Una lectura gay del Apocalipsis (II)
1. Introducción
Después de las cartas a las siete
iglesias, el Apocalipsis nos lleva directamente al cielo, concretamente ante el
Trono de Dios. Allí nos relata como Jesús, el León, el Cordero degollado, es el
único ser digno de poder abrir el Libro sellado que Dios sostiene en su mano
derecha. Y puede hacerlo no por su fuerza o poder, sino por su debilidad y
entrega, por su sacrificio que le llevó hasta la muerte en la cruz. El Libro no contiene
leyes o profecías, sino el sentido de la historia, que sólo Jesús puede llevar
a la consumación.
Al abrir cada uno de los siete
sellos, el Cordero permite que la historia se despliegue y podamos ver los
males que esconde. Los cuatro primeros nos desvelan, mediante cuatro
caballos/jinetes, cual es la situación real de la historia. Los Vivientes
llamaban al Cordero para que por fin hiciera su aparición en el mundo, pero no
fue él quien llegó, sino los cuatro caballos con jinetes que traen destrucción
a la tierra. El
quinto y el sexto sello muestran el clamor de las víctimas y la respuesta a su
situación desesperada. El séptimo nos hace contener la respiración, y nos
prepara para la sección siguiente: las siete trompetas.
Continuando con nuestra lectura
desde una experiencia gay, con la apertura de los sellos caen los velos tras
los que se escondían los mecanismos que utiliza la Bestia de la
heteronormatividad, y de la relación unívoca entre sexo y género, para
imponerse en el mundo y ahogar la voz de quienes no siguen sus dictados. Con
los primeros cuatro sellos descubrimos cuatro fuerzas destructoras que arrasan
todo a su paso, y ante las que tenemos la sensación de que no hay escapatoria
posible.
2. Los cuatro jinetes del
Apocalipsis
El primer Jinete es
engañoso, vestido de blanco viene montado en un caballo también blanco. Todo
nos hace pensar en el Mesías, todo apunta hacia esa posibilidad, pero es sólo
un espejismo, una falsa promesa de vida y de salvación para las personas lgtb.
Es el poder de la falsa religión, de las teologías, iglesias, morales
cristianas que quieren acabar con nosotros. Así lo percibimos, hablan de amor,
comprensión, perdón... pero con su arco están dispuestos a lanzarnos flechas
que nos dejen sin vida. No siguen al Cordero, al enviado de Dios para
liberarnos, sino a la Bestia.
Tras su paso, un reguero de
sangre y sufrimiento: familias rotas, vocaciones frustradas, autoodio, falta de
aceptación, violación de la dignidad, personas destruidas, enfermedad, suicidio
y muerte. Todo en nombre de Dios, pero al servicio del Imperio de la heteronormatividad
al que realmente sirven. Pueden hacerlo abiertamente, declarándonos la guerra
desde los púlpitos, o de formas más sutiles, prometiéndonos la liberación de
sus prisiones en un futuro incierto. En el fondo no hay mucha diferencia, la
muerte, la imposibilidad de que vivamos tal y como somos es su propósito, y al
final utilizarán todas las armas que tengan a su disposición para lograrlo.
Para ser fieles a la verdad no
todas las teologías, iglesias y morales cristianas están al servicio de la Bestia. Las hay que
trabajan para desenmascararla. Pero parece claro que en este caso no hay puntos
intermedios, no hay zonas neutrales, o se colabora con la opresión, o con la liberación. La inacción
es una forma de opresión, y tiene su origen en una homofobia que quiere
esconderse o disimularse. El trabajo de todas las personas y comunidades
cristianas que acompañan y defienden los derechos de las personas lgtb es la
verdadera liberación que se fundamenta en una relación real con el Cristo
crucificado, el Cordero de Dios.
El segundo jinete es rojo,
como la sangre, lleva en sus manos una espada y en su cabeza una corona.
