Un Mesías saliendo del armario
Una lectura queer de Mr 1,1-3,19
- INTRODUCCIÓN
1.1.
Para empezar situémonos.... ¿Cuándo, quién, dónde, cómo y porqué?
El Evangelio de Marcos fue escrito alrededor del año setenta.
Tradicionalmente se atribuía a Juan Marcos que lo habría escrito en Roma
basándose en las enseñanzas del discípulo Pedro[1]. Los
estudios actuales apuntan más bien a Siria como lugar aparición, y a un
desconocido Marcos, que no tendría nada que ver con el anterior, como autor[2].
Marcos lo escribió utilizando un Relato de la Pasión,
escrito en Jerusalén en la década 40/50, relatos orales o escritos de
exorcismos y sanaciones con las que la gente envolvió desde el principio la
figura de Jesús, y tradiciones apocalípticas[3]. Es
importante tener en cuenta que el autor uniendo todos estos elementos creó el
género literario llamado “evangelio” que después seria imitado y
adaptado por otros autores.
Los primeros seguidores de Jesús provenían del judaísmo pero
más tarde, sobre todo gracias a la predicación del apóstol Pablo, personas no
judías aceptaron el mensaje de Jesús (importante tener en cuenta que en aquel
momento los cristianos, aunque con peculiaridades y ciertas tensiones, formaban
parte del judaísmo). La conversión de paganos al evangelio produjo una fuerte
discusión dentro del cristianismo que reflejan las Cartas Paulinas. ¿Tenían
éstos que circuncidarse y cumplir la Torah? El Concilio de Jerusalén, hacía el
año 50, aborda este tema y decide que no era necesario, sólo se les pide “abstenerse
de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación[4]”.
Pero han pasado 20 años desde el Concilio y la comunidad para
la que Marcos escribe, con intención canónica y relativizando la Torah, está
formada mayoritariamente por personas que proceden del paganismo. Aún así, era
una comunidad que todavía estaba dentro del judaísmo, y eso le generaba dos
tensiones muy fuertes. Por una parte era percibida socialmente como una amenaza
tras las revueltas judías que pretendían liberarse del poder de Roma, y por
otra, era vista como una amenaza por el judaísmo ya que cuestionaba pilares
básicos como la observancia de la Ley y el monoteísmo.
Sin embargo el Evangelio de Marcos muestra como, a pesar de
las circunstancias, la comunidad marcana no se dejó llevar simplemente por
estas dos tensiones, sino que se atrevió a reflexionar su fe en Jesús desde sus
propias categorías, desde su propia experiencia y necesidades. No sólo como una
respuesta a las preguntas que les venían desde fuera, sino buscando respuestas
a las preguntas que en ella misma se producían.
1.2.
Compartiendo experiencias
Hacer una identificación entre la experiencia de los
cristianos y cristianas LGTBI y la de aquella comunidad para la que Marcos
escribió sería absurdo. Pero es evidente que salvando muchas distancias puede
haber puntos de contacto. Si la comunidad marcana entendió que aceptar a Jesús
no implicaba la aceptación de la Ley y normas judías; las cristianas y
cristianos LGTBI entienden cada vez de una manera más clara que el seguimiento
del evangelio no implica la aceptación del sistema heteronormativo con el que
ha sido envuelto. Es posible vivir la buena noticia de Jesús desde la propia
experiencia, y preguntarse con honestidad si aún hoy tiene algo que decir.
Enrocarse en justificarse ante unas comunidades que viven con mayor o menor
controversia la diversidad sexual y de género, forma parte de un paradigma ya
caduco en el que se mueve con facilidad el patriarcalismo y el fundamentalismo.
Las nuevas comunidades inclusivas formadas mayoritariamente por personas LGTBI
reflexionan el evangelio desde lo que son, tratando de abrirse con honestidad a
lo que creen que Dios quiere decirles.
La lectura del Evangelio de Marcos que sigue a continuación
pretende ser una de esas reflexiones.
- PREPARACIÓN DEL
MINISTERIO DE JESÚS (1,1-13)
2.1.
