Es cierto que todavía existen reductos evangélicos no fundamentalistas, oasis en medio de un desierto de papel y cartón por donde hace tiempo que no corre el agua que trae vida. Pero estos milagrosos oasis tienen suficiente con seguir tirando, con intentar no ser abrasados con el fuego ardiente del fundamentalismo. Allí están ellos, como Don Quijotes luchando contra molinos de viento, engañándose pensando que el mayor problema que tiene el mensaje evangélico en nuestro país es el laicismo, la falta de inversiones, el poco apoyo institucional, la falta de relevo generacional, etc, etc, etc... Cuando la realidad es otra muy diferente: la amenaza más grande que en este país tienen las iglesias protestantes, las comunidades evangélicas, es ni más ni menos que el fundamentalismo.
¿Se puede ser cristiano y fundamentalista?
Es cierto que todavía existen reductos evangélicos no fundamentalistas, oasis en medio de un desierto de papel y cartón por donde hace tiempo que no corre el agua que trae vida. Pero estos milagrosos oasis tienen suficiente con seguir tirando, con intentar no ser abrasados con el fuego ardiente del fundamentalismo. Allí están ellos, como Don Quijotes luchando contra molinos de viento, engañándose pensando que el mayor problema que tiene el mensaje evangélico en nuestro país es el laicismo, la falta de inversiones, el poco apoyo institucional, la falta de relevo generacional, etc, etc, etc... Cuando la realidad es otra muy diferente: la amenaza más grande que en este país tienen las iglesias protestantes, las comunidades evangélicas, es ni más ni menos que el fundamentalismo.