Podemos interpretarlo como el poder político que busca la paz segando la vida
de quienes no se inclinan ante la Bestia. Puede hacerlo de forma implacable
violando, encarcelando o colgando de una horca a los disidentes mientras el
resto del mundo permanece en silencio. O quizás utilizando métodos más “sofisticados”
y “liberalconservadores” que invisibilizan o deforman la realidad lgtb. Su principal arma es la
propaganda, que presenta a los seguidores de la diversidad divina como una
insignificante minoría que pone en
peligro la convivencia.
Vence dividiéndonos y haciéndonos
creer que tenemos intereses diferentes y contrapuestos, de esta manera nos
enfrenta para debilitarnos. Finalmente nos entrega sus espadas de guerra para
que nos matemos unos a otros en una guerra fratricida. Sabe muy bien que la
unidad es nuestra fuerza, y por eso ataca sin piedad la tolerancia, el respeto
a la diversidad o la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona,
imprescindibles para que la comunidad lgtb pueda sobrevivir y hacerle frente.
Es un poder corrupto y putrefacto del que forman parte muchos que han renegado
de quienes son y se han vendido a la Bestia.
El poder político por sí mismo no
es el segundo jinete del que nos habla el Apocalipsis, aunque una mirada a
nivel mundial pueda hacernos pensar lo contrario. En los últimos años hemos
visto como puede ponerse al servicio de la liberación. Sin
embargo seríamos ingenuos si no nos diésemos cuenta de que es uno de los
pilares fundamentales sobre los que se sostiene la Bestia, y que incluso en los
países donde la comunidad lgtb ha logrado que la mayoría de partidos políticos
defiendan sus derechos, su potencial destructor sigue presente en algunas
formaciones políticas. Aquí sus estrategias son más sutiles, y se pone el
disfraz de tolerancia, pero su finalidad sigue siendo la de destruir la vida de
los seguidores del Cordero.
Negro es el color del tercer
jinete, y con la balanza que sostiene en su mano trae el hambre al mundo.
Se nos advierte así que la justicia, representada por la balanza, adquiere una
dimensión perversa en manos del Imperio. Su propósito: que nunca quede
satisfecho el hambre de justicia de homosexuales, bisexuales, transexuales,
transgénero, o de toda persona que crea en el mensaje de amor y fraternidad de
Jesús. La ley al servicio de la Bestia, del estatus quo, del conservadurismo
más rancio que convierte en delincuentes a quienes no toman parte de los
principios de la uniformidad y el sectarismo.
Con la ley puede prohibirse la
misma existencia de las personas lgtb, o impedirse toda manifestación pública
que haga tambalear las mentiras de la heteronormalidad y la transfóbia. Pero
más acostumbrados estamos a que esa ley nos invite a pactar, dejándonos
reductos de libertad a cambio de que renunciemos a ver reconocidos nuestros
derechos. Sus migajas son adoradas por algunos como verdaderos banquetes,
cuando realmente se nos está ofreciendo la comida que comen los perros cuando
ésta cae de la mesa de su amo.
Ante esta situación, algunos
deciden alejarse del mundo y esperar con los brazos cruzados, o con las manos
pegadas y las rodilla dobladas, a que la justicia divina llegue algún día. Es
posible que para muchos ésta sea la única posibilidad si quieren seguir con
vida, pero para otros, el Apocalipsis es una llamada a la responsabilidad y al
compromiso por una justicia que nazca de los principios del evangelio. La
resistencia ante la in-justicia de la Bestia es una obligación ineludible para
quienes desean permanecer fieles al Cordero aquí y ahora. Resistencia o
sumisión, aquí reside la
cuestión. Construir justicia para todos, o mantenerla sólo
para algunos.
El último jinete que azota
la historia es la peste, enfermedad que genera muerte a su paso y se propaga
con enorme facilidad. Su color es verde, como el dólar; y es que no hay poder
mayor en el mundo que el de la economía y los mercados. Es cruel e inhumano y
no escucha jamás el dolor de las víctimas, sólo el sonido de los tesoros
mientras caen en sus sacos de codicia. Es un poder que entroniza el
individualismo y hace vivir exclusivamente para el enriquecimiento propio,
inmunizándonos ante las necesidades del resto de seres humanos. Destruye
personas, familias, empresas y países enteros si se lo propone. Parece
insaciable y temible, tras su paso, todo queda arrasado.