Comienza el evangelio de Jesús
La palabra evangelio, como verbo, indica la proclamación de
un cambio inminente en el poder; Dios reinará y liberará a su pueblo. Como
sustantivo significa el nacimiento o entronización de un emperador. Alrededor
del año 68 d.C. Vespasiano llega al poder, saca al Imperio de una profunda
crisis y trae la paz y la estabilidad. Sin embargo Vespasiano no formaba parte
de una dinastía legitimada por nacimiento, por eso, para legitimarlo se decía
que había sido elegido por los dioses y se cuentan historias de curaciones
milagrosas que había realizado[5].
Los cristianos que predicaban y esperaban la vuelta de su
Mesías Jesús para liberarlos, se encuentran que quien había venido en realidad
era Vespasiano, el Emperador romano. En ese momento Marcos escribe su
evangelio, mejor dicho su anti-evangelio. El mensaje será claro a lo largo de
su obra: para ser un actor de ese cambio inminente que cristianos y cristianas
esperan, se necesita entrar en el discipulado del sufrimiento, renunciar a toda
propiedad y afrontar la persecución. La liberación pasa siempre por la entrega
y por asumir riesgos.
Uno de los poderes que hoy envuelve a cristianos y cristianas
LGTBI y al que tienen que hacer frente es el patriarcalismo. Si anhelan la liberación que promete el
evangelio, se enfrentaran a la opresión de quienes dicen que no pueden ser,
sentir, o actuar tal y como son. Que la naturaleza o los dioses no los han
elegido a ellas y ellos, y que tienen que renunciar y someterse. El evangelio,
la buena noticia, parecen predicarla quienes les oprimen, porque da la
impresión de que sólo ellos pueden asegurar una vida plena y en paz. Pero el
evangelio del que Marcos habla comienza proponiendo a las personas LGTBI ser
sujetos del cambio y afrontar con valentía los riesgos con los que el
patriarcalismo les amenaza: exclusión social, religiosa, bullying, negación de
derechos, ocultamiento, patologización, etc.
Desde ese aparente desierto al que son empujados por la
heteronormatividad, los roles de género, o la moral sexual; se puede escuchar
la voz del profeta que les cuestiona y les llama a crear caminos nuevos donde
el verdadero Mesías pueda hacer su aparición.
“Voz que clama en el desierto:
-Preparad el camino del Señor.
¡Enderezad sus sendas!-”
La única manera de preparar el camino para la venida, para la
vuelta de Jesús, es recorriendo el que él mismo hizo. Un camino que comenzó con
su bautismo.
2.2.
El bautismo
Las personas que formaban la comunidad marcana sabían que
habían recibido su identidad cristiana en el bautismo. Aquel fue el momento en
el que se comprometieron a seguir el camino de Jesús, y en el que asumieron una
identidad que no les ofrecía honor y poder en la sociedad a la que pertenecían,
sino todo lo contrario. Los cristianos y las cristianas de la comunidad marcana
sabían que no estaban siguiendo al Mesías Vespasiano que les ofrecía paz y
seguridad, sino a aquel Mesías que fue bautizado en el Jordán por Juan el
Bautista y que acabó colgado en una cruz poco tiempo después.
Marcos nos relata el bautismo de Jesús explicándonos que
justo en ese momento Jesús fue consciente por primera vez de su identidad, de
quien era. Y por mucho que se rodee de elementos sobrenaturales, la revelación
fue personal. Sólo él vio descender una paloma del cielo y escuchó la voz de
Dios. Al igual que él millones de personas LGTBI descubren cada día su
identidad sexual o de género en soledad. Ese es el momento en el que son
bautizadas, en el que como los primeros cristianos, son desplazadas del lugar
que la sociedad les tiene asignadas. El descubrimiento de la propia identidad
sexual o de género, es el primer sacramento para las personas LGTBI.
2.3.
El desierto
Después del bautismo, Jesús es llevado al desierto donde es tentado
por el diablo. Una experiencia que tiene mucho que ver con la de muchas
personas LGTBI después de ser bautizadas por el Espíritu que les ha revelado
quienes son. Entre el descubrimiento de quién se es y la aceptación, hay un
proceso más o menos largo que tiene por costumbre empezar en un desierto de
tentación. Un desierto donde se invita a renunciar a la elección, al bautismo
del Espíritu.
