Cristianismo legalista lgtbi y referéndum en Cataluña


El mundo entero fue testigo ayer de la violencia que la Policía Nacional y la Guardia Civil española infringieron a la población catalana que pretendía introducir pacíficamente una papeleta dentro de una urna. Las imágenes son muy claras, y uno no puede más que indignarse porque es evidente que todo aquello era innecesario, puesto que las fuerza represivas del Gobierno Español sabían de antemano que no podían parar el referéndum ¿Su objetivo era exclusivamente crear terror? Algunos, pensamos que sí. Un terror que fue respondido con la dignidad de millones de personas empeñadas en poder decidir su futuro libremente, aunque fuese a costa de poner su cuerpo entre la policía y las urnas. Todavía tengo en la memoria las personas mayores que se agolparon en las puertas del centro donde trabajo a las cinco de la mañana, para impedir que la policía precintase la puerta para no dejarles votar. Lo consiguieron, y después, estuvieron de pié durante horas esperando el turno para introducir su papeleta en la urna, pero con miedo a que apareciera la policía española y los golpease. Para ellas, según explicaban, aquello no era nuevo, habían padecido la represión de la dictadura franquista cuando eran jóvenes.

Ayer, cuando compartía en las redes las imágenes de la represión violenta de la policía española, algunos cristianos gays, evidentemente una minoría, hacían comentarios justificando la actuación policial con el mantra de que el referéndum había sido ilegalizado por el Tribunal Constitucional por ir contra la Constitución Española. Y esos comentarios los hacían en fotos y vídeos que algunas personas habíamos colgado en facebook mostrando gente ensangrentada por los golpes de las porras de la policía, de guardia civiles saltando sobre los cuerpos de personas que ofrecían una resistencia pasiva, de ancianos a los que tiraban por los suelos, de un hombre al que una pelota de goma reventaba un ojo, de una mujer a la que rompían los dedos de una mano, o a la que algún policía aprovechaba para tocarle los pechos mientras la intimidaba. Gente que pacíficamente quería expresar su voluntad, frente a los guardianes de la ley. Legalidad frente a humanidad, algo que lamentablemente forma parte de la experiencia de muchas personas lgtbi cristianas.

Muchas veces creo que algunos de nosotros no hemos entendido nada, que nuestra experiencia de opresión por una legalidad basada en la lectura literalista de la Biblia, frente a nuestra voluntad de vivir en libertad, ha sido reducida a la simple y lamentable necesidad de aceptación. No ha habido reflexión, interiorización de lo que hemos vivido, simplemente y llanamente un intento de que los demás nos hagan un hueco en sus comunidades e iglesias para seguir reforzando la primacía de la ley sobre los seres humanos. Será por eso que cuando después, en cualquier otro ámbito de la vida, tenemos tristemente que volver a elegir entre ley y libertad humana, nos ponemos del lado de la ley. Que pena el vivir tan profundamente humillados que ni siquiera nuestra experiencia nos haya servido para levantar la cabeza y vivir un evangelio que sitúa siempre al ser humano por encima de cualquier ley por muy válida y democrática que esta sea.

Y defienden la Constitución como si ésta fuera una ley suprema que no está expuesta a intereses de unos sobre otros. Como si fuera divina, como si fuera neutra. Me recuerdan sencillamente a quienes se pasan toda la vida diciendo que la homosexualidad es un pecado porque lo pone la Biblia y no tienen ni idea de que incluso en el libro de los libros para los protestantes, se esconden intereses de mayorías, o de minorías poderosas, que pretendían negar, silenciar o asesinar a quienes no tenían poder alguno o simplemente percibían como una amenaza. Me parece lamentable la incapacidad de algunos cristianos lgtbi para atreverse a ser críticos con leyes que coartan libertades, porque dejan claro que todavía viven sometidos a una visión fundamentalista del mundo. La finalidad de cualquier ley no puede ser buscar la resignación de los seres humanos, no puede ser convertirse en un fín en si misma, sino ser un medio para la convivencia y la felicidad de la gente. Cuando no es así, la ley ha fracasado y no tiene sentido. Por tanto debe ser reinterpretada o inmediatamente sustituida por otra. Y esto vale tanto para la Biblia como para la Constitución de cualquier país.
             

Respeto cualquier posición ante el conflicto entre Cataluña y España siempre y cuando ante una brutal agresión a cientos de personas (se habla de más de 800 personas atendidas por los servicios médicos, algunas de ellas de gravedad), no se justifique apelando a la ley, sea esta la que sea. Después podemos hablar de temas legales, pero el ser humano siempre va primero, y quien utiliza la ley para callar, humillar y agredir a seres humanos, ha perdido toda legitimidad. Por eso creo que Mariano Rajoy debería dimitir inmediatamente, aunque dudo que una persona que desde hace años vive envuelta en temas de corrupción tenga la dignidad suficiente de reconocer su enorme error y dimitir. Y a esos cristianos lgtbi que dan cobertura ideológica a su actuación, les diría que recuerden cuando la ley bíblica caía violentamente sobre ellos mientras sus familias y amigos les daban de lado en nombre de la voluntad divina que les decían residía en la Biblia. ¿No aprendieron que reside en la felicidad y la dignidad de todos los seres humanos? ¿No integraron que la finalidad de la ley es el seguimiento de Cristo? Y sinceramente no creo que ese seguimiento pueda integrar a una mujer de setenta años cogida de manos y pies por tres policías y lanzada al suelo.

Estoy contento de que haya muchas personas lgtbi, cristianas y no cristianas, que hayan hecho de su experiencia una motivación para trabajar por la justicia de todas las personas. Ayer mi teléfono móvil no paraba de recibir whatsapps de amistades que han sabido extraer cosas buenas de todo lo negativo que un día vivieron para ponerlo al servicio de otras personas. Algunas lo hacen en temas lgtbi, otras en cualquier otra causa que defiende libertades y derechos humanos. Muchas estaban en mesas electorales, otras habían pasado la noche durmiendo en colegios para que la policía no impidiese el derecho al voto, algunas se sentían muy alejadas de todo esto pero mostraban su indignación por las imágenes que iban llegando. Haber superado el fundamentalismo en el que vivieron envueltas algún día, les ha hecho ser mejores personas, les ha hecho ser sensibles al sufrimiento. Ahora son más libres, y se han dado cuenta que la justicia se va construyendo cada día, y que para que eso sea posible debe haber una ley que proteja la convivencia, pero que cuando deja de servir para eso, es mejor cambiarla. El ser humano va siempre primero, todo lo demás está a su servicio.

Vivimos tiempos inciertos en Cataluña por la incapacidad y la torpeza de muchas personas; sobre esto podemos tener opiniones diferentes y podemos hablar o discutir. No parece fácil resolver el callejón sin salida al que hemos llegado por las decisiones de unos y otros. Pero para salir de todo este lío, lo que no podemos olvidar es que los derechos humanos no pueden ser nunca violados en nombre de una ley. Y que el lugar de cristianos y cristianas lgtbi que saben en primera persona el sufrimiento que genera la tensión entre ley y libertad individual, no debería ser el de guardianes de la ley, sino denunciar la violencia recibida por ciudadanos y ciudadanas que con acierto o no, eso si que es opinable, han mostrado pacíficamente, y yo diría que heroicamente, su firme determinación a expresar en un referéndum si quieren o no que Cataluña se convierta en una república independiente.



Carlos Osma








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