El engaño de lo que ha venido en
llamarse el “estilo de vida gay” reside sobre todo en crear un
espejismo, un ideal sin contenido que dice que las personas lgtb tienen dinero,
buenos coches, viven en áticos de lujo y van de vacaciones a Tokio o San
Francisco. Todo lo demás no importa, la única forma de salvación pasa por
evadirse completamente en el paraíso del dinero. Quienes no pueden o quieren
hacerlo quedaran marcados como travelos, bolleras o maricones, y la sociedad
los seguirá despreciando.
No se trata tanto de invitar al
desprendimiento o de hacer un voto de pobreza, sino de preguntarse porqué el
modelo que se vende de persona lgtb, no es el de aquella que se implica en la
mejora de su entorno, en dignificar la vida de quienes lo han perdido todo o la
que se preocupa más por la justicia que por su bolsillo. Cierto es que toda la
sociedad es manipulada por el poder económico, pero es innegable que el
colectivo lgtb lo está siendo de una manera más acusada. Hay que reconocer que
el dinero ayuda a defenderse mejor de una sociedad heterocentrista y
patriarcal, pero todo es hueco, puro
humo. Pactamos con una Bestia que puede volverse contra nosotros cuando lo crea
conveniente.
3. Quinto y sexto sello
El quinto sello deja ver a
las victimas y permite escuchar sus súplicas. Su deseo de justicia sólo puede
ser satisfecho por Dios mismo, por eso no dudan en dirigirse a Él para lograrla
y pedir venganza. No puede vencer la opresión; el Imperio que ha traído la
muerte a tantas personas, por el simple hecho de ser distintas al modelo
heteronormativo, debe ser derrotado y eliminado. La liberación de un mundo
uniforme que desprecia la diversidad es tarea de Dios, y por tanto también de
quienes dicen seguirle. Pero sería ingenuo no darse cuenta de que sólo es con
la ayuda de Dios que David puede acabar con Goliat. Por eso el creyente,
mientras trabaja por la justicia, mientras se niega a agachar la cabeza ante la
imagen de oro y piedras preciosas de la homofobia, la transfobia y el machismo,
dirige a Dios su grito desesperado.
No puede vencer la injusticia, no
puede quedar sin respuesta el dolor, la tortura psicológica, o la muerte de
tantas y tantas personas distintas. Con toda seguridad no es la venganza la
respuesta que Dios dará, eso lo sabe bien la víctima que le conoce, pero confía
en que Dios le dignificará y le hará justicia. “Yo sé que mi redentor vive,
y al final me levantará de los muertos” gritaba Job, y nosotros como él,
mientras trabajamos para que sea posible, gritamos también: “Yo sé que mi
redentor vive, y muy pronto derrotará todos los poderes que nos oprimen, y
curará todo el dolor que hicieron en la vida de millones de personas”.
La destrucción del mundo es la
promesa que encontramos al abrir el sexto sello, es eso una promesa, una
visión que ayuda a los oprimidos a entender que su lamento no quedará en el olvido
y que su labor, que ya deja ver brotes de vida, traerá un nuevo mundo al fin.
La vida tal y como la conocemos no puede sostenerse y por eso caen los
elementos que la
sostienen. Todo lo que había sido establecido para mantener
un mundo injusto, se vuelve contra quienes lo habían creado y mantenido para
caer sobre ellos. No es Dios quien los destruye, sino la inconsistencia de un
sistema cruel ante el que toda la creación se revela. Los que vivían al
servicio del Imperio prefieren esconderse en los últimos reductos de oscuridad
que les quedaban para morir aplastados por todo aquello que ya no se mantiene.
Una triste descripción de algo
que estamos acostumbrados a ver en los lugares donde la Bestia ha comenzado a
ser derrotada. Es cierto que muchas personas entienden que han colaborado con
un poder que era injusto, y deciden cambiar y actuar de una manera más humana.
