sola, estando completamente sola y devastada emocionalmente, simplemente te supera y te abandonas a algo superior a ti, porque ya no puedes más. Sólo tenía una amiga en Barcelona y vosotros que no os conocía. Lo dejé todo en manos de Dios.


Una de las cosas que más me sorprendió de nuestras conversaciones fue la larga y dura batalla legal que habías tenido que llevar para lograr que la sanidad pública se hiciese cargo de la operación de reasignación. ¿Puedes explicarnos brevemente aquella batalla legal?

El Servicio Gallego de Salud nunca quiso tratarme, a pesar de estar diagnosticada oficialmente desde los 16 años y de necesitar la cirugía desde entonces, siempre me negaron la cirugía que estaba indicada por los médicos. Después de muchos años de lucha administrativa vino la judicial, recurrieron todas las sentencias y demoraron su ejecución lo máximo que pudieron. Posiblemente si lo hubiesen demorado unos pocos meses más me habría suicidado. Hicieron todo lo posible por debilitarme y arruinar mi salud desde mi adolescencia hasta el mismo día que, 25 años después, entré en quirófano.

Descubrí también que la palabra transexual no te hacía sentir cómoda, utilizabas una expresión que no había oído nunca: el síndrome de Harry Benjamin. ¿Puedes explicarnos en qué consiste éste síndrome y porqué no te sientes identificada con la palabra transexual?

Nunca me sentí identificada con esas etiquetas sexuales ambiguas, básicamente por eso mismo, por su ambigüedad e indefinición. Hay un diagnóstico médico que se llama Transexualismo. Afecta a las personas. Usar “transexual” como identidad propia para mi es hacer una personificación de la enfermedad, y yo no soy ese diagnóstico. Mi identidad es mujer. Soy una mujer. Eso es lo que viene reflejado en mi DNI. Y la Organización Mundial de la Salud  (OMS) ahora lo denomina como “Incongruencia de Género” (CIE-11) y también es conocido como síndrome de Harry Benjamin.

Este síndrome es un trastorno del desarrollo sexual que ocurre en aproximadamente en 1/30.000 bebés con genotipo XY y 1/100.000 bebés con genotipo XX, según datos estadísticos de la OMS, en la cual la diferenciación sexual a niveles neurológico y anatómico no se corresponden. Así, una niña nacida con este trastorno, aparenta ser un niño físicamente al nacer, aunque su sexo cerebral es femenino. A la inversa, los niños varones nacidos con este trastorno presentan un desarrollo físico femenino, aunque neurológicamente permanecen siendo varones.

Como cualquier persona se puede imaginar, el trastorno reviste gravedad, y su tratamiento es uno de los más dramáticos de la historia de la medicina, que precisa de múltiples intervenciones médicas y quirúrgicas de por vida.

La operación duró 10 horas, y recuerdo que cuando acabó estabas exhausta, pero aún así querías seguir hablando. A mí me aterrorizan las operaciones, pensé que eras una persona muy valiente. ¿Qué te llevó a la cirugía de reasignación? No todas las personas que están en tú situación optan por la cirugía. ¿Porqué fue necesaria para ti?

La cirugía no es optativa y está indicada por un médico. Depende de un diagnóstico médico concreto y es la única opción terapéutica que existe. Los que no necesitan esta operación no es porque eligen no operarse, sino porque no comparten el mismo diagnóstico, o están mal diagnosticados, porque todos los casos de síndrome de Harry Benjamin revisten gravedad y requieren cirugía.

Me explicaste entre risas que al personal de atención al paciente de la clínica donde te operaron le sorprendió que pidieras acompañamiento pastoral antes de tu ingreso. Te defines como cristiana. ¿Cómo y desde cuándo te introdujiste en el cristianismo?

Sí, antes de la cirugía, había preguntado a la clínica si disponían de servicio de acompañamiento pastoral, como en todas las grandes clínicas europeas, y me habían respondido que no, de una manera que les sorprendió que les hubiese preguntado eso. Me estoy refiriendo a la Clínica Diagonal de Barcelona, que fue dónde me intervinieron y estuve hospitalizada por más de dos meses.

Todo comenzó tras la muerte de mi madre hace tres años, estaba tan afectada por todo, y encima sola y dejada de lado por todos, mientras afrontaba la crueldad e inhumanidad del Servicio Gallego de Salud, que llegó un momento en mi vida que no pude más. Entonces me di cuenta que yo sola no podía sobrevivir a esto, de que tenía que existir una fuerza superior a mi a la cual poder traspasarle esto.

Nunca me había imaginado y sigo sin entender qué culpa tengo yo de haber nacido con esta patología, y el odio que despierta en tantas personas. Me sentía tan vulnerable, aislada y empequeñecida ante la magnitud de lo que estaba afrontando, que me abandoné a algo superior a mi, a quien poder dejarle el control de mi vida. Llegó un momento en que era mi única salvación. Sino fuera por Dios ahora mismo ya estaría muerta.
                              
