Celebramos estos días el Orgullo LGTBIQ+, el Pride. Celebramos que no nos sometemos a un sistema que lo impregna todo, y que nos quiere sometidos a la norma, sufriendo, calladas. Celebramos nuestras cicatrices -algunas tenemos, no vamos a mentir- que son el impacto del odio que hemos sufrido, pero también los signos -la constatación- de que queremos vivir y ser felices. Celebramos que este mundo no nos gusta, pero que estamos dispuestas a poner nuestro granito de arena para transformarlo, para hacerlo más habitable y más acogedor para todas.
Celebramos para que otras puedan ver que somos muches, que se puede, que la ocultación y las tinieblas no tienen por qué ser nuestro hogar. Que hay vida más allá de la tumba en la que nos quieren encerrar a todas. Pero celebramos también para que todes les que han decidido esperar a salir -porque no están preparadas, porque sus circunstancias no se lo permite, porque su vida corre peligro- puedan hacerlo algún día. Celebramos para que nadie sea obligada a esconderse, menospreciada por hacerlo, e insultada y maltratada cuando sale. Celebramos para que la luz y la sombra sea una opción, no una obligación.
Las personas queer cristianes también celebramos en el Orgullo LGTBIQ+, en el Pride, que el cristianismo va más allá -como casi siempre ha hecho- de las instituciones, organizaciones, teologías... queerfóbicas que se han asignado la representación del evangelio. Celebramos las comunidades en las que unes nos apoyamos en las otras, y donde el amor no entiende de etiquetas, pero tampoco quiere borrarlas, ni menosprecia las que cada una decide utilizar para comprenderse y relacionarse con las demás. Celebramos que hoy hay más comunidades inclusivas de las que nunca ha habido, pero sin duda, muchas menos de las que habrá mañana. Celebramos, para invitar a otras cristianas a sumarse al camino de la justicia y el evangelio. Celebramos porque somos seguidores de Jesús, y él está en cada celebración por la justicia.
Como cristianas celebramos ser discípules de Jesús, y que no hay que dejar su seguimiento para vivir plenamente, para sentirnos vivas. Lo que es urgente es salir de los espacios, de las relaciones tóxicas, de las vidas de cartón piedra que nos lo impiden. Celebramos ser amadas por Jesús, aquel que reveló a un dios padre/madre lleno de amor. Aquel que vino a decirnos un día que su amor queer puede atravesar el muro de odio en el que lo habían encerrado los guardianes del orden, de la religiosidad, de la Biblia, para aproximarse a nosotras, y pedirnos que dejáramos descansar nuestra cabeza sobre su pecho. Que estuviéramos tranquiles, que estaba de nuestro lado.
Celebramos por eso, estos días del Orgullo LGTBIQ+, para decir a aquellas cristianes queer que han escuchado durante tanto tiempo, y desde tantos lugares, que dios no las quiere queer -sino sometides a la norma- que son discípules a las que Jesús ∀ma.
Y tú, ¿qué celebras como discípulo ∀mado por Jesús
en estos días del Orgullo LGTBIQ+?
Carlos Osma
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