Si dos hombres tienen relaciones sexuales.... deben morir.


Hace unos días la Universidad de Sheffield expulsó a uno de sus alumnos por hacer un comentario en Facebook oponiéndose al matrimonio entre personas del mismo sexo. Felix Ngole, que así se llama el alumno, justificó su posicionamiento homófobo apelando a la Biblia, concretamente a un texto del libro del Levítico. A partir de ese momento muchas entidades cristianas han salido en tromba para defenderle y denunciar la supuesta persecución que sufren los cristianos por parte de los colectivos LGTBI que no respetan la libertad de expresión. Ngole ha ido un poco más allá y ha advertido que “los estudiantes en las universidades inglesas están siendo censurados en sus opiniones y creencias”.

Personalmente no estoy muy seguro de que una persona que apela a un libro como el Levítico, escrito hace miles de años, para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo, tenga las cualidades reflexivas y críticas que se esperan de alguien que está realizando unos estudios universitarios. La propia universidad decía sentirse consternada por el nivel de intransigencia que Ngole había demostrado en sus comentarios de Facebook, y dudaba de que pudiese desarrollar su futura labor como trabajador social de la manera más adecuada.

Parece ser que Felix Ngole utilizó el texto: “Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación[1]. Un versículo que evidentemente no está hablando del matrimonio entre personas del mismo sexo, y que es utilizado por los fundamentalistas para oponerse a cualquier derecho de las personas LGTBI. Lo que parece que Ngole olvidó decir es que ese texto no sólo dice que dos hombres que se acuestan juntos cometen abominación, sino que además especifica cuál debe ser su castigo: “morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos”. Así que si este versículo, como parece opinar Ngole, es válido para justificar que dos personas del mismo sexo no pueden casarse, también lo sería para argumentar que se las debería asesinar.

Es difícil entender que cristianismo profesan personas que creen en un Dios que al menos en un momento de la historia opinaba que los homosexuales debían morir sin remedio y que su sangre debía caer sobre ellos. Ngole, que vive exiliando en Inglaterra desde 2003, procede de Camerún, un país centroafricano donde la homosexualidad está penada con cinco años de cárcel. Hace dos años varios medios de comunicación occidentales se hicieron eco de la muerte en aquel país de Roger Mdebe, que había sido condenado a tres años de prisión por “tentativa a la homosexualidad”, delito que consistía en haber enviado un mensaje a un amigo declarándole su amor.

La bogada Alice Nkom conocida en Camerún por su lucha a favor de la despenalización de la homosexualidad explica que “la homofobia es una cuestión de ignorancia, el Estado y las iglesias se aprovechan de ello y difunden mensajes homófobos por todos sus medios. En Camerún, las iglesias son propietarias de numerosas radios que extienden sentimientos homófobos”. En el caso de Roger Mdebe su propia familia interpretó su muerte como una liberación divina.

Cuando las entidades fundamentalistas levantan su voz para denunciar que un joven camerunés no tiene derecho a la libertad de expresión en Europa, se olvidan de los jóvenes cameruneses LGTBI que no tienen derecho a expresar sus sentimientos y su identidad. Su amnesia les impide denunciar las políticas de incitación al odio de las iglesias cristianas en varios países africanos que conducen a la muerte de muchas personas. Pero no hace falta irse tan lejos, cuando las iglesias evangélicas en Europa o América dicen sentirse discriminadas por no poder expresar sus opiniones homófobas, se les olvida los miles de cristianos LGTBI que expulsan de sus iglesias cuando se atreven a decir quiénes son o a quien aman.

Parapetarse en la libertad de expresión para ejercer la homofobia, o en las convicciones religiosas para promover la discriminación y el odio, es una falacia. La tolerancia tiene un límite bien claro, el de la intolerancia. Nadie entendería que entidades cristianas defendiesen la libertad de expresión de un estudiante que apelase a una tradición ancestral para condenar por ejemplo el placer sexual en la mujer, y que omitiese que esa misma tradición propone mutilar genitalmente a las niñas. Entonces, ¿por qué lo hace cuando un estudiante apela a la Biblia, el texto central del cristianismo, para defender posiciones homófobas? Que la homofobia se defienda ella sola, y no manche los pilares en los que se fundamenta nuestra fe para ensuciarlos con su odio. Tal como ha hecho la Universidad de Sheffield, las iglesias cristianas deberían expulsar de sus comunidades toda muestra de odio e intolerancia que se justifiquen insultando el nombre del Dios de amor en el que creemos. El Dios cristiano jamás se ha opuesto al amor entre dos personas; y por descontado no es, y nunca ha sido, un asesino.

Los valores de tolerancia y respeto a la diversidad deben ser protegidos en nuestras sociedades, y se debería exigir a quienes vienen a vivir con nosotros que los respeten. Además no se deberían financiar con el dinero público ninguna institución cristiana o no cristiana que promueva y defienda comportamientos homófobos. Sorprende como a veces se permite que una entidad evangélica amenace con expulsar a una iglesia por tener planteamientos inclusivos, o que demos por hecho que un obispo católico pueda hacer comentarios insultantes e indignos sobre personas LGTBI. Si hay iglesias que optan por esa vía y no promueven el bien común, que se paguen ellas mismas sus centros de culto, sus revistas, sus colegios, sus ONGs internacionales que predican el odio y la muerte. Con el dinero de todas y todos no deberíamos pagar la intransigencia de unos extremistas.

Y para terminar le diría a Félix Ngole que sí, que aquí se censuran ciertas opiniones y creencias, que no todo vale. Que si él viene de uno de los países donde más personas LGTBI son encarceladas cada año por ser y amar de una manera que él no entiende; en el nuestro se reprueba a quienes intentan defender posiciones que incitan al odio y a la discriminación. Aquí todo el mundo tiene el mismo derecho a casarse o no casarse. Aquí censuramos la discriminación, es lo que tiene una sociedad que pretende defender las libertades individuales. Y aquí también, aunque menos de lo que se debería, defendemos y admiramos la labor por la justicia que realizan muchos de sus compatriotas que no tiran la toalla y trabajan todos los días por un Camerún donde todas y todos puedan ser libres para amar, ser y sentir libremente... aunque tristemente tengan que pagarlo con la discriminación, la cárcel o incluso la muerte.


Carlos Osma




[1] Lv 20,13

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