Lesbianas y gays: portador@s de salvación
“Al
sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a un joven enamorado de otro varón que se llamaba José, de la
casa de David; y el nombre del joven era Mario. Y entrando el ángel en donde él
estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecido! El Señor es contigo; bendito tú entre los
hombres. Más el, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué
salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: Mario, no temas, porque has
hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a
luz a un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado
Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Entonces
Mario dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues soy un varón. Respondiendo el ángel,
le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con sus sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo
de Dios. Y he aquí, tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su
vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada
hay imposible para Dios. Entonces Mario dijo: He aquí el siervo del Señor;
hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia[i]”.
Seres humanos de toda condición
anhelan de una u otra forma la salvación, pero ésta nunca nace donde cabría
esperar. La salvación es libre intervención divina que supera lo establecido y
se encarna en lo real, haciendo saltar por los aires las estructuras que hemos
creado para contenerla. Hay salvaciones respetables, probables, bien vistas…
que nacen y mueren dentro de los espacios sagrados
que hemos creado para contenerla y controlarla. Pero la salvación divina es de
otro tipo, porque emana de la libertad de Dios y de su predilección por los
oprimidos.
No hay salvación para quienes
quieren seguir oprimiendo, para quienes se perciben como la voluntad misma de
Dios, o para aquellos que están satisfechos con el lugar que ocupan. No importa
que la prediquen los domingos, lo suyo no es salvación sino una propuesta
puritana más de ver el mundo. El deseo de salvación sólo puede dar a luz en
personas que son conscientes de sus carencias, del rechazo, la humillación, la
ignorancia o el abandono que padecen. Sólo quien se sabe oprimido y se atreve a
decirle a Dios que su propuesta de salvación es imposible, puede traer al Mesías
a la vida. Sólo
quien acepta lo imposible, quien sabe ser sierva y no señor, puede ofrecerse
para que la salvación se haga carne en medio del mundo.
La navidad no es siempre un
anuncio de alegría y esperanza para el ser humano, muchas estructuras opresivas
intentan manipularla para salir reforzadas y legitimadas. Una de esas estructuras
es el heterocentrismo que afirma que la heterosexualidad es el único lugar
donde la salvación puede hacerse presente en el mundo. Y no como un hecho accidental, sino necesario. Sólo la
heterosexualidad salva, aunque esté reprimida, espiritualizada y sea no
consumada. Sólo la heterosexualidad nos legitima para entender, recibir y
transmitir el mensaje de justicia y amor de Dios. La heterosexualidad es la
única puerta a la que Dios
puede tocar, la única oveja por la que abandonaría las otras noventa y nueve, la
única tierra en la que puede crecer la semilla del evangelio, el único lugar
donde puede nacer el Salvador.
Pero Dios no se deja manipular
por quienes quieren ser la salvación, y por eso la hace nacer de personas que
no la merecen. Los
hombres que amamos a otros hombres, las mujeres para las que la sexualidad y la
procreación no tienen nada que ver, somos indignos, y necesitamos ser salvados.
Necesitamos ser liberados de nuestros miedos, angustias, del egoísmo y el
temor. Necesitamos vivir dignamente, sin enfermedad, pobreza y miseria.
Necesitamos lo que cualquier otro ser humano necesita. Y además, a veces,
necesitamos la fuerza para poder amar libremente y en voz alta. La valentía
para acariciar, abrazar o coger de la mano a la persona que queremos a plena
luz del día o en medio de la comunidad de la que formamos parte. Somos seres
humanos con muchas carencias e imperfecciones, y por ello, como el resto… o
quizás un poco más; esperamos y anhelamos la salvación divina.
En ocasiones nos sentimos
indignos y lejos de quienes dicen ser merecedores de la elección de Dios. Pero el
anuncio de la navidad por parte del ángel de Dios, nos recuerda que los
escogidos para ser portadores de la salvación no fueron sacerdotes, ni siquiera
profetas, sino dos personas indignas con las que nadie contaba más que Dios.
Las personas lgtb, como ellas, podemos ser lugar de revelación si nos atrevemos
a decir sí a su llamado, y si reconocemos que sólo con su Espíritu podremos
lograrlo. Que se haga su voluntad en nuestra vida para ser herramientas útiles
en sus manos. Herramientas que traigan salud y vida en abundancia a nuestro
alrededor.
Vivimos en un mundo que
necesita a Dios, que necesita esperanza, dignidad y justicia. Las personas lgtb
sin engañarnos a nosotros y a los demás, podemos ser lugar desde donde se
anuncia y se hace presente la
salvación. Y lo podemos ser sin silenciar quienes somos, como
amamos y como sentimos, porque nuestra experiencia de opresión, que sin duda
hemos vivido, es lugar privilegiado desde el que Dios puede actuar. Somos
portadoras y portadores de vida, de alegría y esperanza. Portadores de un amor
que ha sido probado por el fuego, y gracias a la acción de Dios, ha salido
victorioso. Pongámoslo al servicio de los demás, podemos hacerlo. Con humildad,
pero con determinación. No rechacemos la elección divina.
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