Cruz, sangre y orina

 


Hace ahora diez años cuatro jóvenes de un grupo fundamentalista cristiano entraron con martillos en la Colección Lambert de Aviñón, agredieron a personal del museo, y destrozaron una obra del artista neoyorkino de ascendencia hondureña y afrocubana Andrés Serrano. Se trataba de una fotografía que había realizado en 1987 titulada Piss Christ, en la que Serrano mostraba un crucifijo dentro de un recipiente que contenía su propia orina.  

No voy a justificar ningún tipo de violencia, pero cuando encontré hace unos días esta noticia mientras buscaba información para un trabajo de arte cristiano contemporáneo, lo primero que pensé es que la provocación por sí misma no hace más que cohesionar a los grupos que se sienten insultados, y dar cierta notoriedad al artista. Sin embargo, después leí una entrevista que Serrano había realizado para El País[1] donde se definía a sí mismo como cristiano, como un artista cristiano, y me pregunté si detrás de su obra provocadora había algo más, si podía ser leída desde un punto de vista cristiano. Mi profesor de arte contemporáneo lleva meses proponiéndonos que leamos las obras por lo que nos transmiten, así que decidí mirar la fotografía de Serrano con mis propios ojos.

Entre en la página web del artista[2] para ver sus obras y, además de Piss Christ había otras fotografías, entre ellas Blood Cross (1985), que nunca había sufrido un ataque o una crítica como la de Piss Christ, y en un primer momento me sentí más identificado con ella. Era una cruz sin Cristo, bañada en sangre, y a su alrededor una luz que parecía anunciar que pronto el cielo tenebroso desaparecería. En la esperanza es en lo primero que pensé. Pero al poco tiempo de observarla algunos elementos los percibía de una forma distinta, la cruz  ya no me parecía real, como aquellas en la que los romanos crucificaban a los disidentes, más bien era como la cruz de madera que algunos hemos llevado colgada en el cuello, una cruz que me aproximaba más a mi tradición y experiencia religiosa que aquella donde murió Jesús. En aquel momento el baño de sangre tomó otro cariz, ya no vi a todas las personas que han sufrido o sufren por causa de su fe, sino el dolor, sufrimiento y violencia que envuelve a menudo la fe cristiana y a quienes la profesamos. El baño de sangre, era ese otro baño con el que se exalta el sufrimiento y la resignación como si fueran elementos constitutivos de la fe.

Gracias a dios no hay grupos cristianos fundamentalistas o progresistas que entren a los lugares donde se exponen cruces sangrientas, pero la falta de provocación de una cruz de este tipo, dice mucho de hasta donde hemos identificado dolor y cristianismo. Una cruz chorreando sangre es la experiencia de muchas personas LGTBIQ que pensábamos que teníamos que aceptar el sufrimiento que dios había reservado para nosotras. Haber aceptado vivir reprimiendo nuestra identidad por amor a dios, con el dolor que eso nos producía, dice mucho de cómo percibíamos la cruz, a Jesús, y el amor de dios. Y también nos pone en guardia para saber como lo siguen percibiendo los cristianos que nos rechazan en nombre de dios. No sé qué es más dramático, la homofobia que intentan disimular recordándonos que nos aman, o el dios sádico que nos muestran con ese amor. En la cruz sangrienta de Andrés Serrano no estaba Jesús, en la que nos proponen nuestros sangrientos hermanos, tampoco.

En mi familia los Cristos crucificados nos producen rechazo, desde niño se me decía que eso era un pecado de nuestros hermanos católicos que tenían obsesión por las imágenes. Y aunque todo eso ha quedado ya atrás, tengo que reconocer que un Cristo crucificado me estorba más que me ayuda para entender un mensaje cristiano. Así que la orina del autor no era el único elemento que me producía rechazo al mirar de nuevo Piss Christ. Los colores y la luz de la fotografía me parecían más propias de un club de carretera, que de la obra de un artista que se reconoce cristiano. Me parecía una propuesta vulgar y de mal gusto. Sin embargo escuchaba en mi cabeza la voz de mi profesor que me decía que intentará ver la imagen desde otra perspectiva, teniendo en cuenta que la obra de Andrés Serrano no era una provocación gratuita.

Dice Serrano con razón, en la entrevista de El País, que del cuerpo de Jesús en la cruz no salió únicamente sangre, que también hubo lágrimas u orina. ¿Por qué no me molesta más una cruz bañada en sangre que en un recipiente lleno de orina? El primer input positivo que recibí de la fotografía es el hecho de que el crucifijo estuviera sumergido, puesto en otro medio, solo, como en silencio. El cambio de medio me permitió reflexionar sobre el proceso que hemos vivido muchos de nosotros alejándonos del lugar en el que nacimos, alejándonos de nuestros respetables Gólgotas, para quedarnos como flotando solos en un ambiente que es percibido por muchos como repugnante. Pero reflexionando un poco más, recordé que la orina tiene como función principal eliminar de nuestro cuerpo sustancias tóxicas. Y en ese momento sí que vi en la fotografía de Andrés Serrano una propuesta evangélica, y casi más beneficiosa que la de la cruz bañada de sangre, y es aquella que la relaciona con la necesidad de eliminar todo aquello que es tóxico para nosotros y para los que tenemos al lado, aquello que nos limita, que nos hace daño, aquello que quiere destruirnos. Necesitamos ser conscientes de la necesidad de una purificación constante, incluso el agua que nos permite vivir, produce toxinas que hemos de eliminar con nuestra orina, cuanto más el veneno de la LGTBIQfóbia.

Por último, satisfecho por haber leído de una forma creativa la fotografía, recordé que el padre de un amigo nos contó una vez que cuando él era pequeño vivía en un lugar donde hacía mucho frío y se le escamaban las manos, como  no tenía acceso a cremas, hacía algo que he recordado al mirar Piss Chirst: mearse las manos. La orina tiene urea, y eso le servía para regenerar la piel de sus manos. Al igual que la piel de tantas personas, nuestra fe cristiana que simboliza la cruz, necesita ser regenerada, humanizada más bien. Sobre todo la de aquellos que estamos a la intemperie, aquellos que hemos sido adoctrinados en una fe que nos escamaba la piel y el corazón. Así que meterla en un frasco de orina, no le vendría del todo mal, tiene muchos más beneficios que seguir rociándola con la sangre del sufrimiento.

 

Carlos Osma

Fotografias de Andrés Serrano

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Notas:

[1] https://elpais.com/cultura/2011/04/20/actualidad/1303250403_850215.html

[2] http://andresserrano.org/ 


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