Sin embargo hay otras que se niegan a reconocer su pecado contra la creación
rica y diversa de Dios, y prefieren esconderse y encerrarse en sus propios
mundos de homofobia, creyendo que estos guetos conseguirán algún día
reconquistar para el Anticristo el mundo que han perdido y añoran. Pero no hay
vuelta atrás, todo lo contrario, los guetos que construyen acabarán por
destruirlos a ellos mismos. Las personas lgtb conseguirán transformar las
estructuras y derrotar los poderes que son contrarios a la voluntad divina. Esa
es la promesa que encontramos en el Apocalipsis, que nos anima a resistir y nos
insta a seguir transformando el mundo.
4. Los 144.000 sellados, la
multitud incontable y el séptimo sello
Pero el fin no ha llegado
todavía, se nos ha dejado entrever la victoria para mantener la esperanza, sin
embargo el Apocalipsis nos devuelve de nuevo a la realidad en la que vivimos:
la batalla contra la
Bestia. Falta el aire en la tierra, y el final parece
próximo; sólo los que han permanecido fieles pueden formar parte del ejercito
de Dios que acabará con el dominio del Imperio de este mundo. Ésas son las ciento
cuarenta y cuatro mil personas escogidas, doce mil de cada una de las doce
tribus. Ellas llevan en su frente el sello de Dios, ellas son las portadoras de
su Espíritu.
Es difícil encasillar la
diversidad humana en unas siglas, siempre caemos en el reduccionismo. Hablar de
lesbianas, bisexuales, transexuales, heterosexuales o gays es una forma de
describir la realidad, pero no es la realidad misma, siempre habrá personas que
no se sentirán cómodas con ninguna de estas palabras. No podemos luchar contra
un sistema opresivo porque reduce la diversidad a una o dos categorías y
después imponer como verdad absoluta otro que lo amplia a cinco o seis. Las
doce tribus que forman el grupo que se resiste a la Bestia son muchas más de
las que nosotros conocemos, y cada una de ellas está formada por mil personas
distintas. Todas ellas dispuestas a enfrentarse a los ataques de los cuatro
jinetes apocalípticos, dispuestas a levantarse cuando caen en la batalla y a
dejar su vida en el intento de hacer visible la diversidad divina. Las que han
pactado con la Bestia, las que han decidido esconderse en su vida privada y no
mostrar lo que Dios ha hecho en ellas, no son contadas dentro de estas ciento
cuarenta y cuatro mil personas. Ellas no forman parte del ejercito liberador de
Dios, no importa que sus bocas juren adorarlo en cada instante de su
existencia.
Inmediatamente después de esto,
volvemos a abandonar la tierra y nos trasladamos de nuevo ante el Trono de Dios
y el Cordero. Allí somos testigos de la liturgia de victoria final de los
salvados. No sólo nos encontramos a los ciento cuarenta y cuatro mil que han
luchado contra la Bestia, sino que nuestros ojos pueden ver a una
muchedumbre incontable que celebran la salvación de Dios. No hay duda, el
Imperio que intenta hacernos daño y destruirnos, será vencido. Su poder no
durará siempre, porque aunque dice poseer la bendición divina, no sigue al Dios
que ha enviado al Cordero, sino al de sus prejuicios e intereses.
La homofobia, la transfobia, el
patriarcalismo, o el resto de rostros de la Bestia acabarán gracias a la labor
de una innumerable muchedumbre de todos los lugares de la tierra. No importa
nuestra religión, o incluso si creemos o no en Dios. Lo importante es que Dios
sostiene cada una de nuestras acciones de liberación, y algún día seremos conscientes
de ello, descubriremos a Dios y podremos verlo cara a cara, tal y como ella es.
Allí podremos agradecerle su ayuda diciendo: “Alabanza, gloria, sabiduría,
acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios por los siglos de los
siglos. Amén.”
La apertura del séptimo sello
ha llegado por fin, el Libro queda abierto mostrándonos los engaños de la
Bestia y prometiéndonos que la liberación de Dios no tardará en llegar. En ese
momento se hace un silencio en el cielo, y tras él suenan las trompetas, anunciando
que las murallas infranqueables de la ciudad de la Bestia, están a punto de
caer[1].
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