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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Un mundo con VIH

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En la entrada al edificio que ONUSIDA tiene en Ginebra, hay una escultura que nos da la bienvenida con la frase:  “No podemos llamar a Dios nuestro padre o madre e ignorar que somos hermanos y hermanas” . Al leerlas nos quedamos sin capacidad de réplica y recordamos cual es la difícil exigencia del evangelio. Las personas con VIH no son palabras o deseos de buenas intenciones, sino uno de los lugares desde donde hoy se nos pregunta, a nosotros como cristianos, a nuestras comunidades, a las iglesias, y a todo el cristianismo, si hemos entendido qué significa llamar a Dios madre o padre. Vivimos en un mundo en el que más de treinta y cinco millones de personas son seropositivas, entre ellas dos millones de niños. ONUSIDA estima que desde que empezó la epidemia han fallecido veinticinco millones de personas, dejando a más de doce millones de niños huérfanos. El proceso no parece que entre en una fase de declive, ya que cada año aumenta en dos millones el número de infectados por e

Más allá de las palabras

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Nombrar o no nombrar, poner etiquetas a las experiencias y sentimientos, o liberarlas de ataduras reduccionistas.... Parece que aquí reside a veces la gran batalla que vivimos a nivel personal, pero que en ocasiones es aún más cruda a nivel político, religioso y social. Palabras como cristiano, agnóstico, hombre, mujer, homosexual, transexual, enfermo, sano, rico o pobre... ¿no son más bien murallas que nos separan?¿no son el origen de muchos enfrentamientos? En una primera lectura del mensaje evangélico tendríamos que decir que sí, que las palabras en realidad no son lo importante, que estas etiquetas que hemos construido para intentar explicar un poco mejor el mundo, el momento por el que pasamos, la manera en que percibimos nuestro cuerpo, o la opresión a la que hemos sido lanzados, no son lo esencial. Lo importante son las acciones, no importa de donde vengan, incluso podemos intentar olvidar las motivaciones de quienes las hacen. Lo importante siempre es la acción, y sus

La Iglesia de Sodoma

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Actualmente muchos inmigrantes encuentran en las iglesias un lugar donde se sienten acogidos, una segunda familia que reemplaza en parte la que han tenido que dejar en su país. Hace un par de años conocí a un joven homosexual Iraní que, para salvar la vida, había huido de su hogar. Mientras hablaba con él pensaba, que si quería mantener su dignidad, en la mayoría de iglesias no sería bien recibido. Y es que su orientación sexual, “a priori”, ya le excluye. El relato de Sodoma y Gomorra de Gn 19:1-29, o su paralelo (Jue19), es un texto que encierra un mensaje ante esta situación tan injusta. Sé que los más conservadores literalistas, dirán que el texto no admite interpretaciones, y que mi amigo Iraní no sale muy bien parado. En el lado contrario, los que han decidido rechazar esta historia como palabra de Dios, explicarán con toda razón, que con ella se refuerza el odio que cada año asesina a miles de homosexuales. Podría empezar situándome en el campo de los literalistas

Mi familia, por fin, es constitucional

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Decir que poco nos hubiera importado que el Tribunal Constitucional hubiese aceptado el recurso que el Partido Popular presentó hace siete años contra la posibilidad de que miles de personas en nuestro país pudiesen casarse con la persona de su mismo sexo que han escogido libremente, sería mentir. ¿Cómo se sentirían los millones de matrimonios entre personas de diferente sexo si se declarase inconstitucional su matrimonio? ¿Cómo se hubieran sentido si durante siete años un Tribunal hubiese estado deliberando sobre si es o no válida legalmente su unión? ¿Qué pensarían si alguien al que no conocen, y que no sabe nada de su realidad familiar, tuviese que decidir influenciado por la posición del partido político que le nombró, sobre si lo suyo puede o no ser llamado matrimonio, o si sus hijas o hijos pueden ser reconocidos por los dos miembros de la pareja? Podríamos seguir preguntando: ¿cómo se sentirían si millones de personas se hubieran lanzado a la calle para oponers

“Me gustaría que las iglesias se transformaran en lugares de aceptación e inclusividad para todxs"

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Entrevista a Carmen Llanos,  primera mujer española  diaconisa  de la  Iglesia de la Comunidad Metropolitana. Hola Carmen, sabemos que tu mujer y tú vivís desde hace años en Toronto, Canadá, ¿qué hace una pareja de mujeres españolas tan lejos de su país? Llevamos casi 13 años residiendo en Toronto. Nos marchamos de España por circunstancias profesionales pero uno de los factores que contribuyeron a  nuestra decisión de irnos a vivir a este país fue lo avanzado que estaba en aquel momento respecto a legislación y aceptación social de las personas LGTB. Allí trabajas como diaconisa en la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), ¿cómo conociste esta comunidad y en que consiste tu labor como diaconisa? Cuando se legalizó el matrimonio igualitario en Canadá decidimos formalizar nuestra unión. Raquel, mi pareja, quería una celebración de tipo religioso. Unas amigas nos hablaron de la Iglesia y decidimos pasarnos por allí. Cuando llegamos, lo que m á s nos llam ó la