Atentados, religiones y desculpabilizaciones
No
hay programa de televisión o de radio, no hay artículo periodístico
o declaración de responsable polític(a)o que no intenten aclarar
que los atentados cometidos en Barcelona y Cambrils por el ISIS
nada tienen que ver con el Islam. Le faltó tiempo a la Comisión
Islámica de España
para condenar esta acción terrorista, sabiendo que las musulmana(e)s
españolas serían víctimas colaterales de lo ocurrido. Gente que
bastante tiene con intentar tirar hacia adelante con su familia lejos
de su país, o personas que todos los días tienen que demostrar que
son tan catalanas como los demás, que llevan años viviendo aquí, y
que las catorce víctimas mortales y la interminable lista de heridos
las sienten tan suyas como el resto.
Sin
embargo, si tengo que ser sincero en todo este discurso de los medios
de comunicación y responsables políticos hay algo que no me
convence, que no me parece que responda a la realidad. Centro mi
reflexión no sólo en el ámbito del Islam, sino también en el resto
de religiones abrahámicas. Me parece que toda esa voluntad de
desculpabilizar a las religiones de la violencia que se realiza todos
los días en nombre de Dios, si por una parte es correcta, porque qué
culpa tiene cualquiera de mis alumnas musulmanas, o de mis amigos
judíos, o yo mismo como cristiano, de que alguien decida sembrar la
muerte a su alrededor en nombre de Dios; por otra no lo es tanto, ya
que este trato infantil a las religiones las puede hacer sentirse
seguras a corto plazo, pero no resuelve el problema de fondo, que no
es otro que la facilidad que tienen para albergar o incluso crear
violencias.
Toda
la razón para quienes ahora estarán pensando que la violencia más
grande que sufre la mayoría de la población en el mundo se llama
capitalismo, y que nada tiene que ver con la religión. Supongo que
también es verdad que la violencia es innata al ser humano y que
toda institución humana tiene que lidiar con ella. Si a algún(a)
creyente esto le sirve para acallar su (mala) conciencia, pues bien,
pero para mí no es una respuesta completamente satisfactoria.
Nuestras religiones generan violencia, y además no son actos
puntuales, la historia es ejemplo de lo continuada, macabra e
indiscriminada que es la violencia que se realiza en nombre de Dios,
y que todas las religiones han realizado en algún momento. Y no solo
en el pasado sino también el presente, porque aunque es loable el
trabajo que realizan para defender la vida donde nadie más se atreve
a hacerlo, no lo es menos, que cristianos, judíos y musulmanes son
lobbys poderosísimos contra los avances en los derechos de las
minorías y contra la vida de algunas mayorías.
Se
echa de casa a una hija lesbiana, se apedrea a un mujer “adultera”
, se pone una bomba en una iglesia cristiana, se tira la casa de una
familia palestina, se golpea hasta la muerte a un hombre transexual, se apoyan gobiernos corruptos, se miente, se engaña, se excluye, se predica el odio contra los
diferentes, se disfruta de privilegios predemocráticos, se vende a una hija al mejor postor, se azota a un hijo,
se niega a una mujer la posibilidad del sacerdocio, se culpabiliza a
personas con vih+, se realiza una ablación, se empuja a abortos sin
las condiciones mínimas de higiene, se justifica una guerra, se aplica la pena de muerte, se realizan terapias reparativas
a homosexuales, se silencian las voces discordantes incluso a
tiros... se bombardea, se atropella a turistas en las Ramblas de
Barcelona...Y podríamos seguir y seguir explicando todo lo que se
hace amparándose en la voluntad divina. Y podríamos seguir y seguir
diciendo que las religiones no tienen la culpa de todo esto. Quizás
es verdad por una parte, pero intuyo que es mentira por otra.
¿Qué
hace de la religión un lugar propicio para lo mejor y lo peor del
ser humano? Supongo que la respuesta es que cualquier creación del
ser humano tiene esta dicotomía. Sin embargo yo intuyo un problema
añadido, y es que al darle a la religión un halo divino, se aleja
toda la responsabilidad del ser humano, y de la comunidad religiosa y
se lanza al infinito, a Dios mismo. En esas condiciones todo está
permitido, incluso cualquier acto que a simple vista nos parezca
inhumano. ¿No puso Abraham a Isaac encima de un altar para
sacrificárselo a Dios? ¿Pues por qué no voy a golpear a mi hija
por decirme que se a enamorado de otra mujer? ¿No mandó Dios a
Josué a conquistar la Tierra Prometida? ¿Pues por qué no voy a
robar a los palestinos su casa? ¿No le dijo Dios a Débora que las
tribus debían ir a la guerra? ¿Pues por qué no me va a decir Dios
a mí que me ponga un chaleco explosivo y lo haga estallar en medio
de un mercado de Irán?
Y
no solo es que no hay responsabilidad para ser crítico con los
propios actos, sino que se supone que se tiene acceso a la verdad
absoluta, a lo correcto, a lo justo; frente al resto del mundo que
está equivocado. Yo y los míos seguimos la voluntad divina, somos
el remanente fiel, y el resto se han apartado más o menos de lo que
Dios ha determinado. Nuestra responsabilidad es por tanto, traerlos
de nuevo al redil, al lugar correcto, al pensamiento verdadero, a la
ortodoxia. Los míos, los que piensan como yo, son mi comunidad y me
otorgan mi identidad. Un pensamiento que tienen algunas personas que
viven a nuestro alrededor, y que en mi opinión es el origen de toda
violencia que se hace en nombre de Dios.
Aquí
es donde deberíamos incidir los creyentes en nuestras propias
tradiciones religiosas si no queremos que la violencia religiosa se
perpetúe. Explicar que tener fe en Dios, tener una determinadas
convicciones, no suponen tener la verdad, estar en el camino
correcto, frente al resto que estaría perdido. Que el centro de toda
religión debería ser la vida, la felicidad de todos los seres
humanos, y que las convicciones o las tradiciones son un medio para
lograrlo, pero que podemos modificarlas, reinterpretarlas o incluso
cambiarlas, si vemos que generan violencia y sufrimiento. Los
atentados en Barcelona, o los que tienen lugar en muchos lugares del
mundo, no son religiosos, o quizás sí, porque se apropian de las
brechas que la religión ha creado dentro de ella para albergar la
violencia. Podemos desentendernos y decir como los medios de
comunicación que religión y violencia no tienen nada que ver, o
hacer una reflexión y cambiar todo aquello que es capaz de dar una
mínima justificación a quienes siembran de muerte nuestras calles,
pero también nuestras mezquitas, sinagogas o iglesias. No importa
que seamos minorías, deberíamos denunciar y poner en evidencia
todos aquellos mensajes de odio que nuestras tradiciones religiosas
predican todos los días. El valor supremo de la religión no es la
Ley de Dios, sino el ser humano independientemente de cualquier otro condicionante. Por esa razón todo lo que lo
convierte en un esclavo de la Ley, o en un medio para alcanzar
cualquier tierra prometida o Edén perdido, no tiene nada que ver con
el Dios que se reveló a Abraham, ese del que nos habla la Biblia hebrea, la cristiana o el Corán.
Carlos
Osma
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