“La Iglesia Evangélica Española tiene una orientación definida hacia la inclusividad”. Entrevista al pastor Víctor Hernández



En el pasado mes de mayo los pastores y pastoras de la Iglesia Evangélica Española[1] (IEE) os encontrasteis en la Casa Mamré para celebrar vuestra reunión pastoral anual. De aquel encuentro surgió la Declaración de Mamré [2], en la que afirmabais que como pastores y pastoras estabais llamados a una pastoral inclusiva. ¿Cómo surgió la idea de hacer esta declaración y por qué?

El tema de la homosexualidad se venía trabajando desde el 2005 en la IEE. El Sínodo de 2013, celebrado en Málaga, acordó que se hiciera un trabajo bíblico-teológico sobre el tema de la homosexualidad y una comisión elaboró un material ad hoc, que se concretó en algunas ponencias y talleres impartidos por el Prof. Juan Sánchez (profesor de ética teológica en el SEUT[3]) en muchas comunidades del estado español. En Mamré (Jaca) nos reunimos los pastores y pastoras de la IEE para discutir todo ese material y dos ponencias más. Fue en esa reunión, y ante un consenso muy productivo, que decidimos redactar la declaración de Mamré para presentarla al Sínodo de la IEE, como una forma de definir una orientación hacia la inclusividad de las personas homosexuales y sus familias.


El comunicado habla de compromisos pastorales cómo “acogida de personas homosexuales y sus familias, evitar la invisibilidad y trabajar en el acompañamiento de la diversidad”. Desde tu propia experiencia, ¿cómo se lleva a la práctica todo eso?

Es algo que varía en las comunidades, por ejemplo hay comunidades donde tenemos miembros que participan plenamente en las actividades de su comunidad (en el Consejo, en tareas sociales, etc.) y que, por otro lado, participan en actividades de militancia por los derechos LGTB, sin que ello suponga dificultad alguna. En ocasiones se tiene alguna participación como cuando se ofrece el espacio del templo para celebrar algún culto especial, durante los días del Pride por ejemplo. También hay participación de pastoras o pastores de nuestra iglesia en algunas actividades donde el tema de la inclusividad es central.

Sin embargo, creo que aún queda mucho por hacer en trabajo de educación y concienciación. En especial pienso en las formas “sutiles” de la homofobia que suelen ser actitudes y prácticas que no siempre se reconocen, pero que es importante de señalar y tratar de modificar.

En el comunicado también había un compromiso por preservar la unidad, por evitar rupturas, sin que eso significase dejar de abordar un tema como el de la inclusividad. Entiendo por tanto que fue un comunicado consensuado en el que hubo concesiones por ambas partes. Personalmente ¿hubieras añadido o especificado algo más?

Quisiera precisar un par de cosas: el tema de la unidad está siempre presente, porque es una promesa y un desafío constante el lograr la unidad de todos los cristianos; pero no se trata de la unidad a cualquier precio: no se puede aceptar una unidad sin el compromiso con la justicia.

Y la segunda cosa a precisar es que nuestra reunión pastoral no consistió en debatir sobre unas concesiones “entre dos partes”. Como era un trabajo bíblico – teológico, nuestra comprensión del mensaje bíblico nos señaló una clara orientación hacia la inclusividad de todas las personas. La búsqueda de la justicia en todas las relaciones es parte central del evangelio y allí está presente la inclusión de todo ser humano.

Este tipo de declaraciones expresan el avance de un proceso, y en ese sentido marcan sólo un punto de llegada y, al mismo tiempo, un punto de partida para seguir adelante. Para mí fue muy importante la frase “evitar la invisibilidad y trabajar en el acompañamiento de la diversidad”, porque creo que es algo nuclear en la lucha contra la homofobia.

El pasado mes de octubre el Sínodo de la IEE que se celebró en Madrid aceptó y ratificó la Declaración de Mamré. Parece un gran paso hacia adelante, pero ¿qué significa en la práctica?

