Un mundo con VIH
En la entrada al edificio que ONUSIDA tiene en Ginebra, hay una escultura que nos da la bienvenida con la frase: “No podemos llamar a Dios nuestro padre o madre e ignorar que somos hermanos y hermanas” . Al leerlas nos quedamos sin capacidad de réplica y recordamos cual es la difícil exigencia del evangelio. Las personas con VIH no son palabras o deseos de buenas intenciones, sino uno de los lugares desde donde hoy se nos pregunta, a nosotros como cristianos, a nuestras comunidades, a las iglesias, y a todo el cristianismo, si hemos entendido qué significa llamar a Dios madre o padre. Vivimos en un mundo en el que más de treinta y cinco millones de personas son seropositivas, entre ellas dos millones de niños. ONUSIDA estima que desde que empezó la epidemia han fallecido veinticinco millones de personas, dejando a más de doce millones de niños huérfanos. El proceso no parece que entre en una fase de declive, ya que cada año aumenta en dos millones el número de infectados por e