Solo Cristo salva
Cuando cristianos y
cristianas lgtbi hablamos de salvación, podemos evadirnos de la
realidad y empezar a hacer teología ficción, como esa que llena
libros infumables de teología, estanterías de seminarios
decadentes, o bancos de iglesias respetables que sirven a la
“verdadera doctrina”. Y lo podemos hacer porque tenemos tantas
ganas de ser como el resto de creyentes, que nos lanzamos en brazos
de la imitación. Y es que en realidad, reconozcámoslo, lo que a
nosotras nos salva, lo que nos otorga el perdón por nuestra
“disidencia” es que no se nos note demasiado el plumero. Y así,
con una voz grave, intensa, respetable, (pero sobre todo que repita
el mantra de la iglesia de la que queremos formar parte), podemos
empezar a explicar que la salvación es universal o solo para unos
cuantos escogidos, que es para siempre o puede perderse, que es por
la fe o que necesita de alguna obra por parte nuestra.... y bla, bla,
bla... Palabrería hueca sin alma, sin experiencia.
Que entremos al trapo
de tener que explicar que podemos ser cristianas y lesbianas,
evangélicas y transexuales, católicos y gays, bisexuales y
protestantes, ya dice mucho de nuestras propias inseguridades y de lo
asumida que tenemos la ideología heteronomativa que ha impuesto la
idea de que si eres cristiano eres heterosexual. Una ideología que
nos quema vivos desde los púlpitos de las iglesias, o que nos ofrece
bulas a cambio de pagar el precio de la sumisión, del no
cuestionamiento de su poder, un poder que a nosotros se nos revela
como demoníaco. Nuestra salvación, pasa por su aceptación, por su
respeto, y lo triste es que muchas de nosotras nos lo hemos creído,
y ponemos toda nuestra energía en ir amontonando buenas obras a ojos
de nuestros tribunales eclesiásticos particulares, sabiendo en el
fondo, que más que liberadas, vivimos enjauladas.
En su comentario al
libro de Romanos, Lutero dice unas palabras sobre las que todas las
personas lgtbi deberíamos reflexionar: “Aquellos
presumidos que... por la fe sola pretenden tener entrada, no por
Cristo, sino pasando al lado de Cristo, como si después de haber
recibido la gracia por la justificación, Cristo ya no fuese
necesario para ellos. Y como éstos, hay muchos en nuestros días que
hasta intentan convertir las obras de la fe en obras de la ley y de
la letra en provecho propio: después de haber recibido la fe por
medio del bautismo y el arrepentimiento, pretenden que ahora también
ellos mismos han de resultar del agrado de Dios en cuanto a su propia
persona, sin Cristo, cuando en verdad es necesario tanto lo uno como
lo otro: tener fe, por supuesto, pero también tener al mismo tiempo
y para siempre a Cristo como Mediador de esta fe”.
Y
es que quizás, a veces, demasiadas veces, el Mediador de nuestra fe
no es Cristo, sino las obras que intentamos realizar para aparecer
como buenos cristianos dignos de ser aceptados por nuestra familia,
nuestra comunidad, nuestra iglesia.
Para
nosotras, personas lgtbi, no habrá liberación, salvación, que no
pase por Cristo. Nuestras buenas obras que satisfacen las demandas
heteronormativas, son solo obras de la ley, del legalismo. Para
nuestra salvación es necesaria la fe, pero no fe en personas e
instituciones al servicio de la heteronormatividad, sino en quien
predicó el evangelio, fué crucificado y resucitó: Cristo. Cuando
nos abandonamos en los brazos de los deseos heteronormativos, nos
alejamos de Cristo, nos alejamos de la salvación. Y puede parecer lo
contrario, porque es más fácil vivir en paz con un entorno
religioso que nos incita a cumplir con lo que se espera de nosotras,
que seguir al maestro, seguir a quien puso al ser humano y su
felicidad por delante de cualquier institución. Es más fácil
someterse, y actuar como si no lo estuviésemos haciendo, como si hubiésemos elegido nuestra humillación por amor a Cristo. Pero no lo
hemos hecho por él, lo hemos hecho por cobardía, por falta de fe en
Jesucristo, por eso no nos sentimos liberados, por eso no estamos
salvadas.
