Iglesias post-heterosexuales
Todavía hay miles de personas
LGTB escondidas en un disfraz heterosexual dentro de las iglesias
heterosexuales, todavía hay también personas LGTB que viven sin ese disfraz
pero que no quieren salir de esas comunidades hechas para heterosexuales porque
les da miedo cambiar, les da miedo tener que empezar de cero; les duele tener
que dejar una iglesia que, aunque no los acepte, siempre ha sido como una
familia para ellos y ellas. Por eso muchos se consuelan con la idea de que algún
día las cosas cambiarán, que los pasos se van haciendo poco a poco, que es
necesario dejarse discriminar, aunque sea un poco, a fin de que algún día podamos
hacer de las iglesias que amamos tanto, unas comunidades más evangélicas. Pero en
el fondo es sólo un autoengaño, y lo saben, las iglesias hechas sólo para
heterosexuales que dicen ser inclusivas sólo lo hacen para mostrar que no son
como las otras, las fundamentalistas. En el fondo siguen pensando que una
persona LGTB tiene que aceptar ser discriminada en una iglesia que no la
acepta por ser como es.
Pero también hay nuevos caminos,
las iglesias post-heterosexuales o inclusivas, las iglesias formadas por personas que se han dado
cuenta de que no hay nada que hacer en las iglesias heterosexuales. En nuestro
país y también en muchas otros países van naciendo poco a poco comunidades
inclusivas que intentan llevar el mensaje de salvación a todas las personas,
con una especial dedicación a aquellas personas LGTB que no tienen comunidades
que respeten e integren lo que son. Por una parte es una triste solución, una
ruptura más dentro del cristianismo, lo mejor siempre hubiera sido la unidad...
pero la realidad, como en ocasiones anteriores, es que algunas personas tienen
que vivir el evangelio huyendo de los lugares que dicen estar predicándolo.
Además, también podría verse como una solución positiva, las nuevas iglesias son
comunidades que proponen otra forma de ser iglesia diferente a la iglesia
tradicional: la iglesia heterosexual.
Sin embargo, a la hora de
construir una nueva comunidad es importante recordar aquello de que “un día
fuimos esclavos en Egipto” para
poder construir unas iglesias donde la esclavitud, tenga ésta la forma que
tenga, no exista. Haber tenido la experiencia de vivir en unas comunidades que
hablan del amor de Dios a toda criatura y sentir el rechazo de ese Dios a las
personas no heterosexuales, debe tener alguna consecuencia a la hora de
construir una comunidad no heterosexual. Y es por eso que me atrevería a hacer unas
cuantas observaciones.
Sobre la Interpretación de la Biblia. La Biblia ha sido el
arma utilizada por la homofobia para hacernos daños. La Biblia leída fuera de
contexto y utilizando unas técnicas de estudio y lectura ya desfasadas ha sido
la piedra que nos lanzaba cada uno de los miembros de las iglesias heterosexuales.
Las iglesias inclusivas no pueden seguir leyendo la Biblia de la misma forma,
están obligadas a aproximarse a ella teniendo en cuenta los conocimientos
teológicos actuales. Deben huir del fundamentalismo literalista. No se puede
construir una iglesia inclusiva leyendo la Biblia al pie de la letra. Es necesaria la formación. Y es
necesario entender que la Biblia no es un arma contra nadie, sino un lugar
donde Dios nos habla para poder construir un mundo mejor donde todas y todos
podamos ser felices. La Biblia puede convertirse en un lugar de encuentro y
reconocimiento de la diversidad.
Sobre la diferencia. El cristianismo no es una máquina
de hacer personas idénticas, las iglesias inclusivas no deberían tratar de
construir una forma determinada de persona. Las personas somos distintas, y las
comunidades inclusivas deben intentar mostrar esa diversidad y entender que eso
es una riqueza de la que puede sacar un beneficio a favor del evangelio. Dios
nos ha hecho diversos y diversas para que todas nuestras características puedan
ser puestas a su servicio, para que podamos encontrar en la hermana y el
hermano un lugar que me cuestiona sobre mi manera de ser y estar en el mundo. Y
sobre todo, nos ha hecho diversos para reflejar mejor la diversidad divina y
podamos conocer a Dios a través de la vida y experiencia de otras personas.