No deberíamos faltar a la verdad y reconocer que hay muchas
personas LGTBI que no han seguido este camino hacia el desierto. Que la
aceptación de su orientación sexual ha sido un momento vivido con las mismas
dudas, miedos y alegrías con que lo viven la mayoría de personas
heterosexuales. Y esto debe ser resaltado y celebrado, puesto que significa que
el trabajo de mucha gente está dando sus frutos, permitiendo que cada vez más
personas vivan de forma más libre y feliz. Pero estaríamos mintiendo si no
recordásemos que para la mayoría de personas, muchas a edades muy tempranas
donde todavía son vulnerables, el descubrimiento de una orientación sexual o de
género no normativa produce consecuencias negativas e incluso trágicas. El
desierto, la tentación de dejar de ser como se es, de rendirse ante el poder
satánico del patriarcalismo y del fundamentalismo, es una experiencia que forma
parte de la vida de la mayoría de personas LGTBI.
Pero el Evangelio de Marcos, sin negar esta realidad, nos
dice algo más: que en aquel desierto, no sólo se es tentado por Satanás, sino
que también se es servido por los ángeles. Jamás hay abandono absoluto, incluso
en ese desierto en el que la soledad y la duda parecen imponerse, quien pensó
en nosotros y nosotras desde antes de la fundación del mundo como personas LGTBI,
no nos abandona. Quienes leen esta experiencia terrible simplemente desde el
abandono absoluto, se equivocan.
Es cierto que el desierto en la Biblia significa un lugar de
prueba, tentación, o el espacio donde se experimenta la propia vulnerabilidad;
pero el desierto también es el lugar donde se experimenta la providencia divina,
donde podemos encontrar a Dios, o el primer paso tras la liberación. Muchas
personas quedan atrapadas tristemente en ese desierto, son vencidas por la
tentación y son incapaces de plantearse su vida como personas LGTBI de una
manera satisfactoria. Pero otras descubren que ese desierto ya es el primer
paso para ser realmente libres, y que quedarse más de cuarenta días allí, no
tiene demasiado sentido. Quizás no se tengan las fuerzas suficientes para
reconocer ante todo el mundo quien se es, pero el Jesús del evangelio de Marcos
invita a no permanecer en un lugar donde no hay posibilidad de vida. Llama más
bien a salir de allí en busca de un camino de liberación junto a otras personas
que también desean ser tratadas de una manera justa y digna, en un mundo
diverso y más humano para todas y todos.
- INICIO DE LA
PREDICACIÓN EN GALILEA (1,14-45)
3.1.
¿Dejarlo todo?
“El Reino de Dios está cerca”, ese es el mensaje de Jesús tras su salida
del desierto. No es un mensaje de resentimiento, de dolor o de odio, sino un
mensaje de esperanza. Todavía no ha verbalizado ante las personas que tiene a
su alrededor cual es su identidad, quizás todavía no está preparado, pero
acepta la misión que tiene asignada por ser quien es: anunciar con sus palabras
y con su vida que la voluntad de Dios, que ha sido sepultada tras leyes, normas
y verdades absolutas, volverá a hacerse presente.
Es interesante ver como Jesús se acerca a otros hombres
mientras limpian sus redes y les pide que le sigan. Estos inmediatamente lo
dejan todo y van tras él. Es posible hacer una conexión entre este texto y las
relaciones entre hombres en zonas de “cruising”. Es evidente que los
lugares donde la homosexualidad es negada se convierten en zonas de “cruising”
perfectas donde el sexo pierde su dimensión humana y es vivido sólo en su
dimensión animal. Muchos se escandalizan y rasgan sus sotanas y biblias
pensando en baños públicos, playas o paradas en la autopista donde se practica
el “cruising”, pero se olvidan que esos lugares han sido creados por su
opresión, y que la zona más grande de “cruising” en occidente es la
Iglesia. El sexo anónimo, salvaje y de riesgo florece en los bancos y púlpitos
de las iglesias donde se predica la homofobia; es la única expresión posible
que tienen en ese lugar lesbianas y gays. Y allí, a esas barcas-iglesias que
hace tiempo que no salen al mar, y donde las redes opresivas siempre se están
poniendo a punto; viene Jesús para hacer salir a quienes desean algo nuevo, a
quienes como Jesús descubren que su identidad les llama a construir una vida
mejor donde el amor se haga presente en todas las dimensiones de la persona.
Para muchas personas LGTBI, como para los primeros cristianos
y cristianas, seguir a Jesús significa dejarlo todo. Es un precio que hay que
pagar para poder vivir en libertad, una tasa inevitable para poder amar y ser
amado. Y eso es lo que hacen Simón, Andrés, Santiago y Juan cuando Jesús les
llama a dejarlo todo; y lo que hacen todos los días mujeres y hombres LGTBI.