Creo que es un buen paso. Falta mucho por hacer, pero no se debe menospreciar este avance. ¿Qué significa en la práctica? Eso lo veremos, porque cuando hablamos de compromisos de lucha contra temas tan complejos e importantes como la homofobia, el racismo, el machismo, siempre parece insuficiente lo que logra avanzarse.

Pero insisto, no ha de subestimarse este paso. A mí me dejó muy satisfecho ver que una amplia mayoría del Sínodo, hombres y mujeres que eran delegados de sus comunidades, votaron por la ratificación de la Declaración de Mamré.

Yo he escuchado críticas de todo tipo contra las pastoras y pastores de la IEE: que no respetamos la autoridad de la Biblia, que sólo nos interesa ser progresistas o liberales, que nos hemos entregado al relativismo y el posmodernismo, cosas así. También críticas de que somos tibios o que no somos capaces de una verdadera inclusividad.

Pero una de las consecuencias prácticas que yo veo es que ahora la IEE tiene una orientación definida hacia la inclusividad, aún cuando esté muy lejos una realidad plena de la misma. A partir de esta ratificación del Síndoo, como IEE tenemos claro que no se trata de bandos: “anti-gays vs pro-gays”, puesto que la declaración de Mamré señala que el testimonio bíblico apunta sólo a la inclusividad y jamás a la exclusión de personas.

Aunque en los últimos años cristianas y cristianos LGTBI han creado comunidades inclusivas en España, la IEE es la primea iglesia histórica del Estado que da un paso como éste. En tú opinión ¿a qué crees que se debe? ¿qué características singulares tiene la IEE para que sea sensible a la necesidad de trabajar por la inclusividad?

No es fácil responder a esta pregunta, porque soy parte de la IEE y no se tiene la distancia necesaria para hacer un análisis adecuado. La IEE es una iglesia con una teología y una práctica muy sensibles a las cuestiones sociales. La IEE tiene relación con otras familias protestantes de fuera, por ejemplo en Europa, y entre ellas hay algunas que se han posicionado a favor de la inclusividad (cuando estábamos en Mamré se reunió el Sínodo de la Iglesia Protestante Unida de Francia, que aprobó el acompañamiento litúrgico del casamiento de parejas homosexuales) y algunas otras que están en contra.

También es cierto que la IEE tiene un cuerpo pastoral con una sólida formación bíblico – teológica y eso importa cuando se trabajan cuestiones complejas, como es la cuestión de la inclusividad. Por ejemplo, frente a la moralización simplista que asocia “homosexuliadad y pecado”, nosotros creemos que la enseñanza bíblica del pecado es algo más profundo, que no se debe limitar a la sexualidad y que ha de orientarse hacia la libertad responsable de cada sujeto. Pero, además, la cuestión del pecado se asocia con prácticas excluyentes, como la homofobia, que son parte de un “pecado invisible” o, como se dice en lenguaje teológico, el “pecado del mundo”.

La mayoría de las pastoras y pastores de la IEE son personas con un tremendo compromiso pastoral con gente de carne y hueso, heteros y no heteros, y creo que eso es lo que más ha pesado. Hay gente que cree que se trata de una pose de querer ser “progresistas”, pero no es así. Se trata de compromisos concretos de colaborar y acompañar a personas. Un amigo que es miembro de una de nuestras comunidades en el sur de España, me dijo al final del Sínodo: “me siento orgulloso del cuerpo pastoral de mi iglesia”, y él sabe por experiencia propia lo que significa luchar contra la homofobia.

A nivel interno, no todas las comunidades de la IEE están de acuerdo con la posición del Sínodo, y lo han hecho explícito en diferentes foros. ¿Qué se debería hacer para mantener la unidad de la IEE, sin que esto signifique abandonar una pastoral de la inclusividad dentro de ella?