Cuando
la Biblia nos habla de tener fe en Cristo, no se refiere a aceptar a
Jesús como salvador, como quien tiene un amuleto o simplemente una
imagen a la que se aferra por miedo a la vida y a la muerte. Tener fe
en Cristo significa seguimiento, solo Cristo salva, nada de lo que
nosotros somos o dejamos de ser añade algo a esa salvación. Nuestra
homosexualidad, nuestra identidad de género, nuestra bisexualidad...
no posibilita o impide la salvación de la que Jesucristo es
intermediario. Solo en el seguimiento de Cristo alcanzamos la
salvación, en el seguimiento de quien se atrevió a ser diferente al
resto, de quien se atrevió a mostrar una identidad diferente a la
que se esperaba del Mesías, el que se posicionó del lado de quienes
estaban excluidos por parte de los buenos religiosos de su tiempo.
Solo cuando estamos dispuestos a caminar sobre las aguas, a perderlo
todo por la llamada a la acción de Jesús, es cuando alcanzamos la
salvación que Dios desea para nosotras y nosotros. Una salvación
que no tiene nada que ver con la represión, sino con la felicidad y
con la vida. Porque solo Cristo fue crucificado para que nosotras y
nosotros tuviésemos vida. Solo él es nuestro intermediario, solo es
a él a quien deberíamos querer agradar.
El
seguimiento de Cristo, no es un seguimiento individualista, sino que se
realiza junto a otras personas, algunas de las cuales es posible que
ni siquiera se definan como cristianas. La tentación de crearse un
Cristo a nuestra imagen y semejanza, se desvanece en la convivencia
con otras personas que también pretenden seguirle. “Solo
Cristo”, no
excluye al resto de creyentes, ni al resto de la humanidad, porque
Cristo es el lugar de encuentro de quienes trabajan por la justicia y
por la vida. Y ésto lo debemos tener muy en cuenta las personas
lgtbi, ya que la exclusión que hemos padecido, o que todavía
padecemos, puede ser una justificación para el individualismo, para
el “Solo Cristo y
yo”.
Y aunque debemos ponernos a salvo de las ideologías y comunidades
cristianas que intentan separarnos de Jesús, que nos exigen obras
para satisfacer las demandas heteronormativas, no por eso debemos
creer que somos solo nosotros los que seguimos a Cristo
correctamente. La comunidad cristina es un arcoíris diverso en el que
nosotras no alcanzamos a reflejar todos los colores, pero que sin
nuestra presencia tampoco llega a verse completo. Siempre hay
personas al lado del Cristo al que seguimos, si no fuese así, estaríamos siguiendo una ilusión, no a Jesús de Nazaret. Solo
Cristo nos salva, pero no solo nos salva a nosotros.
Que
levantemos nuestra voz, como hace cinco siglos hiciera Lutero y otras
y otros reformadores, es imprescindible para seguir reformando la
Iglesia. Una Iglesia de la que podemos decir por experiencia que se
ha alejado de Cristo y ha vuelto a situar la ley, en nuestro caso la
ley que exige el cumplimiento de los preceptos heteronormativos, como
mediadora entre los seres humanos y Dios. Pero en el cristianismo el
único intermediario es Jesús, un Jesús en el que las personas
lgtbi nos sentimos reflejadas, en el que nuestras experiencias son
cuestionadas, en el que nuestro amor es bendecido, y en el que
nuestra identidad de género es incluida. Un Jesús que se ha
acercado para decirnos que le sigamos a él, no a una religiosidad
presa por las obras de la ley, y que en su seguimiento, compartido
con otros seres humanos, encontraremos la salvación. Pero no una
salvación entendida como éxito o reconocimiento individual, si
buscamos eso es mejor seguir aferrados a la ley, sino una salvación
que busca la justicia, la liberación y la felicidad, tanto
individual como colectiva.
Como
bien expresó Agustín de Hipona “Quien
está lejos de Dios, está lejos de sí, alienado de sí mismo y sólo
puede encontrarse si se encuentra con Dios y así.. alcanzar su
verdadera identidad”,
pero nuestra aproximación a Dios no tiene lugar cuando actuamos como
el resto del mundo espera, las buenas obras no nos acercan a Dios. El
abismo que nos separa de Dios, que nos separa de nosotros mismos y del
resto de seres humanos sólo puede ser salvado por Cristo. Sólo él
es el mediador, todo lo demás nos hace perder la vida. Por eso los
cristianos lgtbi deberíamos dejar de poner tantas veces los oídos en
lo que la homofobia religiosa dice sobre nosotras, y fijar nuestra
vista en Jesús, el verdadero dador de vida. Solo Cristo salva.
Carlos
Osma
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