Construcciones perversas


Hace unas semanas Beatriz Gimeno presentó en Barcelona su último libro La construcción de la lesbiana perversa. Gimeno describe en él, a partir de las noticias que sobre el asesinato de la joven Rocío Wanninkhof fueron publicadas en El País, ABC y El Mundo, cómo se fue construyendo la imagen de Dolores Vázquez utilizando los estereotipos que gran parte de la población tiene sobre las mujeres lesbianas. Una construcción que, hasta que se encontró al verdadero asesino, llevó sin pruebas a Dolores Vázquez a la cárcel durante 17 meses.

La historiadora Patricia Martínez, que abrió el acto haciendo una presentación de la obra, dio un dato que me pareció de gran relevancia. Para construir a la perversa Dolores Vázquez hubo primero que borrarla, que vaciarla, que deconstruirla. Pero no borrarla para anularla, silenciarla y finalmente hacerla desaparecer. Esta vez se utilizó otra estrategia, se la vació para después llenarla de una personalidad que no era la suya, sino la que los demás necesitaban que tuviera. Aquella mujer que desestabilizaba el orden patriarcal, tenía que ser peligrosa, por eso, simplemente por eso, era la asesina. Que hubiera sido una madre para Rocío desde que esta era una niña, no le importaba a nadie, era irrelevante.

Hechos como éste nos permiten ver cómo la realidad y las ideas preconcebidas tienden a confundirse. Nuestras precomprensiones nos parecen tan evidentes que acaban siendo realidades, no importa si tienen que ser vaciadas, si es necesario se hace, lo importante es que nuestra visión del mundo, de lo que es evidente, natural, bíblico o divino, no entre en crisis. Defendemos ideología disfrazándola de realidad, sólo así le damos más valor.

Parecería que recrear la realidad a nuestra manera sólo es posible cuando no tenemos un contacto directo con ella, pero no es así, teniéndola a unos centímetros hacemos lo mismo. Hay una pregunta que Jesús le hace a sus discípulos, con los que convivía todos los días(1): ¿Quién decís que soy yo?. Pedro parece que acertó con la respuesta: Tú eres el Mesías, pero unos versículos más abajo descubrimos que la respuesta, aunque impecable si nos limitamos a las palabras que utiliza, era equivocada. Por eso Jesús le dice: ¡Apártate de mí, Satanás!.


Pedro borró a Jesús, aquella persona por la que lo había dejado todo, porque no era el Mesías que él esperaba. Lo reconstruyó haciendo de él ese Mesías triunfante que anunciaba la Torá, por eso, cuando el Jesús real les explicó que El Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días, Pedro no dudo en reprenderle. Evidentemente cuando fue finalmente apresado, y Pedro tuvo que enfrentarse a un Mesías que no esperaba, acabó negándole: No le conozco ni sé de qué estás hablando(2). Aquí no mentía, realmente no le conocía.

No hay palabra, que no lleve tras de sí una historia, ni tampoco visiones que sean neutrales y puras. Esa inmediatez de lo real que a veces todos pretendemos defender, sobre todo en lo que se refiere a la Biblia, es un engaño para que nuestros posicionamientos sean admitidos como verdad absoluta. No partimos únicamente de la realidad, o de una lectura atenta de la Biblia, todo esto va acompañado de nuestra forma de ver el mundo. Por eso incluso cuando repetimos a pies juntillas la Palabra de Dios, como hizo Pedro, podemos estar vaciándola para llenarla con prejuicios sobre lo que nosotros creemos que debería ser.

No siempre la realidad vence al prejuicio, y muchas veces hay que pagar un alto precio por ello. Posiblemente, ante cosas trascendentales, son sólo las situaciones críticas las que nos obligan a ver mejor la realidad. Hace falta la noche para dejar atrás lo que veíamos antes tan claramente. Y sólo después de haber atravesado la oscuridad, al cantar el gallo, podemos percibir las primeras luces del nuevo día. Entonces, cuando miramos a los que habíamos deconstruido para después reconstruir a nuestros gusto, justo en ese momento, rompemos a llorar al descubrir que les habíamos traicionado.

Beatriz Gimeno reconocía en la presentación de su libro, que ella siempre creyó en la culpabilidad de Dolores Vázquez, la lesbofóbia también existía en una activista por los derechos LGTB como ella. No se superan fácilmente las construcciones ideológicas con las que nos han educado; en cuanto bajamos la guardia, vuelven a resurgir. Supongo que incluso después de la resurrección, Pedro se encontró a menudo siguiendo al Mesías con el que fue educado, y no al Jesús crucificado. Todos sucumbimos en más de una ocasión a llenar a los demás con nuestros prejuicios, y los que son más sutiles, son sin lugar a duda los más peligrosos. Así es como funciona: Cuanto menos evidentes sean los andamios sobre los que se levanta cualquier construcción ideológica, más natural nos parecerá y más difícil nos resultará enfrentarnos a ella. Ése es el objetivo de cualquier construcción ideológica que tenga como fin mantener un sistema de dominación, ya sea de los hombres sobre las mujeres, de la sexualidad normativa sobre las no normativas, de la raza blanca sobre las razas no blancas o de los ricos sobre los pobres: parecer natural(3).


Carlos Osma





(1)     Me referiré a continuación al texto de Mc 8: 27-33
(2)     Mc 14:68
(3)     Gimeno, B. “La construcción de la lesbiana perversa”. (Barcelona; Editorial Gedisa, 2008), p.16





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