Pero el evangelio no hace de esto algo trágico, ni convierte a estas personas
en mártires; sino que pone todo el énfasis en el seguimiento de aquel que les
llama para ser pescadores de hombres.
En Jesús y en su seguimiento reside la esencia del
cristianismo, dejando atrás formas opresivas y paralizantes de entender a los
seres humanos. Los discípulos de Jesús asumen que deben alejarse de lo que su
entorno tenía pensado para ellos, dejan el lugar social y las responsabilidades
que de ellos esperaba la sociedad y la familia, para ir tras un maestro que les
pide “ser pescadores de hombres”, ser y anunciar el evangelio que traerá
un mundo nuevo. Y las personas LGTBI cristianas deben entender que esa misma
llamada se les hace a ellas hoy, dejar sus barcas-iglesias donde sólo pueden
satisfacer sus necesidades negándolas, para ir tras el maestro que les llama a
predicar el amor.
Sin embargo unos versículos más tarde[6]
encontramos algo que nos sorprende... Jesús entrando en casa de de Simón y
curando a su suegra. Evidentemente no todos los discípulos han tenido que pagar
el precio de dejar la familia. Las comunidades cristianas a las que el
evangelista escribía estaban formadas también por personas que como Simón eran
cristianas junto a su familia. También las experiencias LGTBI en Occidente
empiezan a cambiar y no todo el mundo tiene que abandonar su familia biológica
para poder vivir en plenitud. Romper o no romper ese nexo sanguíneo no es mejor
ni peor; lo importante, lo decisivo, es abandonar las ideologías y estereotipos
con los que hemos sido educados, el patriarcalismo y el poder de la sangre, y ponerse
en marcha tras Jesús para construir un mundo nuevo junto a personas con las que
compartimos la misma fe y la misma lucha por la justicia.
3.2.
No se lo digas a nadie
Después de la llamada a los primeros discípulos el evangelio
relata la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno, un espíritu que
lo hace parecer desviado y enfermo. Sabemos que la enfermedad puede ser una
construcción social, y en el Evangelio de Marcos nos encontramos con una de
ellas: la posesión diabólica. Gracias a esa construcción, las personas de hace
dos mil años podían expresar su situación límite en un lenguaje aceptado
públicamente[7]. Uno de esos “espíritus”
creados socialmente siente miedo de la acción de Jesús, pero Jesús le hace
callar y salir del hombre atormentado. Son esos mismos “espíritus” construidos,
que conocen muy bien la identidad de Jesús, los que continúan todavía hoy
atormentando la libertad de muchas personas LGTBI, intentando situarlas fuera
de control. Sin embargo la mirada de Jesús nos hace mirar hacia otro lado y nos
muestra el temor de esos “espíritus” por perder el control sobre lo que
significa ser normal, estar sano, ser un buen ciudadano o una cristiana
respetable.
Es muy relevante que la acción tenga lugar dentro de una
sinagoga, dentro de un espacio religioso, puesto que la comunidad marcana sabía
perfectamente la presión que el judaísmo oficial estaba ejerciendo contra ella
para hacerles parecer endemoniados. Una presión que la mayoría de cristianos y
cristianas LGTBI siguen sintiendo dentro de sus comunidades, y que sólo la
Palabra de Dios puede hace desaparecer. El evangelio les invita a dejar de
mirarse constantemente así mismos para justificarse, y a poner su mirada en el
temor y el miedo a lo desconocido, a la diferencia, que sienten muchos
heterosexuales cristianos que actúan de manera diabólica para defenderse.
Sólo la palabra de Dios, una palabra que se sitúa del lado de
quienes ven negada su libertad, puede hacer desaparecer el espíritu de la
letra, de la ley y del poder que azota a nuestras comunidades cristianas. Es la
primera misión de los seguidores de nuestro Jesús armarizado, predicar en las
sinagogas y expulsar de allí los demonios.