Mediante una amiga inglesa cristiana, poco a poco comencé a estudiar algunos textos cristianos. Fue así como poco a poco encontré alivio en Dios, como una forma de dejar el curso de todo en manos de una fuerza superior a mí, entonces comencé a leer la Biblia por primera vez poco después de cumplir los 40 años. Profundicé en el estudio de la vida de Jesucristo, Hijo de Dios, en quién siempre había creído ya desde la infancia. Fue así por causa de un momento de profunda desesperación, cuando ya todo parecía perdido y no podía más, que el cristianismo me irradió de una nueva vitalidad para seguir viviendo. Creo en la creación del Universo, creo que un diseño inteligente está por detrás.

Creo en Dios, pero mi concepto de Dios difiere por completo del tradicional, del bíblico, del contenido en las escrituras de los hombres; mi concepto de Dios es mucho más abstracto y elevado. Dios no puede ser contenido en forma material a través de ningún libro o religión humana, pues es la fuente intangible de toda creación.

Como cristiana metodista creo que necesitamos dirigirnos a Dios a través de su hijo, Jesucristo, de una forma más libre y natural, porque Dios habita dentro de lo más profundo de nuestro ser, y para dirigirnos a ese centro, no entiendo ni aplico ninguna regla o escrito humano, de origen mental ni material, porque esa no creo que sea la vía.

¿Has sentido comprensión por parte de la Iglesia? ¿Te has sentido bien tratada?

Por parte, tanto la Iglesia Cristiana Metodista como de Protestants Inclusius ambas de Barcelona, he sentido una comprensión absoluta, y una total sensibilidad y humanidad hacia mí y mi proceso médico, de una forma extraordinaria. No sólo me he sentido tratada con todo respeto y cariño, sino es que además todo el acompañamiento, los detalles, cualquier cosa que necesitase estabais allí. Cuando, por contraste, ni una sola persona de mi familia de sangre se interesó lo más mínimo por si había salido viva de la cirugía y su post-operatorio.

No existe ningún verso bíblico que condene a las personas que sufren de trastornos congénitos. Todo lo contrario, cuando los que se creían justos preguntaron a Jesucristo, el Hijo de Dios: “¿cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte?”. El les respondió: “De cierto os digo que cuando lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 39-40).

El problema no está en el cristianismo en sí mismo, sino en las personas y la interpretación tergiversada que hacen de las escrituras bíblicas y cómo lo llevan a la práctica. El prejuicio es humano, no es de Dios. Dios es Amor, no tiene prejuicios contra nadie. Es totalmente contradictorio a su propia naturaleza y a la propia esencia del cristianismo. El cristianismo no condena a nadie, lo hacen los hombres en su nombre, lo cual es un error del hombre, no del cristianismo.

Una cosa que observé durante aquellos días de postoperatorio es que no vives una fe teórica, sino una que está profundamente relacionada con tu experiencia. ¿Ha cambiado algo en tu forma de entender la fe cristiana desde entonces?

El pecado y la maldad del hombre son horripilantes, su fealdad se contrapone de una manera diametralmente opuesta a la belleza y la bondad natural de la gloria de Dios. Somos hermosos y hermosas porque estamos conectados a Dios. Toda la armonía de su creación se traslada a la experiencia estética cotidiana que nos rodea, a través de actos bellos y nobles, cuya bondad se siente y se transmite de unos a otros, y es aquí dónde yo he podido experimentar la presencia divina.

Las muestras de afecto y amor incondicional de tantas personas, las experiencias positivas que me sucedían... Todo esto es de Dios. Todo lo demás es ajeno a él. Siempre percibí a Dios a través de la experiencia directa y genuina de la vida. Eso no ha cambiado, sigo percibiendo a Dios y entendiendo la fe cristiana del mismo modo, a través de las experiencias de la vida misma.

Aún así, sigues manteniendo una relación “cotidiana” con Dios. ¿Cómo es esa relación?

Es una relación espontánea y natural. No me arrodillo a orar ni esas cosas. Simplemente vivo en una relación continuada con Él, en todo momento sé que Él está ahí presente, no hacen falta las palabras ni los textos, sólo los sentimientos. Pero está bien orar, y sobre todo hacerlo en grupo, como cuando lo hicimos en la clínica tantas veces mientras estuve ingresada, es una experiencia única que hasta que no la vives no sabes lo que te revitaliza y la paz interior que te produce. La oración es una forma más de dirigirse a Dios, y creo que debe ser lo más espontánea posible.

Para terminar, y pensando en las familias cristianas o no cristianas, con hijos o hijas que están pasando por una experiencia similar a la que tú has pasado. ¿Qué te gustaría decirles? ¿Cuál crees que es la mejor manera de ayudar y acompañar a esos niños?

“Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mateo 19:14). Pienso que es muy importante que estos padres y madres de estos niños no pierdan la fe debido a los errores humanos de los demás, pues de los niños es el Reino de los Cielos, y es precisamente en esta situación tan dramática por la que estos niños están pasando, que es justamente cuando más necesario y vital resulta mantener la fe, tanto para los padres, como para sus propios hijos e hijas.


Muchas gracias Charlotte

Que Dios os bendiga Carlos



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