Cuando falta la justicia.... ¿Maratón de caridad?


Ayer mismo fui testigo, como millones de personas, de algo realmente sorprendente: El President de Catalunya, Artur Mas, participando en un programa televisivo que pretendía recoger donativos para luchar contra la pobreza. No era una broma, El President sentado en una mesa, junto a otros voluntarios, teléfono en mano, recibía la llamada de particulares, empresas e instituciones que querían poner su granito de arena, ante esta situación insostenible, dando sus aportaciones. Después, tras preguntas de la periodista, Artur Mas se sentía orgulloso por pertenecer a un país que se moviliza para ayudar a quienes peor están pasando esta profunda crisis. 

Sí, aunque no lo pareciese, era el mismo President que para satisfacer a las grandes fortunas, eliminó el impuesto de sucesiones, el que “tuvo” que recortar en varias ocasiones el dinero destinado a la educación pública que hasta ahora garantizaba la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. El que no ha movido un dedo para impedir que familias, que han perdido su trabajo y no pueden pagar la hipoteca, se queden en la calle; mientras aplaude que los bancos sean rescatados con dinero público. También ha sido él, quien decidió los recortes en sanidad que han alargado las listas de espera, o el que está barajando la posibilidad de que los enfermos paguen por cada día que están hospitalizados... Podríamos seguir recordando que el President retiró la renta mínima de inserción al cincuenta por ciento de familias sin recursos, el que recortó becas de comedor, becas de estudios, subió las tasas de la Formación Profesional o universitarias.... En pocas palabras, el que como otros gobernantes europeos, están decidiendo que nuestro modelo de bienestar social es la víctima que debe ser ofrecida al Dios de los mercados. 

Y parece claro, que para nuestro President ahora todas estas medidas de cohesión y justicia social, no deben ser asumidas por el Gobierno, sino por personas caritativas, ejemplares y dignas de todo elogio. Y no es que esas personas que se movilizaron para ayudar a los más perjudicados por la crisis no sean dignas de elogio, eso no lo pongo en duda, sino que lo preferible no es la caridad, sino la justicia. Un Gobierno no debería apoyarse en la caridad, cuando tiene la posibilidad de redistribuir la riqueza de una manera más justa. Pero lo que aquí se nos está vendiendo es una sociedad cada vez más desigual, donde los de arriba, si son movidos a hacerlo, ayudarán a los que están abajo. Hacia allí nos llevan, con su cara de buenos cristianos y sus llamamientos a ser buenos ciudadanos que colaboran en maratones de caridad.


Dice Pablo que “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés(1)”. Es decir, algo alejada de la concepción mostrada últimamente por cristianos que pretenden hacer valer la acción social que realizan para tener beneficios económicos que otros no tienen. Pero Pablo añade después: “(La caridad) no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad”, es decir, que búsqueda de justicia y caridad deben ir unidas, si no, podemos caer fácilmente en la manipulación de poderes, en este caso, económicos y políticos, que nos utilizan para justificar el sistema del “sálvese quien pueda” al que nos dirigen con mano de hierro. 

La verdad debe ser denunciada, y no escondida tras buenas palabras y superficialidades que nos hagan sentir bien. Podríamos utilizar la coyuntura para mostrar lo buenos cristianos que somos, y la capacidad que tenemos de ayudar a la gente más necesitada, con pocos recursos pero mucha determinación. Y no está mal hacerlo, todo lo contrario, pero si no nos atrevemos también a denunciar con la misma determinación, y colaborar para combatir, la política económica inhumana con la que nos están dirigiendo; nuestra caridad más que ayudar a paliar la situación terrible por la que atravesamos, puede estar en el fondo, colaborando para que se mantenga. 

Lo que desde un punto de vista humano y cristiano debe exigirse, es una sociedad donde todos tengamos las mismas posibilidades, y para ello quienes parten de una situación de desventaja, deben ser ayudados. El Gobierno, cualquier Gobierno, debería tener como principal fin, la cohesión social y la protección de todos sus ciudadanos. A los nuestros parece que se les ha olvidado, y han decidido delegar sus responsabilidades. Quizás es más fácil coger un teléfono para recoger donativos, que enfrentarse a los mercados. Pero no les hemos votado, ni les pagamos, para ser telefonistas, sino para que ante esta situación crítica, hagan políticas que ayuden a mejorar la vida de los ciudadanos. Si no pueden aportarnos más, que colaborar en maratones contra la pobreza, mejor que se dediquen a otra cosa. Nosotros necesitamos personas serias, que den respuestas concretas y justas, para solucionar las situaciones dramáticas que muchas familias están viviendo. 


                                                                                                                            Carlos Osma

(1) 1 Cor 13,4-6

Comentarios

Mudejarillo ha dicho que…
Impresionante... más claro imposible.

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