Francisco: ¿un papa rainbow?



Nunca unas palabras cargadas de homofobia han sido tan aplaudidas por muchos colectivos LGTBIQ como las que el papa Francisco ha pronunciado para el documental Francesco: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello”. Con todos mis respetos le respondería que ningún papa debería ser tan miserable como para creer que puede decidir quién tiene derecho a estar en familia y quién no, o quién es hijo o hija de Dios. Para lo primero tenemos unas leyes que nos protegen gracias al trabajo de muchas personas, y pese a la oposición atroz de la mayoría de iglesias, y para lo segundo tenemos la fe en Jesús, porque “a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hecho hijos de Dios” (Jn 1,12).

Pero tras mi primer arrebato de dignidad, y aunque no las voy a aplaudir, hay que reconocer el enorme valor que tienen las palabras de Bergoglio para la vida de millones y millones de personas que forman parte de la Iglesia Católica en todo el mundo. Sí, en todo el mundo, también ese donde no llegan nuestras leyes de defensa de los derechos de las personas LGTBIQ. Quien no lo quiera ver, pienso que está pensando con el estómago en vez de con la cabeza. Lo que el papa Francisco acaba de decir, tiene un impacto en la vida de muchas personas (o lo puede tener si dentro de unos días o semanas donde dijo digo no dice Diego). Su influencia sobre el comportamiento de muchos seres humanos es enorme, y eso hay que ponerlo en valor. Pero también tiene influencia para personas que no son cristianas, porque en este momento el lobby homófobo cristiano ejerce mucha presión sobre gobiernos que podrían aprobar leyes que protegiesen a las familias LGTBIQ en muchos países del mundo, sean estas cristianas o no lo sean. ¿Qué ocurriría si la Iglesia Católica en vez de una opositora fuese un aliado de la justicia que exigimos las personas LGTBIQ?

Es posible que algunos crean que como estrategia es mejor tener a las iglesias como enemigas, porque tener enemigos comunes compartidos nos une como colectivo y pone a una gran parte de la población a nuestro favor. Pero es una forma bastante infantil de entender el trabajo de los colectivos y las personas LGTBIQ, ya que lo que queremos no son enemigos que nos unan, sino transformar la sociedad para que sea más justa. Que las palabras de Bergoglio nos parecen poco, que nos huelen mal por el tono de humillación que percibimos tras ellas, pues sí. Pero que la Iglesia Católica ha dado un paso importante hacia la justicia, hacia el evangelio, pues también. Y ahora que se han movido, pues hay que aprovechar la inercia para seguir empujando y convencerlos de que su lugar es ser nuestros aliados. Que se den cuenta de que cuantas más personas y familias LGTBIQ sean felices, más está irrumpiendo el Reino de Dios en el mundo.

Ante las declaraciones de Bergoglio, o también ante la determinación que muestran otras iglesias cristianas por la inclusión, los cristianos LGTBIQ y todas aquellas personas que están trabajando por construir unas iglesias más evangélicas, deberíamos felicitarnos, celebrarlo, hacer una reunión de acción de gracias. Si no sabemos percibir cuando hemos conseguido una victoria para todas y todos, tenemos un problema. Y desde aquí quiero felicitar a todas las personas que día a día trabajan dentro de las comunidades católicas, y también dentro de sus instituciones; las palabras del papa Francisco nunca hubieran existido sin su trabajo. Me vienen ahora a la mente muchos hermanos y hermanas católicos a los que aprecio, que han puesto su grano de arena en algún momento de su vida para mostrar el amor de Jesús hacia las personas LGTBIQ dentro de la Iglesia Católica, en los límites de ella, o incluso más allá. También quiero felicitar a aquellos otros que han tenido que escapar de esa institución religiosa por dignidad, y que han denunciado la hipocresía de una Iglesia que habla del amor de Dios, pero es incapaz de reconocerlo cuando ese mismo amor une a dos personas del mismo sexo. A cada una y cada uno de ellos, mil gracias, su trabajo y/o su denuncia no ha sido en vano.

Y a las instituciones católicas, a lo que llaman sus jerarquías, pues que van a tener que demostrar que las palabras de su dirigente van en serio. Que tienen la oportunidad de dejar atrás su pasado y su presente de LGTBIQfobia, porque lo único que tenemos por ahora son unas palabras en un documental. Y que para eso deben plasmarlas en la vida de muchos seres humanos, o en su apoyo a las leyes por los derechos de las personas LGTBIQ en países donde tienen influencia. Celebramos de verdad el paso que han dado, aunque tenga una carga tan enorme de LGTBIQfobia, pero con ese paso no tenemos suficiente. Que la aceptación, la bendición y el reconocimiento de las personas y las familias LGTBIQ deben darse también dentro de su iglesia.

Y para acabar, pues enviar también un mensaje al fundamentalismo evangélico. ¿Quién nos iba a decir que una iglesia tan grande y con tantas dificultades para avanzar como la Iglesia Católica, iba a tener más sensibilidad evangélica que vosotros? Si realmente no os resulta incómoda la posición que estáis tomando respecto a las personas y familias LGTBIQ, es que probablemente lo del título “evangélico” sea una broma. Si no abrís espacios para la reflexión, si no sois capaces de dialogar y escuchar a las personas LGTBIQ que forman o han formado parte de vuestras comunidades, es que quizás os produce más seguridad la homofobia que el evangelio.

 

Carlos Osma


 

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