Nunca unas palabras cargadas de homofobia han sido tan aplaudidas por muchos colectivos LGTBIQ como las que el papa Francisco ha pronunciado para el documental Francesco: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello”. Con todos mis respetos le respondería que ningún papa debería ser tan miserable como para creer que puede decidir quién tiene derecho a estar en familia y quién no, o quién es hijo o hija de Dios. Para lo primero tenemos unas leyes que nos protegen gracias al trabajo de muchas personas, y pese a la oposición atroz de la mayoría de iglesias, y para lo segundo tenemos la fe en Jesús, porque “a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hecho hijos de Dios” (Jn 1,12).
Es posible que algunos
crean que como estrategia es mejor tener a las iglesias como enemigas, porque
tener enemigos comunes compartidos nos une como colectivo y pone a una gran
parte de la población a nuestro favor. Pero es una forma bastante infantil de
entender el trabajo de los colectivos y las personas LGTBIQ, ya que lo que
queremos no son enemigos que nos unan, sino transformar la sociedad para que
sea más justa. Que las palabras de Bergoglio nos parecen poco, que nos huelen
mal por el tono de humillación que percibimos tras ellas, pues sí. Pero que la Iglesia Católica ha dado un paso importante hacia la justicia, hacia el evangelio, pues también. Y
ahora que se han movido, pues hay que aprovechar la inercia para seguir
empujando y convencerlos de que su lugar es ser nuestros aliados. Que se den
cuenta de que cuantas más personas y familias LGTBIQ sean felices, más está
irrumpiendo el Reino de Dios en el mundo.
Ante
las declaraciones de Bergoglio, o también ante la determinación que muestran
otras iglesias cristianas por la inclusión, los cristianos LGTBIQ y todas
aquellas personas que están trabajando por construir unas iglesias más evangélicas,
deberíamos felicitarnos, celebrarlo, hacer una reunión de acción de gracias. Si
no sabemos percibir cuando hemos conseguido una victoria para todas y todos, tenemos
un problema. Y desde aquí quiero felicitar a todas las personas que día a día trabajan
dentro de las comunidades católicas, y también dentro de sus instituciones; las palabras del papa Francisco nunca hubieran existido sin su trabajo. Me
vienen ahora a la mente muchos hermanos y hermanas católicos a los que aprecio,
que han puesto su grano de arena en algún momento de su vida para mostrar el
amor de Jesús hacia las personas LGTBIQ dentro de la Iglesia Católica, en los límites
de ella, o incluso más allá. También quiero felicitar a aquellos otros que han
tenido que escapar de esa institución religiosa por dignidad, y que han
denunciado la hipocresía de una Iglesia que habla del amor de Dios, pero es incapaz
de reconocerlo cuando ese mismo amor une a dos personas del mismo sexo. A cada
una y cada uno de ellos, mil gracias, su trabajo y/o su denuncia no ha sido en vano.
Y a las
instituciones católicas, a lo que llaman sus jerarquías, pues que van a tener
que demostrar que las palabras de su dirigente van en serio. Que tienen la
oportunidad de dejar atrás su pasado y su presente de LGTBIQfobia, porque lo único
que tenemos por ahora son unas palabras en un documental. Y que para eso deben
plasmarlas en la vida de muchos seres humanos, o en su apoyo a las leyes por los
derechos de las personas LGTBIQ en países donde tienen influencia. Celebramos
de verdad el paso que han dado, aunque tenga una carga tan enorme de
LGTBIQfobia, pero con ese paso no tenemos suficiente. Que la aceptación, la
bendición y el reconocimiento de las personas y las familias LGTBIQ deben darse
también dentro de su iglesia.
Y para acabar,
pues enviar también un mensaje al fundamentalismo evangélico. ¿Quién nos iba a
decir que una iglesia tan grande y con tantas dificultades para avanzar como la
Iglesia Católica, iba a tener más sensibilidad evangélica que vosotros? Si realmente no os resulta incómoda la posición que estáis tomando respecto a las
personas y familias LGTBIQ, es que probablemente lo del título “evangélico”
sea una broma. Si no abrís espacios para la reflexión, si no sois capaces de dialogar
y escuchar a las personas LGTBIQ que forman o han formado parte de vuestras
comunidades, es que quizás os produce más seguridad la homofobia que el
evangelio.
Carlos
Osma
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