La unidad de la IEE se expresa en el Sínodo, en sus debates y en los acuerdos que de allí derivan. El tema de la inclusividad tiene que ver con un proceso que todavía tiene mucho camino por recorrer, pero pensamos que una forma de ayudar es trabajar más en lo bíblico teológico, en la manera como leemos la Biblia con respecto a los desafíos contemporáneos.
El uso de la Biblia frente a las cuestiones éticas, en el mundo evangélico español, es algo que suele manejarse con fuertes acentos moralizantes y legalistas, y lo que falta es un trabajo hermenéutico adecuado y un proceso de discernimiento espiritual, que es parte esencial de una comunidad que se deja interpelar por las Escrituras[4].

Por otro lado, para las comunidades que no están de acuerdo con la resolución del Sínodo (que son una minoría), no hay una obligación o imposición sobre su vida y tareas cotidianas. Se quiere mantener el diálogo con todas las comunidades porque no se trata solamente de una libertad de conciencia que, por descontado, la hay. Pero todas las comunidades de la IEE, incluyendo las que no están de acuerdo con la Declaración de Mamré, no sólo debemos pensar en nosotros. Se tiene que pensar en quienes padecen y han padecido la exclusión de manera injusta.

Aquí hay algo muy importante: la homofobia. Nosotros, como IEE, hemos declarado que estamos en contra de estas actitudes y prácticas que se denominan homofobia, que son algo real y que muchas veces son invisibles para los heterosexuales. O si no son invisibles, están legitimadas de una manera que dificulta ver el daño que producen. Por supuesto, las víctimas de esas prácticas y actitudes son quienes las sufren.

Y lo preocupante es que muchos creyentes, y algunas comunidades, que con toda sinceridad rechazan la inclusividad o que sólo aceptan una inclusividad con condiciones puestas por las normas heterosexuales, pues participan de esa homofobia. Esto vale para todos: lo sepamos o no, lo aceptemos o no, siempre que avalamos la imposición de una normatividad heterosexual por sobre gente no heterosexual, estamos ejerciendo una violencia que se llama homofobia. Y lo peor es cuando se legitima con la Biblia y diciendo que es la voluntad de Dios.

En el cuerpo pastoral en Mamré hablamos mucho de eso, porque consideramos que la homofobia (como el racismo o el machismo) son prácticas que la Biblia considera pecado, porque son la “impiedad e injusticia que detiene con injusticia la verdad” (Rom 1:18).

Parece lógico que el cristianismo debería estar al lado de las personas que sufren discriminación, como las personas LGTBI, sin embargo en la práctica nos encontramos que la mayoría de veces esto no es así. En tu experiencia como psicólogo y también como pastor: ¿Qué hace que la mayoría de cristianos y cristianas defiendan posiciones conservadoras aunque eso signifique negar la dignidad de otras personas, y por tanto la esencia del cristianismo?

En mi experiencia como psicólogo, en el campo de la salud mental, no veo demasiada dificultad para que las personas puedan reconocer los derechos y la dignidad de personas no heterosexuales. En el psicoanálisis se asume que los comportamientos, incluyendo las conductas sexuales y las relaciones afectivas, no tienen significados unívocos (“conductas vemos, significados no sabemos”). En la privacidad del consultorio es fácil ver las dificultades y las luchas de cualquier persona por alcanzar cierto grado de felicidad en sus relaciones amorosas. Seguramente ayuda mucho no estar de “cara a la galería”, donde la gente tiene que guardar las apariencias, pues en el consultorio se opera desde una “aceptación incondicional” con respecto al otro.

Como pastor, mi experiencia es en las iglesias importan mucho más “las apariencias” y el peso de las tradiciones. Pero también he visto que las personas más legalistas, y agresivas contra quienes son distintos, cambian cuando se ven tocadas en su familia o en sus círculos más cercanos. Esto a veces genera cambios en sus actitudes e incluso la capacidad de modificar sus viejos puntos de vista. Por desgracia, hay quienes simplemente guardan las apariencias y mantienen una “doble moral” o una “vara doble para medir a los demás”.