Otro de los milagros que relata Marcos es la curación de un
enfermo de lepra, enfermedad mutilante y considerada vergonzosa en aquel
momento. El leproso era en el judaísmo una persona inmunda[8] y así
tenía que reconocerlo para ser después excluida de la comunidad. Pero lo
que la Ley y la costumbre hizo impuro, Jesús purificó con su mano. El contacto
con Jesús fue suficiente para que la lepra desapareciese. Y es ese contacto con
Jesús al que las personas LGTBI deberían aspirar, es ese contacto el que las
purifica, el que les saca de encima siglos y siglos de exclusión. Un contacto
real, en el que los creyentes LGTBI se aproximan a Jesús tal y como son, sin
fingir. Llevando consigo sus contradicciones y su fe. Acabar con la mirada que
excluye, que cataloga como un peligro, que hace enfermar y sufrir, no es el
camino que libera a las personas LGTBI. El militarismo, aunque imprescindible,
no es suficiente para construir el Reino de Dios. Sin una transformación
personal, no hay transformación social. Si los cristianos y cristianas no se
sienten liberadas por Jesús, si no viven la convicción de ser amadas por él, su
trabajo es en vano.
Después del milagro al leproso, Jesús le pide que no cuente
nada de lo ocurrido. Jesús quiere mantener su identidad en secreto, sabe que su
salida del armario lo pondría en una situación de riesgo que todavía no está
dispuesto a asumir. Pero su demanda es un imposible y en cuanto se marcha, el
leproso fue explicando lo ocurrido a todo el mundo. Es imposible silenciar el
milagro, quizás como Jesús podemos no poner nombre a lo que somos por miedo,
pero si de verdad estamos por la liberación, nuestras acciones pondrán en
evidencia quienes somos. La pluma siempre nos acompaña, es nuestra raza. La
pluma de Jesús, su diferencia, su elección, lo delataba mientras se movía
todavía en tierra de nadie, en una zona intermedia entre el desierto y la
resurrección.
- EL CONFLICTO
RELIGIOSOS INEVITABLE (2,1-3,12)
4.1.
Monoteísmo
Sólo una comunidad cristiana mayoritariamente no judía como la de Marcos podía poner en
duda el monoteísmo. La Torah lo afirma rotundamente: “Shemá Israel, Adonai
Eloheinu, Adonai Ejad[9]” (“Oye Israel, el Señor es nuestro Dios, el
Señor es uno”). Y para una comunidad cristiana que todavía formaba parte
del judaísmo, es evidente que esto suponía un gran conflicto con la ortodoxia. Pero
para los seguidores y seguidoras de Jesús de la comunidad marcana, su maestro
no era un hombre como los demás, en él veían la revelación divina, incluso a
Dios mismo. Y esta percepción, esta convicción que se basaba en su experiencia,
entraba en contradicción con la religión de la que todavía formaban parte: el
judaísmo. Podrían haberse callado, haber intentado pasar desapercibidos, podían
haber negado su experiencia y traducirla con las herramientas y los límites que
el judaísmo oficial les aportaba. Pero la comunidad marcana decidió hacer lo
contrario leyendo la tradición desde sus propias coordenadas.
Y así podemos entender el texto en el que Jesús se atreve a
perdonar los pecados a un paralítico, entrando en conflicto directo con los
Fariseos y los Maestros de la Ley. Ante esta acción es evidente que los
religiosos sólo podían exclamar sorprendidos y enfadados: “¿Quién puede
perdonar los pecados sino Dios?[10]”. Una blasfemia
como la de Jesús estaba basada más en la experiencia de las cristianas y
cristianos de la comunidad marcana, que sentían perdonados sus pecados tras el
bautismo, que en la práctica de Jesús. Y ante esta experiencia de estar
tratando no sólo con un hombre, con un maestro o un mesías, sino con Dios
directamente, el monoteísmo estricto del judaísmo parecía quedar tocado de
muerte. Faltaban todavía unas décadas para que el cristianismo fuera expulsado
definitivamente de la sinagoga por afirmaciones como ésta, y unos cuantos
siglos para que la ortodoxia cristiana intentase hacer encajar la divinidad de
Jesús con el monoteísmo.
Hasta no hace mucho tiempo, cuando se hablaba de sexo, género
y orientación sexual, evidentemente sin utilizar estos conceptos, había un
único Dios. Era el Dios masculino, que se comportaba “como un hombre” y cuyo
objeto sexual eran las mujeres. La divinidad incuestionable no sólo dentro de
las iglesias, sino en todos los rincones era el Dios macho. Esta construcción
política no era neutral sino que se basaba en una manera de ver el mundo y de
construirlo, una forma de elegir quien está arriba y quien abajo, quien está
mas cerca de Dios y quien está más alejado. Una construcción estática dispuesta
a permanecer así, sin moverse, por toda la eternidad; castigando, condenando y
expulsando a quienes podían poner en peligro el estatus de los “santos”.
