¿Se puede ser cristiano y fundamentalista?


Para responder a esta pregunta tendríamos que situarnos en un entorno determinado, y si ese entorno son las iglesias evangélicas en España, yo diría que ser fundamentalista es la única forma posible de ser cristiana y cristiano. O al menos esa es la posición oficial, la que se impone, la que dice por donde ir y por donde no ir, la que decide quien puede seguir y quien debe marcharse; la que bendice las iglesias, teologías, pensamientos o iniciativas con el tan anhelado sello de garantía evangélico.


Es cierto que todavía existen reductos evangélicos no fundamentalistas, oasis en medio de un desierto de papel y cartón por donde hace tiempo que no corre el agua que trae vida. Pero estos milagrosos oasis tienen suficiente con seguir tirando, con intentar no ser abrasados con el fuego ardiente del fundamentalismo. Allí están ellos, como Don Quijotes luchando contra molinos de viento, engañándose pensando que el mayor problema que tiene el mensaje evangélico en nuestro país es el laicismo,  la falta de inversiones, el poco apoyo institucional, la falta de relevo generacional, etc, etc, etc... Cuando la realidad es otra muy diferente: la amenaza más grande que en este país tienen las iglesias protestantes, las comunidades evangélicas, es ni más ni menos que el fundamentalismo.

Cuando yo me pregunto si se puede ser cristiano y fundamentalista no me refiero a lo institucional, a la realidad que nos envuelve, sino a si ser fundamentalista tiene algo que ver con el mensaje de Jesús, con lo fundamental del evangelio. ¿Es el fundamentalismo cristianismo, o es otra cosa que ha conseguido manipularlo para defender planteamientos que nada tienen que ver con los del evangelio?

Si utilizamos la máxima de por sus frutos los conoceréis, creo que la respuesta está muy clara. El fundamentalismo no es cristianismo, de hecho nada tiene que ver con él. Y para eso no tenemos más que escuchar a miles de personas que han tenido que salir por piernas de las iglesias evangélicas por no asentir con los ojos y la mente cerradas a lo que se les quería imponer como verdad absoluta. El fundamentalismo defiende la “verdad” y el cristianismo trae salvación a la vida de los seres humanos, y estas dos cosas siempre han sido muy diferentes e incluso antagónicas. Cuando se defiende la “verdad”, es siempre para oprimir a alguien, al diferente, al que no piensa, siente, o actúa como la mayoría. El fundamentalismo no predica el evangelio, sino una ideología neoconservadora que podría estar defendiendo con otra religión o incluso sin religión alguna. Los fundamentalistas evangélicos se llevan muy bien con cualquier otro grupo que defienda el pensamiento único, el comportamiento gregario y el mundo en dos colores. Véase cuales son sus preferencias políticas en cualquier país.

Cuando salimos de España y vemos como actúa el cristianismo fundamentalista en otros países vemos hasta donde puede llegar si le dejan, en Uganda son ellos los que apoyan las leyes homófobas conocidas como “la caza al gay” que han sembrado el terror y la muerte en la comunidad lgtb de esté país. ¿Alguien duda de que pasaría si los fundamentalistas evangélicos en España tuviesen la misma capacidad de influencia? ¿Podríamos las personas lgtb casarnos?¿Estarían nuestras hijas e hijos protegidos? ¿Podríamos decir sin temor yo soy de esta manera o de aquella otra? A nadie se le escapa que la forma de actuar de los ahora inofensivos fundamentalistas evangélicos sería otra muy diferente: la de las terapias reparativas y la de la estigmatización. Para ver que esto es así... visite este domingo cualquier iglesia evangélica de su ciudad, y si tiene ojo para la diversidad, lo verá bien claro.  

Pero no sólo en el tema de la diversidad sexual, en cualquier otro. El cristianismo fundamentalista “caza” todo lo que le molesta. Lo aísla, lo ataca y lo devora; es un depredador nato, ha nacido para imponerse, y para aniquilar lo que no se somete a su manera de ver el mundo. Puede leer, citar, gritar todos los versículos que quiera, no importa.... utiliza la Biblia para defender lo indefendible: que el evangelio puede excluir a gente. Su mentira más grande es hacer creer a todo el mundo que defienden la palabra de Dios, esa palabra que desconocen... el fundamentalismo hace años que se alejó del estudio serio de la Biblia porque no le interesaba lo que escuchaba. Repiten versículos como cotorros, y su teología gira y gira entorno a si misma sin tener contacto con la realidad, ni con otras disciplinas humanas... El fundamentalismo grita insistentemente que ellos sólo defienden la verdad que encuentran en la Biblia, pero miente: sólo defiende su manera de ver el mundo y utiliza una lectura infantil y llena de ignorancias para conseguirlo. Pregunte a unos cuantos fundamentalistas si creen que a Jonás se lo tragó un pez, si Jesús transformó el agua en vino o si Pablo se cayó de su caballo y tuvo una visión divina. Y la respuesta de la inmensa mayoría de estos fundamentalistas, por no decir todos, será un rotundo sí. Esa es su manera seria, inteligente y coherente de interpretar la Biblia. Y son esos, los que creen que una serpiente habló con Adán y Eva, los que dicen que defienden la verdad que encuentran en la Biblia.

El fundamentalismo no es cristianismo, y lo está intentando destruir, y con él a miles de personas. El fundamentalismo es ante todo ignorancia, miedo a la realidad cambiante y no siempre fácil de entender. El fundamentalismo es una ideología de poder que quiere imponer sus planteamientos por encima del ser humano. No es cristianismo, o al menos el cristianismo que se desprende del evangelio. Y como cualquier otro poder que intenta engañar al ser humano debe ser denunciado sin miedo por las iglesias y los cristianos y cristianas.

El fundamentalismo es diabólico, intenta engañar y destruir a los seres humanos, reduciéndolos a simples adoradores del Dios “verdad absoluta”, que es un falso ídolo del verdadero Dios desconocido que se ha revelado en Jesucristo como un Dios de amor y reconciliación para todas y todos. Y es con ese fundamentalismo con el que tenemos que vérnoslas hoy en día los cristianos evangélicos. Es ese nuestro principal problema interno; No nos confundamos, el fundamentalismo ha venido para destruir el evangelio, no para predicarlo.



Carlos Osma



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