Tu pregunta, en realidad, apunta a algo muy profundo: ¿por qué se defienden posiciones conservadoras que, en la práctica, implican hacerle daño a personas concretas? Y no siempre somos capaces de responder a eso. Porque hablamos de gente buena, de gente religiosa, de gente con estudios y con experiencias de vida y, sin embargo, hay quienes se obcecan en mantener su posición sin darse cuenta (al menos muchos no se dan cuenta) que están ejerciendo una violencia silenciosa (silenciosa para sí mismos o para su grupo de pertenencia).

Pienso que parte de la respuesta, en sentido teológico, está en lo que la Biblia llama “pecado” y que sólo se entiende desde la voz de las víctimas de la violencia y no desde la voz moralizante o legalista. El pecado tiene que ver con algo que produce y reproduce desigualdad, sufrimiento, injusticia, pero que logra imponerse como normalidad, como “lo correcto”. A veces logramos verlo mejor en el caso de la injusticia económica o la práctica del racismo, pero es igual con la homofobia.

¿Qué crees que puede aportar a las personas LGTBI a nivel emocional y espiritual vivir la fe en comunidades inclusivas?

Las comunidades cristianas tendrían que ser comunidades inclusivas desde el inicio, pero esto es una realidad muy parcial, muy incompleta. Sin embargo, es también una promesa del evangelio, de ser uno en Cristo. Y en esa promesa hallamos aliento para seguir adelante.

Creo que las comunidades como “Protestants Inclusius[5]” son un espacio estupendo para muchas personas que tienen una búsqueda espiritual y que quieren vivir su fe, sintiéndose parte de una familia en la fe. También hay personas LGTBI que están integradas en comunidades de la IEE y viven su fe y vida espiritual de manera satisfactoria, comprometidos en el anuncio del Reino de Dios.

La vida comunitaria es fundamental para crecer en lo emocional y espiritual. No se puede tener un crecimiento sin la relación con los demás, pero sobre todo sin la interpelación “del otro”, del semejante que me deja incómodo y me exige responder a la pregunta más esencial por parte de Dios: “¿dónde está tu hermano/a?”

Para terminar, y agradeciéndote tu amabilidad, me gustaría preguntarte también qué puede aportar a la IEE haber dado un paso como éste.

Espero que aporte un pequeño avance en el largo camino hacia la libertad de cada persona, hacia la liberación de toda opresión. La IEE es una iglesia histórica que tiene los mismos desafíos misioneros de todas las comunidades cristianas. La IEE es también un conjunto de pequeñas comunidades que tienen sus luchas cotidianas y que, sin embargo, han sido capaces de atender el clamor de quienes sufren la injusticia de la homofobia.

No es que hayamos solucionado nada de modo definitivo, pero la declaración de Mamré expresa la clara intención de ser fieles a la Gracia del evangelio, al llamado del Señor que nos llama a todos/as, sin excluir a nadie.


Muchas gracias.

Entrevista realizada por Carlos Osma

Víctor Hernández es pastor en la Església Evangèlica Betlem[6] de Barcelona





[1] Iglesia Protestante formada por la unión de comunidades presbiterianas, congregacionalistas, metodistas y luteranas. Fundada en el año 1869 y miembro del Consejo Mundial de Iglesias.
[2] http://www.iee-es.org/blog/blog/declaracion-de-mamre-pastoral-iee-2015/
[3] Seminario Evangélico Unido de Teología con sede en Madrid.
[4] El año próximo, en Barcelona, yo tendré a mi cargo un pequeño “Taller Teológico”, donde trabajaremos este tipo de temáticas: “La Biblia y la moral. El uso de las Escrituras en los problemas éticos contemporáneos”. Sábado 20 de febrero de 2016.
[5] http://protestantsinclusius.blogspot.com.es/
[6] http://www.esglesia-betlem.org/

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