Pero las personas LGTBI saben que la divinidad también se
revela en otras maneras de entender el cuerpo, en otras formas de relacionar el
sexo y el género, en otras identidades. Saben que Dios no puede ser reducido
sólo a las cinco siglas LGTBI con las que se nombran, pero tampoco al Dios macho. “No
te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni
abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te
inclinarás a ellas ni las honrarás[11]”, dice la Torah. La
heterosexualidad no es la divinidad, aunque Dios pueda revelarse en ella, la
masculinidad no es Dios, y Dios no es el falo. La experiencia cristiana de las personas
LGTBI puede toparse con una Diosa lesbiana, con una Diosa que nació encerrada
en un cuerpo de macho, con un Dios bisexual al que le gusta dar y recibir
placer con un dildo gigante.... La experiencia cristiana de las personas LGTBI,
puede proponer miradas diferentes que destruyan la imagen del Dios macho
todopoderoso, construyendo otras divinidades que sepan vivir en comunidad, que
sepan compartir y aportar al resto de divinidades. Divinidades que no pretendan
imponerse, sino expresarse, y que nazcan de la experiencia sabiendo que son efímeras.
A la divinidad sólo nos acercamos con percepciones e intuiciones, jamás podemos
abarcarla. La heteronormatividad es el pecado de reducir a Dios a la
experiencia de unos pocos silenciando a otros. El Dios del Reino que queremos
construir será queer, será una desviada, que no se revela de una única
forma, ni de la misma forma para siempre. Un Dios que lo es todo en todas[12] y que
gracias a la acción de Jesús es capaz de levantarse de su parálisis y moverse.
4.2.
La Ley
Cuando Jesús come con publicanos y pecadores, cuando se niega
a reprender a sus discípulos por no ayunar o por arrancar espigas en sábado,
cuando se atreve a curar a un hombre también en sábado, está transgrediendo
deliberadamente la Ley. Sabe
perfectamente que esto provocará un conflicto con los Fariseos pero eso no le
frena en absoluto. La practica de las cristianas y cristianos de la comunidad
marcana no se basaba en el Libro de la Ley, tenían la convicción de que los
seres humanos no estaban hechos para la Ley, sino que la Ley estaba al servicio
del ser humano. Entendían que formaban parte de una propuesta nueva y que la
pureza no pasaba por cumplir las normas de la religión de la que procedían. No
negaron completamente la Ley judía, pero la relativizaron. Jesús
era la nueva Ley ,
y desde él se interpretaba todo lo demás, también a los seres humanos y sus
acciones. Convirtieron a Jesús en el centro de todo, en el Señor de todo,
también de la Ley. Y
esta manera de entender la fe hacía que, como el mismo Jesús antes, se pusieran
en una situación de riesgo ante la religiosidad dominante.
En una carta que Dietrich Bonhoeffer dirigió en 1938 a unos jóvenes de la Iglesia Evangélica
Confesante , que se había separado de la Iglesia Evangélica
Alemana por su apoyo a Adolf Hitler, les decía: “Existe la
lucha de la iglesia como ley y la lucha de la iglesia como evangelio. En este
momento, la lucha se nos ha convertido en buena parte en una ley, contra la que
nos rebelamos: en una ley amenazante y colérica que nos derrota[13]”. En muchas
ocasiones la lucha de la Iglesia se ha convertido en una ley, normalmente para
apoyar situaciones injusta e inhumanas, pero al igual que los primeros
seguidores de Jesús y tantas y tantas personas a lo largo de la historia, los
cristianos LGTBI no deben ni pueden quedarse atrapados en la Ley, en justificar
versículos, o analizar lecturas homicidas para desmontarlas. La lucha ya no es
la Ley, eso fue un engaño en el que los creyentes LGTBI se han perdido durante
mucho tiempo siguiendo el dictado del patriarcalismo religioso. La lucha es por
el evangelio.