Sobre las estructuras
religiosas. El ser humano está siempre por encima de la estructura
religiosa. Nosotras y nosotros nos hemos encontrado muchas veces con alguien
que nos decía que por el bien de la iglesia debíamos resignarnos a ser
discriminados. Pero las iglesias inclusivas no deberían poner la comunidad por
encima de las personas que la
forman. La comunidad está al servicio de todos sus miembros,
y son las personas con sus maneras de ser, amar, vivir, entender el mundo, los
que van haciendo nueva la comunidad, las que van empujándola hacia donde el Espíritu
las lleva. La comunidad no puede ser una camisa de fuerza, sino un lugar de
vida que deja vivir a quienes forman parte de ella.
Sobre la humildad. No tenemos razón en todo,
nuestras propuestas son siempre parciales y algún día serán superadas por otras
que nos mostrarán cuales eran nuestros errores. No podemos ser defensores de
una verdad atemporal y ahistórica, somos personas que nos movemos con la
voluntad de ser fieles al evangelio y de ofrecer vida en abundancia a personas
que, como nosotros y nosotras hace no tanto tiempo, viven atormentadas por la homofobia. Pero no
debe faltar en nosotras y nosotros la humildad, real y no de pose, que entiende
que somos personas falibles y contradictorias. No busquemos superhombres y
supermujeres en nuestras comunidades, sino seres humanos de carne y hueso con
todo lo que ello supone. La verdadera humildad nos debería impedir obligar a que otra persona tenga que aceptar un trato que nosotros no aceptariamos para nosotros mismos.
Sobre el mundo.
Formamos parte del mundo, de la sociedad que nos rodea, y estamos a su
servicio. Las personas que no forman parte de nuestra sociedad y no son
cristianos y cristianas no son nuestros
enemigos. Son personas que pueden enseñarnos muchas cosas, que pueden
mostrarnos incluso la mejor manera de ser fieles al evangelio comprometiéndonos
por los más necesitados. Son personas a las que también podemos acercarnos
para, sin complejos, explicarles nuestra fe, nuestra manera de ver el mundo y
de trabajar también por la
justicia. Podemos y debemos entrar en diálogo con quienes
tenemos más cerca, sin verlos como un trofeo a conseguir para Cristo, sino como
personas que, como nosotros, intentan ser felices y hacer felices a quienes les
rodean.
Sobre las otras iglesias.
Denunciar la homofobia, el fundamentalismo, las actuaciones poco evangélicas
que desgraciadamente tienen algunas iglesias, revistas, instituciones.. del
protestantismo que nos rodea hacia las personas LGTB, no significa que debamos
negar que somos miembros del mismo cuerpo, de la misma Iglesia. Podemos
sentirnos más cerca de algunas comunidades y afirmar que nos repelen algunos
planteamientos y formas de actuar de otras, pero no se puede olvidar que si de
verdad estamos por el evangelio, entonces estamos en el mismo barco. Aunque
quieran lanzarnos por la borda... estamos en el mismo barco. Los cristianos y
cristianas que forman parte de iglesias heterosexuales, son nuestros hermanos y
hermanas, y eso no debemos perderlo nunca de vista, aunque en muchos momentos
nos cueste aceptarlo. Dios nos hizo a todos miembros de la misma familia,
hermanos y hermanas por Jesús.
Seguro que hay otros muchos
puntos que debemos tener en cuenta a la hora de construir las nuevas
comunidades cristianas inclusivas, pero pienso que al menos con estos podemos
empezar a considerar que es lo que estamos construyendo, donde estamos, y hacia
donde queremos ir. Volver a construir unas comunidades cristianas idénticas a
aquellas de las que hemos salido, sería no haber aprendido nada de la
experiencia vivida, y sobre todo, y más importante, sería crear una comunidad
donde en algún momento otras personas pudieran sufrir la exclusión, la negación,
y el daño psicólogico, físico y
espiritual que algunos de nosotras y nosotros vivimos anteriormente.
Las iglesias inclusivas no deberían
ser iglesias homosexuales, sino iglesias que intentan abrirse a la vida tal y
como es, y a la posibilidad de que todas las maneras de ser, pensar y amar puedan
hacerla más fuerte y más creíble a la hora de transmitir el evangelio.
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