Todo aquello que no nos hace mejores personas, todo aquello
que nos resta, que nos limita, que nos castra... aunque esté dictado en la Ley,
no es nuestra nueva Ley. Sólo Jesús es nuestra Ley, una Ley que nos dirige
hacia los demás desde lo que somos. Porque la nueva Ley de Jesús es el
amor, el amor al prójimo que empieza siempre por el amor a lo que Dios ha hecho
en nosotras y en nosotros. El evangelio salva, y cuando la Ley lo hace entonces
debe ser seguida, pero cuando destruye debe ser rechazada.
El fundamentalismo religioso ve a las personas LGTBI como enemigas porque sigue un cristianismo de la
Ley. En sus comunidades legalistas muchas cristianas y
cristianos LGTBI se empecinan en ser humillados y destruidos. Probablemente
porque no han entendido realmente que significa el evangelio, que significa
seguir a Jesús, que significa construir el Reino de Dios. En la mayoría de
iglesias hay creyentes LGTBI que se dejan torturar, que necesitan que les digan
que los aceptan, que desean que sus familiares escuchen de la boca de las
personas responsables que ellas y ellos son también queridos por Dios. Una práctica
sadomasoquista que cuesta entender y duele ver. Pero Marcos les invita a
cambiar esa dependencia de la Ley, de las seguridades, de lo aceptable, para
correr el riesgo del evangelio. Sólo fuera de esas comunidades demoníacas se
puede seguir el camino de Jesús; solo abandonando estas comunidades se puede ser cristiana y cristiano evangélico.
4.3.
La elección
El último relato de esta primera parte del evangelio tiene
lugar arriba de una montaña. Allí Jesús eligió a doce discípulos y los envió a
predicar y sacar demonios. La montaña nos habla de estar en contacto con la
divinidad y el número doce, de las doce tribus de Israel. Marcos está
explicando a su comunidad que en Jesús hay una nueva elección, un nuevo pueblo,
y la promesa implícita de un nuevo Reino. Hay una ruptura consciente con formas
antiguas y caducas de entender el cristianismo. Ahora sólo Jesús es el centro de todo, el
que elige, el que envía, el que construye un nuevo pueblo que dará lugar a un
nuevo mundo. Y ellos, las cristianas y los cristianos de la comunidad marcana,
junto al resto de seguidores de Jesús, son ese nuevo pueblo. Un pueblo que no
es perfecto, entre ellos está también Judas, el que entregará a Jesús. Pero la
elección no depende de la idoneidad de los elegidos, sino de la voluntad de
quien lo hace.
Para las cristianas y cristianos LGTBI no hay muchos más
caminos que la ruptura con las estructuras que todavía hoy están al servicio
del patriarcalismo en las iglesias y en la sociedad. Ruptura
con los discursos de odio, con los sermones de misericordia que niegan la
dignidad de las personas LGTBI. Ruptura con quienes apuestan todavía hoy por un
cristianismo del literalismo y de la Ley. Ruptura con quienes han convertido su forma
de ser, de amar y de sentir, en la única forma válida dentro del cristianismo.
Ruptura con las adoradoras y adoradores del Dios Macho.
Pero ruptura para un nuevo comienzo, para una nueva vida,
para construir unas comunidades y un mundo mas justo donde el Dios diverso, el
Dios desconocido, el Dios de amor, se pueda hacer presente. Ruptura para seguir
el camino de Jesús no hacia la victoria, sino hacia Jerusalén, hacia la entrega
y el nuevo nacimiento. Ruptura para vivir y dejar espacio para la vida.
NOTAS
[1] Esta opinión, casi unánime hasta
hace bien poco, procede del siglo II. Concretamente de Papías de Hierápolis
citado por Eusebio de Cesárea. «y el anciano
decía lo siguiente: Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud
todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque
él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro.
Éste llevaba a cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como
quien va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se
equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su
memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y
en no escribir nada falso». (Eusebio,
Hist. Ecl. iii. 39).
[2] Theissen, G. El Jesús
histórico. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1999). Pág. 45.
[3] Ibíd., p.45-46.
[4] Hch 15, 20.
[5] Theissen, G. La religión de
los primeros cristianos. (Salamanca. Ediciones Sígueme, 2002). Pág. 74-75.
[6]
Mr 1, 29-34
[7]
Theissen, G. El Jesús histórico. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1999).
Pág 350.
[8]
Lv 13,45.
[9]
Dt 6,4.
[10]
Mc 2,7
[11]
Ex 20, 4-5
[12]
1Cor 15,28
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